Opinión / Noticias / Héctor Rodríguez Castro

21.Ago.2019 / 01:57 pm / Haga un comentario

Foto: Referencial

Por: Héctor Rodríguez (*)

El 4 de enero de 2016, el diputado Henry Ramos Allup, como presidente de la Asamblea Nacional, afirmó que a partir de ese momento el Poder Legislativo se ponía como meta: «la recuperación de la autonomía como poder, una Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional y buscar dentro del lapso de seis meses una salida constitucional, democrática y pacífica a la ‘cesación’ del Gobierno Nacional».

Pero, en el artículo 187 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela no aparece ninguna atribución que le permita al Poder Legislativo gestar la «cesación» del Poder Ejecutivo, es decir que no está en su capacidad sacar al Presidente de la República.

Acto seguido, y durante los siguientes cuatro años, los pocos diputados de la oposición que hacen vida en la sala de sesiones de la AN han permanecido a espaldas de la ley, pues uno de sus primeros actos fue juramentar como diputados a unas personas que fueron impugnadas, y a partir de ese momento cualquier decisión que tomaron fue írrita e ilegal. Al no cumplir con la ley quedaron en desacato hasta el sol de hoy.

Cada directiva, cada procedimiento, cada decisión, están fuera del orden legal, no poseen ninguna validez real para el país. Por cierto, hay un refrán popular que dice: La ley entra por casa.

Si los padres se oponen a las mentiras como estrategias de sus hijos, lo primero que deben hacer es dar el ejemplo. Necesitan hablarle a la familia desde la verdad, desde la realidad, sin falsificación, adulteración ni engaño alguno. Si su actuación genera alguna consecuencia, es necesario que esa mamá o ese papá le hablen a los hijos con profunda honestidad y claridad. Solo así se tendrá la moral para exigir, porque nadie puede pedir lo que no da.

La mejor muestra del valor que tiene la palabra de una persona quedó demostrado en Hugo Chávez Frías. El Comandante, una vez capturado durante el alzamiento del 4 de febrero de 1992, usó sus 40 segundos ante las cámaras expectantes para asumir la responsabilidad de la acción militar y explicarle a toda la población cómo “Por ahora” no se habían logrado los objetivos.

Y lo repitió cientos de veces. Ante cada situación adversa, nuestro eterno Jefe de Estado respetó a la ciudadanía, y mirándonos a los ojos, nos contó lo que estaba sucediendo. Nos explicó cada problema, y nos planteó cada solución, alternativas donde él, su gente y todos nosotros estábamos implicados. Nos recordó la enseñanza de nuestros padres a ser responsables de lo que decimos y hacemos, ellos nos insistían en ser honestos, responsables, activos en la búsqueda de soluciones. Y también nos habló de que si queremos que algo se haga, necesariamente debemos dar el ejemplo.

Si somos cabeza de equipo, debemos ser los primeros en llegar, los primeros en saludar, los primeros en avanzar. El liderazgo se demuestra dando la cara y ejecutando cada acción respetando los acuerdos sociales, las leyes.

Por eso la ley entra por casa. Un órgano como el Poder Legislativo es responsable de hacer las leyes; ejercer funciones de control sobre el gobierno y la administración pública nacional; discutir y aprobar presupuestos; organizar y promover la participación ciudadana en lo relacionado con las iniciativas legislativas. Y, por lo tanto, le corresponde a quien hace las leyes, cumplirlas a raja tabla, comedidamente, ajustado a derecho.

Es ese ejemplo el que se requiere. No es fácil hacerlo. El poder de por sí siempre es una tentación y puede cruzar hacia el abuso. Los miembros de la actual Asamblea Nacional han cedido a la tentación. Pensaron, quizás, que el voto popular era una carta blanca para un accionar partidista de espaldas a los requerimientos de la ciudadanía y a la ética consustancial a los principios  constitucionales. Ellos, menos que nadie, están allí para torcer o tergiversar el espíritu de nuestra Ley Madre.

Nuestro objetivo como Nación es lograr un pueblo legislador, un pueblo ejecutor, un pueblo contralor, por lo tanto no nos queda más a nosotros, y a todos los funcionarios electos por el Pueblo, que obligarnos a ser los más respetuosos, los más abnegados, los más cumplidores de la ley.

Si queremos una Patria hermosa, luminosa, de equidad y justicia, nos toca internalizar que la única manera de gobernar es obedeciendo, a sabiendas que la ley necesariamente entra por casa.

(*) Gobernador del Estado Bolivariano de Miranda y vicepresidente de Formación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)

 

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