Opinión / Noticias / Elías Jaua

30.Sep.2018 / 10:56 am / Haga un comentario

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Tremenda batalla geopolítica la que se ha librado esta semana pasada, en el seno de las Naciones Unidas. El discurso de Donald Trump, mostrando al desnudo el mesianismo religioso que sustenta el accionar imperialista de la élite fundamentalista de los Estados Unidos de América, ha dejado claro que hemos entrado en una peligrosa etapa donde la diversidad cultural y la paz del mundo están seriamente amenazadas por el patrioterismo de los cowboys (vaqueros). Ninguna nación puede estar tranquila.

“Defendemos a los Estados Unidos y al pueblo estadounidense. Y también estamos defendiendo al mundo”, expresó Trump en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado 25 de septiembre de 2018.

Esta frase sintetiza los cimientos religiosos de la superestructura ideológica del imperialismo yanqui: “Somos la nueva Jerusalén”; “Tenemos un destino manifiesto”; “Somos faro de libertad”; “Estamos obligados a cuidar nuestro patio trasero”; entre otras expresiones fundamentalistas, repetidas generación tras generación.

Tras enunciar dicha frase, el portavoz imperial pasa a explicar a lo largo de su discurso de qué y de quiénes tienen que defenderse. Según su interpretación, se defienden y nos “defienden”del expansionismo comercial de China y militar de Rusia, de la globalización impuesta por Europa, del socialismo venezolano, del fundamentalismo musulmán, de las amenazas nucleares que representan Irán y Corea del Norte, de los estafadores países de la Organización de Estados Exportadores de Petróleo (OPEP) y pare Ud. de contar. El doble rasero de la élite imperial no deja de asombrar.

En el desarrollo de su alocución, signada por la frase somos patriotas, es fácil deducir que el mandatario reclama para su nación el cetro del Imperio. El mensaje dado es contundentemente claro y duro, solo la nación “americana” tiene fundamentos religiosos válidos; solo ellos pueden fijar las reglas del comercio y los precios del petróleo; solo ellos pueden tener armas nucleares y hacer la guerra; solo ellos pueden decir que modelo de sociedad debemos tener los venezolanos y venezolanas y el resto de los países.

Vaya desafío que tiene la humanidad, vaya desafío que tenemos los venezolanos, las venezolanas. ¿Cómo preservar nuestra Independencia en un mundo en que lo poco que quedaba de respeto al derecho Internacional, garantía de paz entre las naciones, ha sido desconocido por el fundamentalismo yanqui en voz del Presidente Trump?

Consideramos en primer lugar que hay que rescatar, dentro de la gravedad de lo ocurrido en Naciones Unidas, que la posición sectaria, excluyente, amenazante y supremacista expresada por el gobernante estadounidense ha deslindado claramente el campo geopolítico mundial y especialmente ha evidenciado las contradicciones a lo interno del sistema de dominación mundial, cuya máxima expresión es la confrontación de la élite ultranacionalista que gobierna los Estados Unidos contra la élite globalizadora de la Unión Europea.

Esas contradicciones dejan intersticios para promover un gran frente de naciones independientes, que pueda articular una estrategia de defensa de un mundo plural, en el marco del derecho internacional, contra el intento de homogeneización imperial, reivindicando “la diversidad cultural, religiosa, política de la humanidad”, tal como lo planteó el compañero Presidente Nicolás Maduro en su discurso ante la Asamblea de Naciones Unidas, el pasado 26 de septiembre de 2018, donde respondió con coraje a la agresión permanente contra nuestra Patria y denunció la amenaza supremacista contra la humanidad.

En segundo lugar, para superar dichas agresiones, debemos reconstituir el tejido de nuestra unidad nacional; tenemos que consolidar la unidad entre los revolucionarios y las revolucionarias, desde el reconocimiento a la pluralidad y la reafirmación de lealtad con los principios históricos que hemos defendido como pueblo revolucionario y que el Comandante Hugo Chávez sintetizó y desarrolló, a lo largo de su vida como revolucionario, el modelo del socialismo bolivariano.

En tercer lugar, necesario es desechar las ilusiones que conllevan al extravío ideológico. Hoy más que nunca se requiere claridad teórica para poder desarrollar prácticas revolucionarias. Lo decimos sin rodeos, sin artilugios, lo decimos desde la convicción, con sinceridad y humildad, una lucha por la liberación y la Independencia nacional solo puede ser victoriosa si tiene como protagonista a la única clase potencialmente revolucionaria en la sociedad actual, el pueblo trabajador (obreros, campesinos, capas medias técnicas y profesionales, trabajadores por cuenta propia), así ha sido demostrado a lo largo de todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI.

Compatriotas, solo los pueblos que defendieron sus ideas, que no arrearon sus banderas históricas han sido respetados por los imperios. Volvemos a insistir en esta afirmación: “Por suerte se ha visto a un puñado de hombres libres derrotar a imperios poderosos”, expresada por nuestro Padre Simón Bolívar, por estos días hace 200 años, en Angostura, respondiéndole a un agente norteamericano, respuesta bolivariana hoy más vigente que nunca.

Decimos nosotros, sólo un pueblo revolucionario es libre de cualquier condicionamiento, del sistema capitalista mundial y sus expresiones nacionales, para construir su propio modelo de sociedad. Sólo como pueblo sabio y libre alzaremos para siempre las banderas por las cuales hemos y seguimos luchando: Independencia, igualdad y prosperidad social. Una sociedad honesta, auténticamente humana. Por el camino de Bolívar y Chávez lo lograremos. ¡Venceremos!

 

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