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25.May.2017 / 09:50 am / Haga un comentario

Foto: Referencial

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El pasado jueves 18 de mayo, en la urbanización Altamira, del este de Caracas, Carlos Ramírez fue linchado y quemado vivo, acusado de ser chavista, por jóvenes encapuchados integrantes de los grupos de choque llamados «la resistencia» por los partidos y dirigentes políticos radicales de la oposición nacional.

«Decían ‘tiene que morirse ese chavista, tiene que morirse por chavista’. Todos estaban encapuchados. Todos tenían palos, piedras, bombas. Uno de ellos decía mátalo, mátalo, hasta que me tiró la bomba (molotov) y yo salí dando brincos tratando de apagarme con el piso. Corrí y me persiguieron, la policía (del municipio Chacao) estaba cerca y no se metió. Los únicos que se metieron fueron los bomberos, les pedían que no me mataran», relató Ramírez, quien fue atacado, mientras caminaba cerca de una movilización opositora, por estos sujetos que durante las últimas semanas mantienen en estado de sitio este sector de la ciudad.

Estos grupos radicales que determinan las actuales acciones de la oposición venezolana son respaldados por la vocería agitadora de la autodenominada Mesa de la Unidad (MUD), que presenta características comunes con los movimientos fascistas surgidos en distintos momentos de la historia.

El fascismo es una doctrina política y social surgida en Europa posterior a la primera guerra mundial, que implanta un dominio absoluto del Estado y sus acciones por parte de la élite económica apropiada del gran capital, y su ideología totalitaria se impone mediante expresiones de odio visceral y rechazo a la diversidad de ideas.

Es evidente la similitud de este tipo de acciones con lo hecho por la dirigencia opositora estrechamente vinculada a la oligarquía venezolana que defiende la ideología del capital, el neoliberalismo y la disminución de la participación del Estado en la economía nacional, en beneficio de la élite económica empresarial, nacional y transnacional, por encima de los intereses de la mayoría trabajadora y el bienestar social.

Una de las características del fascismo es el rechazo absoluto al marco democrático para la toma del poder político, con el uso de la violencia callejera como brazo ejecutor fundamentado en un anticomunismo.

Durante las últimas semanas se han hecho frecuentes los llamados de estos líderes a «resistir» mediante la generación de focos violentos precedidos por los llamados «trancazos» o «manifestación pacífica» impuestos por la fuerza al resto de la ciudadanía para provocar una interrupción inconstitucional del periodo de Gobierno legítimo.

«Cada día en la calle es un día menos de Nicolás Maduro en el poder, sigamos hasta vencer a la dictadura»; «seguiremos en la calle hasta lograr la libertad», son algunos de los mensajes que ha enviado el diputado Freddy Guevara, dirigente nacional del partido de ultra derecha Voluntad Popular (VP), actual vocero principal de la coalición opositora.

Asimismo. el resto de dirigentes de derecha sumados a la línea violenta, como el gobernador de Miranda, Henrique Capriles, quien durante la concentración opositora del pasado 20 de mayo emitió un discurso agresivo con insultos contra el primer Mandatario nacional.

“Vamos, hasta que el pueblo aguante. Si hay que dejar el pellejo, lo dejaremos”, gritó Capriles de forma exacerbada a los seguidores y grupos de choque presentes en la concentración. El resultado fue una de las jornadas de vandalismo ocurridas en la capital desde el mes de abril.

De esta forma la dirigencia radical de la oposición venezolana, en anulación absoluta de los millones de venezolanos que mayoritariamente eligieron al presidente de la República, Nicolás Maduro, construye una narrativa que justifica la violencia como forma de hacer política.

Al tiempo, a través de los medios privados se impone la narrativa épica de jóvenes venezolanos que «resisten» en batalla contra un régimen totalitario y para ello utiliza las imágenes propiciadas por estos grupos de encapuchados quienes con un nacionalismo exacerbado usan la bandera, escudo nacional e incluso la Constitución  —que sus mismos dirigentes anularon durante el golpe de Estado del 11 de abril de 2002— dentro de sus expresiones fascistas.

Mientras la Policía Nacional Bolivariana y Guardia Nacional Bolivariana contienen a estas hordas violentas con el uso exclusivo de gas lacrimógeno y agua (métodos avalados por los parámetros internacionales) para disipar los focos en los que estos grupos de choque destrozan bienes públicos y privados, obstruyen el libre tránsito de la ciudadanía, secuestran urbanizaciones y comunidades, y durante las últimas manifestaciones han incurrido en linchamientos contra quienes muestran una visión política diferente a la suya.

AVN

 

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