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9.May.2016 / 09:28 am / Haga un comentario

Foto: Ciudad CCS

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Los continuos y sostenidos ataques contra la presidenta brasileña Dilma Rousseff y el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva se convierten hoy en una evidente estrategia de la derecha local e internacional para ocultar el crecimiento económico y social que el gigante suramericano ha experimentado desde la llegada al país de los gobiernos progresistas en el año 2003.

Desde 1992, Brasil no atravesaba por un proceso similar al de la actualidad en el cual, a través de un juicio político o impeachment, buscan derrocar a un jefe de Estado, elegido por voluntad popular, pero presuntamente inmerso en hechos fraudulentos que, en el caso específico de Rousseff, aún no se demuestran lo que desnuda intereses golpistas en su contra.

En aquella oportunidad sería Fernando Collor de Mello el que fue separado del Ejecutivo tras ser acusado de corrupción pasiva.

Se habría embolsillado 6,5 millones de dólares en 33 meses de mandato, lo que le costó una inhabilitación política por espacio de ocho años, aunque en 1994 su proceso fue “archivado” por el Supremo Tribunal Federal (STF).

Mucho más atrás, Joao “Jango” Goulart fue depuesto de su cargo por un golpe militar en 1964 apoyado y financiando por Estados Unidos, luego de poner en marcha reformas agrarias, la nacionalización de las refinerías de petróleo y el fin de la evasión de capitales. Este derrocamiento implicó años de dictadura en el país hasta las elecciones de 1985, precisó Telesur.

Aunque pareció que Brasil se enrumbaría luego de esto hacia la verdadera democracia, los índices de pobreza y la poca inversión social marcaron a los gobiernos de turno que sumergieron a esa nación en una severa crisis económica, acentuada durante el mandato de Fernando Henrique Cardoso, quien aplicó medidas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y dejó endeudado al país tras culminar su gestión en 2002.

Bajo este contexto, cerca de 30 millones de brasileños sufrían de pobreza extrema para 2003 por la fuerte recesión económica que azotaba al país, pero que paulatinamente fue solventándose gracias a nuevas políticas impulsadas por el entonces electo presidente Lula da Silva, quien debió enfrentar serios problemas que en el pasado impidieron el desarrollo de la nación.

Lula recató la nación

En una pasada entrevista a Luiz Inácio Lula da Silva, citada por el portal web www.semana.com, el exmandatario brasileño señaló que cuando empezó su primer gobierno, 10% de la población más rica “cogía la mitad del dinero del país y le dejaban a los más humildes apenas 10%”.

Lula recordó que logró cambiar estas cifras aumentando el salario mínimo en 62% en sus primeros cinco años, aunque tuvo muchas voces en contra que aseguraron un supuesto crecimiento de la inflación con dicha medida. “Si no hay democracia ni políticas de distribución para evitar que el dinero siga en manos de pocos, el pueblo seguirá pobre y desnutrido”, aclaró en su momento.

Otra estrategia que aplicó fue bancarizar a la población más desposeída que gozó de cuentas bancarias activas, lo que evitó dejarles a intermediarios la administración y la entrega de los recursos públicos. “En Brasil las personas que reciben beneficios de mi gobierno no tienen contacto con intermediarios. Reciben una tarjeta magnética con la que pueden ir al banco y sacar el dinero”, agregó.

El exmandatario también benefició a millones de familias con el programa Bolsa Familia que permitió el aumento de la renta per cápita, el acceso de la población más pobre a bienes durables y el fortalecimiento del mercado interno. En esa dirección se redujo la desnutrición en 73% mediante la justa distribución de alimentos, precisó Telesur.

Por otra parte, con el actual presidente del Partido de los Trabajadores (PT) al mando se redujo en Brasil la mortalidad infantil en 43% con programas de lactancia materna. Asimismo se disminuyó el trabajo infantil. Millones de niños y jóvenes fueron incluidos en planes de escolarización teniendo acceso a las 214 nuevas escuelas de educación básica, así como a las 14 universidades federales construidas durante su período.

La nación amazónica tuvo también entre los años 2003 y 2011 un nuevo marco de inserción internacional, incrementando su comercio exterior de un déficit de 8 mil 600 millones a un superávit de 240 millones. Esto significó una necesaria y estratégica reorientación de su política exterior, señaló el portal web Suite101.net.

Lula pudo, además, pagar la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Brasil tenía una morosidad de 16 millones de dólares que fueron cancelados en su totalidad. El cambio económico tuvo tal repunte que el país fue capaz de prestarle incluso al FMI 14 millones de dólares para ayudar a atender crisis de otros “países ricos”.

Ante el asomo de su posible candidatura presidencial en 2018, Lula ha sido duramente atacado por sectores de ultraderecha que buscan desprestigiar su imagen y bajar su popularidad que, al momento de concluir su segundo período, estuvo por encima de 80%.

Dilma recibió un Brasil sólido

La continuidad del Partido de los Trabajadores (PT) en el Ejecutivo brasileño ha permitido seguir fortaleciendo los planes y proyectos de desarrollo que hoy mantienen a Brasil con una economía estable, pese a los ataques que viene recibiendo desde 2015 la mandataria Dilma Rousseff.

La derecha local y extranjera comenzó su arremetida una vez que Dilma asumió el año pasado su segundo período presidencial corrido y el cuarto de forma sucesiva del PT. Sin embargo, a poco más de 12 meses de su segunda gestión, la profundización y el reimpulso de las políticas que en principio inició Lula, ha sido más que notorio en la propia nación y a escala mundial.

En más de seis años de mandato Dilma ha logrado beneficiar al pueblo brasileño con más de seis millones de puestos de trabajo. En total ascienden a más de 20 millones si se suman los otorgados por Lula. Aprobó a principios de año el incremento del salario mínimo, que pasó de 788 reales (201 dólares) a 880 reales (227 dólares), siendo el mayor poder adquisitivo para los trabajadores desde 1979, apuntó Telesur.

Rousseff también ha reducido la deuda pública gracias a la prolongación de los programas sociales que han apoyado a cerca de 40 millones de personas en extrema pobreza, quienes ahora gozan de todos los servicios públicos.

Más de un millón de viviendas se han construido bajo la gestión de Dilma y la meta ronda los tres millones. El país es hoy en día el principal referente agrícola y ganadero del planeta, y un gran exportador de café y cacao. No conforme con ello Brasil encabeza el nuevo modelo económico mundial a través del bloque de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica).

La Presidenta realizó una millonaria inversión en el Plan Agrícola 2016 (57 mil 940 millones de dólares). “La agricultura tiene efecto en la economía, representa 46% de las exportaciones y 23% del Producto Interno Bruto”, afirmó.

Apoyo rotundo del pueblo y de toda la región

Pasaron varios años para que el gigante del Cono Sur lograra la estabilidad económica que ostenta actualmente. Sin embargo, esta realidad pudiera verse afectada si efectivamente procede el juicio político contra Dilma y asume el poder la oposición golpista que dirige el vicepresidente Michel Temer.

Frente a esta amenaza latente, gran parte de la población brasileña se ha mantenido en las calles del país defendiendo la democracia y demostrando su indiscutible respaldo a ambos líderes.

Movimientos y organizaciones sociales, trabajadores y estudiantes se han sumado a la iniciativa de rechazo al golpe de Estado en proceso que se gesta desde el Parlamento y en conspiración con medios de comunicación privados que sirven a la derecha internacional. Mandatarios de la región como Nicolás Maduro (Venezuela), Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), entre otros, también han expresado su condena a las acciones contra Lula y Dilma, coincidiendo en que se trata de una nueva escalada de EEUU.

Ciudad CCS

 

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