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15.Sep.2017 / 04:58 pm / Haga un comentario

Foto: Archivo

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Dentro de un mes se estarán celebrando elecciones de gobernadores en Venezuela. Más que la obviedad de las razones por las que el chavismo debe hacer LO QUE SEA para ganar la mayor cantidad posible de esos espacios de poder, es bueno detenerse a profundizar en el «para qué». En esa pregunta simple vale la pena involucrar a la oposición, más que al chavismo. ¿Para qué queremos nosotros y para qué quieren ellos meter a nuestra/su gente en las gobernaciones?

Probablemente a un militante de cualquiera de los partidos del fascismo usted le pregunta para qué su candidato quiere llegar a ser gobernador y responderá algo como: «Bueno, porque queremos que nuestro estado sea el más hermoso y mejor organizado y que los hospitales funcionen y tengamos más instalaciones deportivas y surja la democracia». Pero como ya se acabó la hora de los embaucadores, y también la hora de los pendejos que se dejan embaucar (la patética afluencia de bobos a las mesas de votación de la MUD lo reafirma) vayamos poniendo los puntos sobre las haches: los partidos de oposición quieren ganar varios de esos espacios de poder porque desde allí podrán seguir financiando y organizando territorialmente la conspiración contra el Gobierno central y contra la integridad de Venezuela. El que tenga hojas de Excel que saque cuentas: si con los recursos de un puñado de alcaldías, algunas menos importantes que otras, los bichos consiguieron destruir y asesinar y de paso proteger a los asesinos, imaginémonos un escenario en el que varias gobernaciones caen en manos de esa facción grata a las potencias. ¿Gobernaciones de Zulia, Táchira, Apure y Amazonas en manos del antichavismo? Sí, cómo no, sin duda el esfuerzo mayor de esos gobernadores sería proveer a esas entidades de hermosas fiestas patronales y carreteras en buen estado.

Va sin vaselina: aunque esta página es leída casi exclusivamente por gente que sabe en qué país, en qué mundo y en qué momento histórico estamos viviendo, es bueno jugar un poco al maestro de primer grado y recordarles a los niños que la misión del fascismo aquí ya no es vencer en elecciones libres sino en derrocar por la fuerza al Gobierno. Esa misión probablemente se instaló en los laboratorios transnacionales del poder desde el mes de junio para acá. El objetivo de las protestas, al ser lanzadas y promovidas por los novios y cheer leaders (se lee chirliders) de Leopoldo López, fue puramente propagandística (electoral): me construyo una epopeya, me transfiguro en mártir y en perseguido, me hago rodear por unos espantapájaros disfrazados de héroes de lucha libre mexicana, creo las condiciones para que maten a un puñado de esos coños, con los que previamente me he echado unas fotos, y listo: me lanzo a gobernador en unos meses y no hay nadie en el mundo que le gane elecciones a un héroe o a un amigo de héroes muertos.

Pero la puta historia le hizo una jugada de las malas a esos estrategas de cartón del partido de Leopoldo, y el comunicador de mil cabezas, un millón de cámaras y diez millones de cuentas de redes sociales despedazó esos planes: los delincuentes enmascarados quedaron sin máscara y sin financistas, el laboratorio internacional ordenó vaciar los tubos de ensayo, la guarimba ya no sirve para levantarle la imagen a nadie y por ahí anda la pobre mamá de Neomar tratando de vender franelas con la imagen de su muchacho inmolado, mientras Smolanski (mierda, cómo se parece ese apellido a la palabra «inmolación») cumplió su fantasía de ser un exiliado político, sólo que eso ahora no le va a servir para ganar elecciones sino, si acaso, para aprender a decir algunas frases en brasileño. Esto es en serio: si la imagen de los encapuchados muertos no estuviera tan desprestigiada la MUD hubiera hecho rica a la doña, y hubiera mandado a empapelar el país con esa figura juvenil. «Vote por Guevara, el líder que le dio la mano a Neomar una semana antes de su muerte violenta».

Como suele suceder, el mejor análisis de la situación del antichavismo no proviene de nuestras filas sino de la de ellos. En esta ocasión le tocó a Diego Arria hacernos ese regalo. El tipo fue invitado a decir unas palabras en la ONU, reunida en Ginebra; usted no lo va a creer, pero el tipo le lanzó más duro a la MUD que al Gobierno de Venezuela. Y de paso describió un estado de cosas que no estoy seguro de que nuestra gente esté viendo con esos matices que aporta el teratoma adeco (aproveche y guglee: «teratoma»): a) la mayoría de los antichavistas no quieren ganar elecciones sino derrocamiento violento de Maduro; b) los organismos internacionales de más peso: OEA, ONU, Mercosur y la Unión Europea, también están a favor de «cualquier cosa» que saque de Miraflores al chavismo; c) la MUD está tan de espaldas al país y a la realidad que, mientras el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos solicita investigar al Gobierno venezolano por crímenes de lesa humanidad, la MUD va y realiza primarias para elegir candidatos, y de paso va y se reúne con el Gobierno, «escondidos» en República Dominicana pero a la vista de todo el mundo.

Incurre en sus sandeces o ingenuidades el Arria, como era de esperarse. La gente sigue creyendo que tener una avanzada edad es garantía de sabiduría, de serenidad y hondura en el pensamiento. Muchísimas personas, en momentos complejos o difíciles, acude a los ancianos, en la creencia de que la vejez le da sabiduría y raciocinio superior a todo el mundo, como si no hubiera suficientes testimonios que confirman la existencia, e incluso sobreabundancia, de viejos brutos y güevones. En una de sus descargas a la MUD, Diego Arria deplora el que ese club no aproveche que por primera vez la OEA y la ONU estén a punto de unirse para declarar cualquier medida fea contra Venezuela: «A veces los venezolanos se preguntan cuándo los van a ayudar, pero en el exterior existe el enigma de cuándo se van a dejar ayudar, porque entonces si uno se mete, lo critican». Cree o parece creer Arria en un curioso mito: que Estados Unidos necesita la ayuda o aprobación de la MUD para invadir Venezuela.

La MUD, a esta hora, es una facción minoritaria dentro del antichavismo; probablemente la única facción más odiada y microscópica después de esa, sea la facción de los ex-chavistas. Debe andar muy pareja la guerra de los números entre Nicmer y Manuel Rosales. Dura batalla esa. ¿Y por qué entonces es importante para el Gobierno reunirse con ese aborto político? Porque contra alguien hay que competir el venidero 15 de octubre, y ese alguien no son los encapuchados asesinos y cobradores de peaje sino los partidos legalmente inscritos, qué le vamos a hacer.

Es importante entonces, pero lo que se llama urgente, inaplazable, que el chavismo comprenda que estamos otra vez en tiempo de campaña electoral, y que, por mucho que se haya avanzado en eso de las operaciones sicológicas y en guerras de octava generación, las elecciones no las gana el desprestigio del adversario. Por Twitter alguien puso a rodar un video que pretende ser espeluznante: la candidata fascista a la gobernación del Táchira protagonizando una sesión de sexo salvaje, sin censuras. No sé si la mayoría de los votantes de ese estado son católicos, cuáqueros, fans de Ricardo Montaner, vegetales o cualquier otra forma de especie o gremio asexuado o antisexual, el caso es que ese video casi logra que yo me mude al Táchira y vote por la tipa. Ignoramos, por cierto, si el video lo puso a rodar algún equipo comunicacional del PSUV o uno de la oposición. Pero repetimos: así no se ganan elecciones.

Las elecciones las gana y las debe ganar quien realice un mejor y más sostenido esfuerzo para darle la cara y el compromiso a esta Venezuela inquieta y preguntona. Porque a base de inquietudes y preguntas van a ser bombardeados nuestros candidatos y los de ellos en las próximas semanas. ¿Ya estamos ensayando la respuesta a la pregunta de por qué todavía vamos perdiendo la guerra económica?

Misión Verdad

 

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