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4.Feb.2021 / 10:27 am / Haga un comentario

Imagen: Archivo

Irán Aguilera

«Por ahora los objetivos que nos planteamos no fueron logrados», fue el centro del mensaje pronunciado por el comandante Chávez al final de la jornada del 4 de febrero de 1992. De esa manera el líder rebelde trazó el rumbo del devenir de Venezuela.

Hoy se cumplen 29 años de un suceso que, sin lugar a dudas, ha marcado de manera indeleble la historia contemporánea venezolana: La rebelión militar del 4 de febrero de 1992 liderada por el Comandante Supremo y Eterno de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías.

Mucha tinta ha corrido contando y/o analizando este singular acontecimiento histórico. Algunos lo han hecho desde la óptica estrictamente militar, otros desde valoraciones más amplias como las de la política, o, incluso -no se deben desdeñar porque son muchos, y quizás los más numerosos- los que ponen el mayor acento en lo emocional, factor que no es menos importante. Pero nadie, como es de esperarse, lo ha hecho sin tomar partido a favor o en contra, y los escritos se pueden encontrar en una amplia gama que va desde la moderación hasta el fanatismo. Ya el viejo Marx alertó sobre el cuidado que debe tenerse al mirar los sucesos históricos para no caer en extrapolaciones y generalizaciones abusivas, esas que conspiran contra la especificidad de cada proceso para diluirlos en generalidades inútiles. Aquí nos limitaremos a describir a grandes rasgos (por lo limitado del espacio) el curso histórico que desembocó en el 4F, sus consecuencias, como producto de la lucha del pueblo venezolano en unas condiciones históricas determinadas. Trataremos de repasar brevemente: 1. El fondo de la dictadura del régimen político puntofijista de aquellos tiempos, 2. Las luchas del pueblo en contra de ese régimen corrupto, y 3. Cómo las ideas que las impulsaban no eran la causa, sino la consecuencia, debido al grado de descomposición al que había llegado el capitalismo dependiente venezolano, amamantado por 100 años del ya, para entonces, agotado rentismo petrolero. Todo un cuadro convulsivo agravado por la aplicación a troche y moche del dogma neoliberal, ordenado desde los centros mundiales del capitalismo globalizado imperialista.

Antecedentes:

El inevitable derrumbe del consenso de Washington como expresión, en los hechos, del fracaso del neoliberalismo puso al descubierto la verdadera esencia del Puntofijismo, pacto político de las viejas cúpulas de los partidos de la derecha, que desde 1959 se había impuesto sobre los venezolanos por mandato del imperialismo norteamericano, que en sus vitrinas lo exhibía como el modelo a seguir, como la contrapropuesta al ejemplo que irradiaba la Revolución Cubana en nuestro hemisferio. Para tal cometido se utilizaron los inmensos recursos financieros generados por la explotación neocolonial del petróleo del subsuelo venezolano.

Con el Caracazo, la rebelión popular del 27 de febrero de 1989, el país había podido ver, claramente, dentro de las «vitrinas rotas» (Caldera dixit) por la furia popular lo que verdaderamente era ese desvencijado modelo democrático liberal burgués, de democracia formal, representativa, que a duras penas era solo política, en donde el derecho a votar y a ser elegido –muy reducido- había quedado como la única oferta, pero que terminó escamoteado por la modalidad adeca del «acta mata voto» que le clavó la última estaca. Mediante esa «democracia» se produjo un proceso de acumulación de capital y de todo tipo de groseras riquezas a favor de la llamada burguesía parasitaria, improductiva, compuesta fundamentalmente de importadores, comerciantes y banqueros, que es una especie muy deformada del capital financiero, escandalosamente especulativo, dependiente en condiciones de vasallaje del capital transnacional. En esas condiciones no podía ocurrir algo diferente. Por un lado el puntofijismo facilitó mejores condiciones para que se hiciera más caudaloso el viejo drenaje de la renta petrolera -que por los canales más corruptos- siempre se canalizaba para favorecer a esos sectores privilegiados del país, y, por el otro, en contraste ominoso, se condenaba a la pobreza y a la mayor exclusión social a más del 80% de la población, como lo aseguraban los estudios de aquella época, como los realizado por Fundacredesa, e incluso el BCV de entonces, con sus cifras conservadoras y maquilladas, señalaba un 66.9% de pobreza general y 33% de pobreza extrema.

Como verdaderos agentes del imperialismo norteamericano, las cúpulas corruptas puntofijistas se habían prestado para dejar caer a Venezuela en las redes de las políticas neocoloniales del endeudamiento –a la sazón nueva forma de dominación imperialista-, tal despropósito ocurrió cuando, precisamente, la bonanza petrolera fue mayor (El primer gobierno de Carlos Andrés Pérez es el ejemplo más grotesco de esa política corrupta y entreguista que derrochó los gigantescos ingresos petroleros que entraron al país). Con el país quebrado cerró Lusinchi la década de los 80. Había tenido que suspender los pagos de sus compromisos contraídos con la banca internacional –recordemos cuando dijo cínicamente: «la banca me engaño»-, le pasó esa gigantesca hipoteca a las manos de su sucesor Carlos Andrés Pérez II, quien inmediatamente se dispuso a aplicar el llamado «gran viraje».

El Puntofijismo al verse a sí mismo cayéndose a pedazos se prosternó -sin dignidad alguna- buscando salvación ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), quien le impuso su recetario, el «paquetazo»: la liberación del mercado y la privatización de todos los bienes públicos -en otras palabras, la entrega del país al esquema neoliberal del capital transnacional imperialista-, o sea, desmontar el Estado Nacional, liquidar las obligaciones sociales. Con ese «plan de ajustes» el FMI obligaba, como obligaba a todos los países que cayeron en sus redes, a pagar la inmensa deuda externa que los gobiernos de AD y Copei acumularon, precisamente, como dijo anteriormente, cuando a Venezuela entró la más grande bonanza petrolera jamás conocida. Así el régimen puntofijista adeco-copeyano sometió a nuestro pueblo a la política de shock del FMI (reducción del gasto fiscal, reestructuración del aparato estatal y un control estricto de la gestión presupuestaria) que trajo más explotación, hambre y miseria. El gobierno de Carlos Andrés Pérez, elegido en diciembre del 1988, cabalgando en la más vulgar demagogia y engaño, comenzó a desregularizar las relaciones laborales, eliminó los subsidios, liberó los precios y las tasas de interés, incrementó las tarifas de los servicios públicos, destruyó la seguridad social, redujo la inversión social y comenzó a privatizar empresas y servicios estatales, entre muchas otras medidas antipopulares y entreguistas.

El impacto fue brutal en las condiciones de vida de las grandes mayorías populares. Se generalizó el descontento hasta hacer detonar la reacción del pueblo, quien había perdido la confianza en el gobierno, en los partidos y en todas las instituciones representativas del viejo régimen. La desesperanza cundió en las mayorías populares que se dispusieron a hacer justicia con sus propias manos: 27 de Febrero de 1989, el Caracazo, el gran levantamiento popular que, desde Caracas como un reguero de pólvora, prendió por todo el país. El pueblo sin dirección alguna, sin líderes visibles, se lanzó a las calles en la primera rebelión a escala planetaria contra el neoliberalismo. La reacción del gobierno puntofijista no sorprendió a nadie: salió a proteger los intereses de la vieja oligarquía y demás elites corruptas; utilizó a las Fuerzas Armadas de entonces y a sus cuerpos policiales para masacrar al pueblo. Nunca se supo el número real de víctimas fatales porque las sepultaron sin identificar en grandes cantidades, aún no determinadas, en fosas comunes, como en aquella terrible y tristemente célebre llamada «La Peste».

El Caracazo produjo un despertar en la conciencia de amplios sectores de la sociedad venezolana, incluyendo las Fuerzas Armadas. Aceleró el descontento que se venía incubando dentro de aquellas FAN, donde se venía organizando un movimiento patriótico liderado por el Comandante Hugo Chávez, que el 4 de febrero de 1992 se alzó en insurrección a favor del pueblo. Fue una formidable movilización con el nombre clave de «Operación Ezequiel Zamora», que aquellos jóvenes militares comenzaron a ejecutar desde la tarde del 3 de febrero.

Consecuencias:

El 4 de febrero fue una derrota militar que luego se transformó en un triunfo político cuando el Comandante Chávez, en sólo 45 segundos, logró dirigirse al país por TV. Como jefe asumió plenamente la responsabilidad de la rebelión, algo extraño en un país donde lo normal era que se eludieran las responsabilidades. Calificó a su movimiento de Bolivariano, nacionalista, que luchaba por rescatar la soberanía; electrizó al país cuando expresó que los objetivos no se habían cumplido «por ahora», que en verdad no era una rendición, que la lucha seguiría en otras situaciones hasta el triunfo. Como corolario, por las condiciones históricas y sociales antes descritas, el apoyo masivo del pueblo no se hizo esperar.

La rebelión del Comandante Hugo Chávez y del grupo de oficiales y soldados patriotas ayudó a los venezolanos y venezolanas a reencontrarnos con nuestra identidad de pueblo libertador, con nuestro orgullo, con nuestra grandeza histórica, con la esperanza. Casi inmediatamente el pueblo desbordó las calles en lucha, logró fortalecer la unidad cívico-militar. Ríos humanos desafiaron y enfrentaron heroicamente la feroz represión de los estertores del puntofijismo. La movilización popular obligó al régimen puntofijista a sacar de la «cárcel de la dignidad» al Comandante Chávez.

Después del glorioso 4F el Bravo Pueblo retomó, con mucha fuerza, la reconstrucción del proceso de unidad que Bolívar había edificado para lograr con éxito el objetivo de Carabobo hace 200 años. En unidad marchó con el liderazgo del jefe rebelde por varias fases de la lucha hasta el triunfo electoral del 6 de diciembre 1998; y luego, también junto a él, ese mismo pueblo estuvo activamente participativo y protagónico en la convocatoria y elección de la Asamblea Nacional Constituyente, proceso que dio a luz la Constitución Bolivariana de 1999, el programa del pueblo organizado con el que viene construyendo en paz, venciendo toda tipo de adversidad –golpes de estado, violencia terrorista, bloqueo y todo tipo de agresión imperialista-, la Revolución Bolivariana y Chavista, socialista, que es el legado del jefe del glorioso 4F, Hugo Chávez, y como lo continuamos haciendo hoy con firmeza como pueblo, con grandes sacrificios, con dignidad, frente a la más brutal y criminal agresión del imperialismo, con el liderazgo del Presidente Nicolás Maduro Moros, siguiendo el camino que Chávez trazó hace 29 años.

 

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