Opinión / Antonia Muñoz

7.Ago.2013 / 01:59 pm / 1 Comentario

 

A veces tenemos la convicción que a los seres humanos nos gusta hacer difícil lo que pudiera ser relativamente fácil. En este sentido, considero que en muchas circunstancias las procesos podrían resultar más expeditos, si se establecieran claramente las reglas de juego; y lo que es más importante éstas se cumplieran y se aplicaran a todos por igual. Esto lo decimos a propósito de la necesidad de normar las relaciones entre los seres humanos, como condición indispensable para que funcionen las instituciones donde aquellos interactúan. Esto es verdad si la institución a considerar es la familia, la escuela, la iglesia, los clubes de cualquier naturaleza, los sitios de trabajo, los partidos políticos, y finalmente, la sociedad en general. Por supuesto que estamos claros que las relaciones entre los humanos son complejas, porque cada quien es un ser único e irrepetible. No en vano el refranero popular establece que: CADA CABEZA ES UN MUNDO Y QUIEN LO ENTIENDE ES UN LOCO. No tienen los mismos gustos e intereses, ni siquiera los hermanos que son hijos de los mismos padres, criados bajo el mismo techo y que reciben los mismos cuidados y afectos. Los hermanos morochos nunca son iguales ni física ni espiritualmente. Ni siquiera las y los gemelos tienen el mismo carácter, gustos, intereses o habilidades.

Mi abuela materna, quien nos enseñó tanto, a partir de su correcta conducta y de su trato de hermandad con nuestros vecinos; cuando se refería a una familia donde cada quien hacía lo que le daba su real gana, solía decirnos: EL PROBLEMA ES QUE EN ESA CASA NADIE TRANCA LA PUERTA. Lo que quería significar nuestra abuela analfabeta, es que en esa casa no había reglas para normar el comportamiento de sus miembros o éstos no las respetaban. Para no hacer esta introducción tan larga, paso al grano y le expreso a quienes me honran con la lectura de esta reflexión, que la convivencia en cada familia, escuela o partido político, sería más amigable y más productiva para el país, si se establecieran reglas claras y las mismas se cumplieran. En esta oportunidad, quiero referirme al desasosiego y a la incertidumbre que se arma cada vez que se van a escoger las y los mejores candidatos para los puestos de cada contienda.

Cuando se trata de candidatas o candidatos en función de gobierno, es sumamente fácil decidir si alguien debe seguir gobernando un país, un estado o un municipio, por referirme sólo al poder Ejecutivo, pero lo expresado es aplicable a cualquier cargo de elección popular. La regla está establecida claramente en el Artículo 72 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV): TODOS LOS CARGOS Y MAGISTRATURAS DE ELECCIÓN POPULAR SON REVOCABLES… Sin embargo, no se trata de que esto se convierta en un arma de chantaje, como suelen hacerlo algunas y algunos politiqueros de esos que abundan en la fauna política, unos por falta de formación política revolucionaria y otros por exceso de intereses personales y mala intención contra revolucionaria.

Si hacemos un esfuerzo por ser medianamente objetivos y justos, además de hacer unesfuerzo por entender el espíritu de la Ley, se puede evaluar cada año a cualquier servidor público electo por voluntad popular. Si además permitimos que la población haga la Contraloría Social, sin coacción indebida y sin etiquetar de conflictivo, V columna, brinca talanquera o escuálido, a todo aquel que se atreva a llamar a lo bueno, bueno y a lo malo, malo; entonces tendremos en los cargos de elección popular a las y los mejores, en términos de gobernar con el pueblo y para el pueblo, que es sinónimo de gobernar obedeciendo. Lo anterior involucra dos valores socialistas indispensables para gobernar de acuerdo a lo que establece La CRBV, el LIBRO ROJO y los Planes Socialistas de la Nación: pulcritud administrativa y eficiencia. Aquí no puede aceptarse aquello de: él roba, pero hace”.

Para quienes no han gobernado nunca o no han ejercido un cargo a través del cual pueda ser evaluado como gerente público, se le debe evaluar de acuerdo a su trayectoria personal y pública. Por supuesto, no puede faltar la evaluación política que se le haga a cada aspirante a la luz de los Principios Fundamentales y Generales; así como a la luz de los Estatutos del Libro Rojo o de los principios establecidos en cualquiera de los partidos que apoyan la revolución. Insistimos que la honestidad y la eficiencia no pueden faltar como atributos que adornen a quienes aspiren a gobernar en nombre de la Revolución Bolivariana. Sería mortal para la Revolución, si el pueblo venezolano llegara a percibir que: hacerlo bien o hacerlo mal, da lo mismo. No hay nada que desencante, desmotive e inmovilice más que la injusticia. No hay nada que En política, como en cualquier desempeño humano hace mucho daño a la organización, como el desconocimiento de los méritos de la militancia.

En relación a lo anterior, nunca está de más recordar las lecciones que nos dejó Bolívar: “Es muy importante premiar a tiempo… “El premio del mérito es el acto más augusto del ser humano. La ingratitud, es el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer… “Los hombres de luces y honrados son los que debieran fijar la opinión pública. El talento sin probidad es un azote. Los intrigantes corrompen los pueblos, desprestigiando la autoridad… “La impunidad de los delitos hace que estos se repitan con más frecuencia, y al fin llega el caso que el castigo no basta para reprimirlos… “La clemencia con los criminales es un ataque a la virtud… “Tengamos una conciencia recta y dejemos al tiempo hacer prodigios…”. Si seguimos las enseñanzas de Bolívar y de Chávez… Nosotros venceremos por siempre.

 

Comentarios

14.Ago.2013 10:58 pm
lisbeth Sanchez (Monagas) dijo:

Excelente artículo. Me encanto y de verdad ayuda a reflexionar. Me gustaria que se publique por varios medios para q les llegue la información a muchas personas. Sigamos el ejemplo de Bolívar y el de nuestro Gigante HUGO CHAVEZ e inolvidable, fue para mi la mejor de las universidades, por eso lo amo lo extraño y siempre estara en mi corazón.

 

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