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15.Dic.2016 / 10:14 am / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

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En su rol como analista político, José Vicente Rangel ha sido perspicaz al momento de precisar -en diferentes épocas- la ancha brecha de la división que caracteriza a la derecha venezolana cuando de enfrentar a la Revolución se trata.

«María Corina Machado y otros dirigentes de la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) trabajan en un plan para montar tienda aparte en función de una política radical, basada en sus constantes críticas a la cúpula del organismo», escribió en la columna «El Espejo» que este lunes, como cada lunes, publicó en el diario Últimas Noticias.

Un día antes, en el programa «José Vicente Hoy», que modera a través de la televisora privada Televen, puntualizó: «Julio Borges y Carlos Ocariz, dirigentes con mayor peso dentro del partido Primero Justicia, han decidido dar comienzo a un deslinde progresivo con Henrique Capriles Radonski», al considerar que el gobernador de Miranda, también de Primero Justicia, orienta su línea a adueñarse de la candidatura presidencial, «cosa que no está planteada en este momento en el partido».

El mismo día, a través de la misma planta, el diputado Héctor Rodríguez fue categórico en torno al asunto sugiriendo que el conjunto político contrarrevolucionario debe crear una mesa de diálogo propia «para que ellos aclaren sus contradicciones».

Antes, el domingo 30 de noviembre, durante el programa «Diálogo con» que transmite ese canal, el secretario general de la MUD, Jesús Torrealba, acusó de «agallúos» (sinónimo popular de avaro o codicioso) a miembros de esa organización que se deslindaban del proceder grupal para optar por una vía personal.

Pero al contrario de lo que pudiera pensarse, no data de días recientes la división que asesta dolores de cabeza a la contrarrevolución en nuestro país. Históricos son los diferentes y repetidos momentos en que sin pudor alguno ha mostrado las costuras de la pelota, como se diría en términos beisbolísticos.

En lugar de funcionar como una aceitada bisagra para la conquista del poder y el alivio de quienes siguen a sus voceros y voceras, se muestra cual tuerca oxidada contra la que -a excepción del 6 de diciembre de 2015, cuando abrumadoramente se alzó con la mayor cantidad de butacas en la Asamblea Nacional- no parece existir herramienta que la afloje.

Así las cosas, todo pareciera conducir a que el crecimiento del fraccionamiento opositor redunda en beneficio de quienes ostentan el poder político legalmente obtenido y -en sentido contrario- deteriora el sendero de quienes lo buscan.

Pasado segmentado

El primer semestre del año 2014, marcado por la violencia de las guarimbas adversas al Ejecutivo y que dejaron 43 muertos y pérdidas por el orden de los 20 mil millones de bolívares, fue un reflejo de ello. Así lo demostró un sondeo que entre el 4 y el 11 de julio publicó la encuestadora Hinterlaces, empresa que recogió -sin duda alguna- el estado anímico de una población antibolivariana que esperaba de aquellas revueltas el derrocamiento del presidente Nicolás Maduro, ganador de las elecciones del 14 de abril del año anterior.

Aquellos resultados evidenciaron la apreciación según la cual el 77% de los encuestados era testigo de la desunión reinante entre la dirigencia. Tan preocupante como esto -para la cúpula antigubernamental- fue que 52% de los consultados observaron la ausencia de un proyecto de país.

Mes y medio después, el 26 de agosto, otros perfiles hijos de la escasa articulación emergieron a través de una entrega periodística del portal www.bbc.com abierto con una conclusión poco menos que lapidaria: «Mientras el gobierno de Nicolás Maduro enfrenta la peor crisis económica en décadas, la oposición venezolana está dividida, carente de liderazgo y sin estrategia común».

Relató el trabajo que Henrique Capriles, «el excandidato presidencial por la oposición en las últimas dos campañas», direccionaba su discurso para cortejar la base del chavismo (de clara base popular), la exdiputada María Corina Machado, «una de las representantes de la otra ala de la oposición», no escondía una brújula que aún hoy día sostiene cada vez con más fuerza: «No le podemos decir a la gente que tiene que esperar hasta (las elecciones presidenciales de) 2019; el cambio debe ser ahora y en todos los planos democráticos, no solo el electoral».

Como suele ser típico en ella -y también en otras individualidades distantes de la gestión oficial- a sus «planos democráticos» sumó «activar la movilización social con organización de calle, manifestación, presión sobre las instituciones y lucha organizada y pacífica», y otras prácticas en nada parecidas a las enarboladas por Capriles.

Los años sucesivos no sufrieron diferencia alguna, a pesar de haberse impuesto abrumadoramente durante las elecciones del 6 de diciembre de 2015, fecha en la que se hicieron del 65.27% de los votos contra 32.93% de los sufragios rojos.

«La oposición venezolana aglomerada en la autoproclamada Mesa de la Unidad (MUD) dejó ver las diferencias internas que siempre la ha caracterizado, a pocos días de asumir el poder legislativo que será el 5 de enero de 2016», subrayó la multiestatal Telesur el 27 de diciembre. Para entonces, nuevamente Capriles representó una de las trabas dentro del nada armonioso panorama neocolonial burgués.

El dirigente del partido Primero Justicia se refirió al plan denominado «La Salida» (el de las guarimbas) clavando una lanza en la yugular de sus compañeros y compañeras de militancia opositora: «A ‘La Salida’ hay que incluirla en los grandes fracasos nacionales», espetó para agregar luego que se diferenciaba de Leopoldo López (penado por instigar a la violencia durante esa época), porque «apuntamos a cosas distintas».

El mismo mes, un acérrimo enemigo de la Revolución Bolivariana como el escritor peruano Mario Vargas Llosa compartía sus angustias con el diario El País, de España, en ese mismo orden: «Lo peor que podría ocurrirle a Venezuela en estos momentos es una querella interna en la MUD».

Casi un año después, el mismo rotativo europeo, aliado de la oligarquía apátrida venezolana, se hizo eco de la situación que caracteriza a sus pupilos de la derecha tierra adentro.

Así quedó para la historia cuando al reseñar el inicio de la Mesa de Diálogo instalada el 31 de octubre de 2016 entre delegados del Gobierno y sus adversarios, admitió que los encuentros tenían inicio en momentos en que «la MUD no ha llegado a un consenso sobre la cita».

 

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