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30.Oct.2019 / 11:21 am / Haga un comentario

Por: Richard Canan 

Muy orondos y alegres salen los lacayos y pitiyanquis criollos cuando les toca cobrar la mesada para seguir esquilmando a sus generosos patrocinadores. Todo en nombre de su deschavetada, fracasada e irrealizable cruzada golpista. Como zamuro cuidando carne, saltan de alegría. Se les revientan los bolsillos cargados de un maremágnum de dólares que preferentemente termina financiando todos los gustos y vicios de una pequeña elite de la ultra derecha venezolana.

El más arrastrado de todos es un triste e inocuo personaje al que ahora llaman solemnemente “embajador”. Sorpresas que da la vida. Nombrado en la corte plutocrática del “presidente” imaginario Juan Guaidó, el cipayo Carlos Vecchio vive vegetando en el seno del Imperio norteamericano ante cuanto posible benefactor se le acerque cargado de “ayuda humanitaria” que les permita incrementar las ingentes arcas de la causa golpista.

Aunque Vecchio no representa a absolutamente nadie del pueblo venezolano, los gringos lo reciben con alfombra roja buscando legitimar sus abusos de coacción, bloqueo y agresión en contra del pueblo y el gobierno venezolano utilizando para ello perritos falderos. Nada de independencia o soberanía en el verbo de estos agentes imperiales.

Estos tristes personajes pasaron de pedir el bloqueo financiero y comercial de Venezuela, así como la intervención militar, a manejar súbitamente los recursos otorgados “graciosamente” por el Tío Sam a esta facción golpista para la ejecución de sus funestos fines. La pregunta es clara: ¿A cambio de qué? Todos saben que los gringos, y más aún el avaricioso Donald Trump, siempre cobran con creces todos sus empréstitos y supuestas ayudas solidarias. De seguro Guaidó, Vecchio y el resto de los apátridas opositores ya deben haber hipotecado todas las riquezas y activos del país a las hambrientas corporaciones norteamericanas.

Sin pena alguna se le ha visto en la prensa al subembajador Vecchio firmar sendos acuerdos bilaterales (sin cualidad alguna) con altos jerarcas del mismísimo Imperio yanqui. En la última piñata, junto al administrador de la nefasta Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), célebre por sus intervenciones en docenas de golpes de Estado en América Latina, recibió una ñinguita nada despreciable de 98 millones de dólares para el “loable” objetivo de “apoyar la lucha venezolana por la libertad y la reconstrucción del país”. Estados Unidos reconoce que ya ha financiado a la extrema derecha venezolana con más de 568 millones de dólares. Son unos cuatreros. Se frotan las manos de gozo al fregar a los torpes halcones norteamericanos que siguen reproduciendo sus desacertadas políticas de injerencia, bloqueos e intervenciones como en Vietnam, Cuba, Afganistán, Irak y un largo etcétera de errores. Nuevamente rodarán vergonzosamente.

Destaca entre los nuevos patrones del subembajador Vecchio, la señora Carrie Filipetti, quien ostenta el rimbombante cargo de Subsecretaria Adjunta para Cuba y Venezuela en la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado.

Esta “nueva mejor amiga” de Vecchio, aparentemente una diplomática exprés del Partido Republicano, ha lanzado una andanada de confesiones sobre el método que el Imperio norteamericano ha venido utilizando para estrangular al país. Señaló con total impudicia y descaro que “las sanciones de Estados Unidos contra el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela están funcionando”. Ella asegura que el “aislamiento” es quirúrgico “para minimizar la interrupción a la actividad económica legítima, y para que se permita la importación de alimentos y medicinas”. Evidentemente una falsedad, ya que la fuente misma de nuestros ingresos, “petróleo y transportación”, como ellos mismos las llaman, son las más afectadas en sus operaciones comerciales por las sanciones financieras impuestas unilateralmente por el Imperio opresor en contra de nuestra industria petrolera.

Cuando se realice el juicio político, moral y penal sobre este momento histórico del país, deberán recordarse las palabras de Carrie Filipetti, al confesar que “las sanciones garantizan un proceso de negociación más equitativo, porque le han dado fuerza al presidente interino Juan Guaidó para continuar trabajando hacia una transferencia pacífica del poder”. Subyugar  y oprimir a todo un país para satisfacer las ambiciones políticas de una camarilla dirigida por Juan Guaidó y Leopoldo López es inmoral. Esto es criminal e intolerable en el marco de las normas internacionales.

La trayectoria diplomática de esta señora es extrañamente fugaz. La derecha tiene cruzados todos los dedos para que su gestión no sea brevísima como los otros fracasados burócratas del Imperio. La fanfarrona jefa de Vecchio, graduada en “Estudios Religiosos”, proviene directamente de la directiva de la Fundación Paul Singer, filántropo y principal financista de las campañas electorales de los republicanos. Este nefasto personaje es el propietario del rapiñero fondo buitre de inversión Elliott Management. Amargamente recordado en Argentina por sus usureros litigios con los bonos soberanos de ese país. Quizás por aquí vienen los tiros del desinteresadísimo apasionamiento entre Vecchio y su patrona Filipetti. “Por la plata baila el mono, que vengan con los pañuelos todo el mundo”, diría Wilfrido Vargas.

 

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