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28.Jul.2015 / 09:00 am / Haga un comentario

Foto: Archivo

El líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, cambió definitivamente el rumbo del país, para hacerlo más humano e inclusivo, pero también para tocar corazones de personas que lo tuvieron cerca y que hoy le recuerdan como un ser del cual es imposible separar los ideales, la nobleza, el amor a los más necesitados, la solidaridad, su sentido humano.

Es raro que los pueblos se equivoquen y derramen una lágrima por alguien que no haya marcado su vida. Chávez la marcó. Miles y miles de personas se secan sus ojos cuando recuerdan momentos hermosos o difíciles compartidos con él, o que les haya tocado con la mirada, o que a través de la pantalla televisiva sintieron la verdad de sus palabras unidas a las acciones. Otros, sencillamente, lograron sentirse dueños de su propio destino en un país donde por años estuvieron excluidos.

Besos a las lágrimas

«Definitivamente encontrar a Chávez, especialmente para las mujeres, los adultos mayores, los indígenas y las personas con discapacidad, fue un momento luminoso de libertad. Uno no se olvida de él; por el contrario, nos hace llamados con tono viviente que nos sacude hasta las entrañas y nos mueve hasta los tuétanos».

Así se expresa Noelí Pocaterra, líder indígena wayuu que vivió momentos importantes con el comandante socialista. Y aunque refiere no encontrar palabras para describirlo, dice con firmeza: es un hombre de valientes con una grandeza humana, al que no le importó su destino personal.

Recordar anécdotas con Chávez son como un elixir revitalizador, confiesa Pocaterra, a quien se le quiebra la voz al pasearse por el golpe de Estado de abril de 2002, cuando sectores de la derecha secuestraron al presidente e intentaron derrocarlo.

«Ese día había una marcha opositora, que trajo muertes que vi de cerca. Cuando llegué a Miraflores (sede del Gobierno en Caracas), había mucha tristeza, y fue Juan Barreto, diputado como yo para ese entonces de la Asamblea Nacional, quien me dijo que había un golpe de Estado y que se llevaban al presidente», rememora Pocaterra, quien manifiesta que hizo lo imposible por encontrarse con Chávez antes que fuese secuestrado por los golpistas.

Cuando logró entrar donde estaba, se fundió en un abrazo con el él, mientras su rostro se mojaba con la tristeza de sus lágrimas.

«Yo lloraba mucho y me sentía mal porque quería decirle cosas y no podía. Y él, como un hijo a su madre, me besaba las lágrimas y me las secaba. Entonces yo lloraba más», manifiesta emocionada.

Cuenta que logró decirle que no se podía entregar. Si lo hacía, ¿qué sucedería entonces con los indígenas? «El trabajo debe continuar. Dile a todos los indígenas del país que los amo, que creo en ustedes y que tienen que continuar la lucha», son las palabras que le resuenan en sus oídos a Pocaterra. «Recordar mis encuentros con Chávez me sirven de combustible para seguir en la lucha», afirma.

Una llamada de amor

Fue en 2010, en el Mundial de Kárate realizado en Belgrado, Serbia. Luego de derrotar a la vietnamita Hoang Ngan Nguyen, Joana Sánchez se quedó con la medalla de oro en el kata individual de ese campeonato, que puso en alto el nombre de Venezuela y le dio la razón a Chávez cuando señaló que en el país crecía una generación de oro.

A más de 11 horas en avión de su país natal, La China, como se le conoce, había logrado inflar el orgullo nacional. Ella se imaginaba la alegría del país con este triunfo. Aún se recuperaba de la emoción cuando le pasaron una llamada telefónica. Era él. Inconfundible en su voz y su ánimo.

«Chinita, así es que se logran las metas, con fervor, con ganas, con fuerza. Te felicito», le dijo el presidente a la joven, hoy coordinadora del Ministerio del Deporte en el estado Zulia, al occidente del territorio.

Eso no se olvida, refiere al exponer que con voz quebrada por el llanto solo pudo decirle: Presidente. «Ese momento no se olvida, así como no se olvida a un ser que más que presidente trató a los deportistas como a sus hijos», relata convencida que que el deporte en el país tiene dos etapas: antes de Chávez, cuando no había uniformes ni boletos de avión para competencias internacionales, y después de Chávez, con la cobertura de estas necesidades y un firme apoyo emocional.

Con juventud plena

Era el sábado 21 de julio de 2012, cierre en Zulia de la campaña electoral rumbo a las presidenciales del 7 de octubre. En el sector Cuatricentenario de Maracaibo, miles de personas se dieron cita a una concentración donde el líder venezolano recorrió a bordo de un camión más de kilómetro y medio en medio de un pueblo que buscaba entregarle un papelito, tocarlo, mirarlo.

«Un grupo de estudiantes estábamos a la espera del comandante para abordarlo, antes de que subiera al camión. Al llegar, su fuerte voz, con un ‘epa, muchachos’, un estrechón de mano y la invitación a subir con él al camión me hicieron olvidar todo», detalló Gustavo Sánchez, líder estudiantil de La Universidad del Zulia (LUZ).

Ya Gustavo había tenido oportunidad de reunirse con él junto a otros dirigentes universitarios, pero esta vez lo tenía cerca y vivió al Chávez que tenía sus ojos puestos en el pueblo, pendiente de todos los detalles y de cualquier movimiento de los adultos, de las mujeres, de los indígenas, de los niños y niñas, de los jóvenes.

Sobre la tarima, cantó y bailó con los jóvenes, quienes le entregaron una guitarra electrónica. «Chávez fue plenamente joven», sostiene al indicar que siempre recordará al mandatario lleno de juventud, de jocosidad, de canción y poesía, pero, sobre todo, humilde, entregado al pueblo que hoy lo tiene presente en cada rincón del país.

 

AVN

 

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