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7.Feb.2016 / 06:34 pm / Haga un comentario

Foto: Archivo

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Las montañas exaltadas por el cielo despejado de Mérida invitan a los temporadistas a visitar la región andina venezolana para el disfrute del tradicional asueto de carnaval, periodo que coincide con la llamada Feria del Sol, celebración con arraigo de 47 años en la entidad.

El receso de carnaval es propicio para el excursionismo, los deportes de aventura, las visitas a exposiciones y restaurantes, para el agasajo a turistas y visitantes y para la recreación en familia, una atmósfera que coincide en las calles con la llamada fiesta brava de la feria.

Entre las preferencias de propios, turistas y visitantes, destacan la Laguna de Mucubají y el Collado del Cóndor en el municipio Rangel; el parque La Mucuy en Santos Marquina; Los Chorros de Milla, el parque Las Heroínas, el Acuario, el Museo de Ciencia y Tecnología, la Basílica Menor y el mercado principal, en Libertador; así como la Laguna de Urao en Sucre, entre otros.

El tramo de la avenida Las Américas, desde la calle 26 hasta la avenida Los Próceres, concentra el denso ambiente de humeantes kioskos de parrilla, música en alta voz, ventas de sombreros, alhajas y recuerdos que sirven de preámbulo en el recorrido hacia la plaza de toros Román Eduardo Sandia.

Para el buen observador no pasarán inadvertida la diatriba y ambivalencia de opiniones en las dos agendas encontradas: la de turistas que se recrean en familia y descansan en el asueto, y la de entusiastas fanáticos de la tauromaquia que irradian festejo, euforia y sexualidad en las calles.

¿Evolución o tradición?

En el devenir del tiempo, la Feria del Sol ha incorporado actividades alternativas al reinado de belleza, al desfile de carnaval y a las corridas de toros, pero la crítica – argumentaciones en mano – cada año enarbola sus llamados de atención, sobre la fiesta brava y su entorno.

Arnaldo Márquez, activista comunal y coordinador de la Fundación Salud para Todos, enarbola a rasgos generales, el ideal y la causa de colectivos ecosocialistas, ambientalistas, de defensa animal y para la protección de la niñez, entre otros.

Opina que la muerte de un ser viviente no debe ser motivo de espectáculo, y apunta que la domesticación dista de los conceptos vanguardistas de la zoología, la ecología y el ecosocialismo.

«Es un culto a la violencia, herencia del pan y circo romano. No puedo avalar que a nuestros hijos se le divierta a expensas del maltrato animal. El arte y la cultura, atañen al crecimiento del ser, a la conexión humana con la divinidad y el respeto a la vida», expresa en alusión a las corridas entrevistado por la Agencia Venezolana de Noticias (AVN).

Duda que exista evolución posible para la tauromaquia, pero asegura que la humanidad debe trascender tradiciones basadas en la pretensión egocéntrica de formas de organización social, que atentan contra el planeta y la vida.

En Venezuela, las protestas y contra protestas sobre la fiesta brava datan de las primeras décadas del siglo XIX, tal como cita en su libro Archivo de Historia y variedades, Tulio Febres Cordero.

El texto refiere la anécdota de cinco ciudadanos escogidos como capitanes de toros, para una corrida el 24 de febrero de 1831, en Carabobo. Refiere que los citados optaron a modo de protesta por donar los fondos del evento a «las urgencias del Estado, considerando que esta función (la corrida) no tiene un objeto nacional (…) pareciéndoles que de esta manera corresponden a los deseos de los buenos ciudadanos».

En paralelo, el texto cita la carta de contra protesta de González Guinán, un letrado aficionado a la tauromaquia. «Creo que el gran valor moral y material de los españoles, el que necesitaban para la conquista y la colonización de la América, se debe a las corridas de toros, porque es el mejor sport que ha podido encontrar el hombre para llevar a lo sublime las condiciones del valor», cita.

En Mérida, el arraigo de la tradición taurina por 47 años, parece no hallar cimiento sólido en un segmento importante de población vinculada a las universidades.

Son personas que cada año, desde distintos espacios, levantan sus llamados de atención en la víspera del carnaval y que en pleno asueto, prefieren la montaña, el encuentro familiar, la aventura del excursionismo, el provecho del deporte y hasta el ameno y silencioso encuentro con un libro.

El Comité de los Derechos del Niño en la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha instado reiteradas veces a los países con prácticas taurinas, a modificar sus legislaciones, para que los niños no participen ni asistan a corridas de toros y espectáculos taurinos.

Francia, Perú, Portugal, México y Colombia, han sido objeto del exhorto a garantizar la protección de la infancia frente a la violencia de la tauromaquia, pedido al que Venezuela ha respondido progresivamente, gracias al marco legal vigente y a la organización y esfuerzo de colectivos sociales diversos.

 

AVN
 

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