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30.Dic.2015 / 12:59 pm / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

Quizás por las agitadas circunstancias de la guerra manifestada en los aspectos más concretos de la vida cotidiana o por el aceleradísimo devenir de los acontecimientos políticos durante todo el 2015, no se ha recalcado en su justa dimensión la enorme cantidad de conspiraciones y ataques externos e internos que el presidente Maduro y el chavismo tuvieron que surfear en los últimos 365 días que están por terminar.

En todas las guerras se pierden batallas, no existe nada supremamente espectacular en ello. Y todavía más si observamos con precisión el acumulado reciente de veces en las cuales Nicolás Maduro tuvo que subir al ring (sin poder descansar por medio minuto en la esquina) para enfrentar al enemigo. En contra de Venezuela, y es necesario repetirnos esto hasta el hartazgo, se articularon todos los recursos de guerra (mediáticos, políticos, económicos y diplomáticos) de Estados Unidos en sociedad con sus caporales de antaño: la burguesía local y los sectores de la ultra.

Todo bien diseñado y planificado para intentar erosionar las bases del chavismo y debilitar, en simultáneo, la capacidad de respuesta del Gobierno en el insistente desarrollo de diversos escenarios de conflictividad a todo nivel.

2015 quedará para la historia como el año en que la grandísima maquinaria de guerra internacional se acopló a la perfección y como nunca antes en contra de la fuerza política que representa el chavismo. Por el mismo hecho de no ser un enemigo pequeño y sencillo de reprimir, es hasta de lógica simple que tan poderosa capacidad de engranaje tuviera sus efectos en el corto plazo. El enemigo ganó una batalla importantísima y logró coronar a plenitud un poder importante del Estado venezolano. Sin embargo, asumir linealmente (la flojera siempre es lineal) que ya veníamos perdiendo desde que empezó enero no deja nada para la reflexión, más bien le suma activos importantes a la distribución de culpas y a la inefectividad política de la quejadera en un momento tan complejo como el actual.

Todas las victorias políticas del año 2015 han permitido que aún con una derrota en el lomo mantengamos cierta estabilidad política que permite pensar, diseñar y afinar nuestra ofensiva para el año que viene. Si usted no quiere analizar la realidad política en su contexto global y prefiere echarle la culpa a Nicolás Maduro y Diosdado Cabello por la derrota electoral puede dedicarse tranquilamente a la criticología balurda y simplona, pero recuerde siempre que gracias a esas victorias políticas de 2015 usted puede quejarse sin dedicarle mucho tiempo a preocuparse por las peligrosas tensiones fronterizas impulsadas desde Colombia y Guyana hace meses, o por el asedio internacional antes y después del «Decreto Obama», como tampoco por el súbito renacimiento de las guarimbas que deseaban con todas las ganas poner en peligro (nuevamente) su vida y la de su familia a principios de este año.

1. Difamación mediática mundial

Las corporaciones mediáticas occidentales y sus antenas repetidoras esparcidas a lo largo de todo el planeta se acoplaron con el objetivo de difamar hasta más no poder a Venezuela. No podemos caer en el error de pensar que la mayoría del chavismo se ve afectado o le interesa analizar a profundidad los editoriales de The Wall Street Journal, ABC o The Washington Post. Pero cuando medios como Maduradas, Dólar Today y El Nacional (por tan sólo mencionar tres grandes ametralladoras), en su condición de apéndice de estos grandes medios, fungen en sí mismos como materia prima para azuzar el gran corretaje de chismes, injurias, intrigas y mentiras infundadas por distintas vías en contra del chavismo, la cosa cambia radicalmente: logran (y lograron en buena medida) posicionar en el boca a boca, en la camionetica y en el Metro, al Gobierno como el único factor culpable de la «crisis». Esto es tan guerra mediática como lo es que fuera de nuestras fronteras todos los medios de todos los países (a excepción de los países Alba, algunos de Unasur, Rusia y China) hablan negativamente de Venezuela, situación sólo comparable con los preparativos de la invasión a Libia y Siria. Ante este asedio que jugó hábilmente entre lo mediático y lo real, el chavismo se mantuvo cohesionado. No votó por la manito aun con su legítima arrechera.

2. Coliseo romano en Panamá

En esta misma línea de acción de guerra diplomática, el «Decreto Obama» pretendió jalarle las orejas a toda Latinoamérica para que en ese gran coliseo romano en que Obama quería convertir la Cumbre de las Américas, sirviera como punto de llegada de meses de alharaca mediática sobre el supuesto aislamiento de Venezuela. Nicolás Maduro jugó a cuadro cerrado y en una misma línea discursiva con los presidentes del Alba y dejó a Obama haciendo un esfuerzo impresionante para hacer ver que de verdad sí le importan los problemas migratorios de Centroamérica, el narcotráfico en Colombia y México y los problemas de lavado de capitales en Perú. Obama no recibió ningún apoyo grandilocuente en su agenda antivenezolana en los propios retazos de su patio trasero. Culpa de Maduro.

3. La tenaza fronteriza

Guyana y Colombia representaron dos cartas importantes para el juego geopolítico de Estados Unidos en la región con especial saña hacia Venezuela. Lo que a principios del ataque podía entenderse como parte de una maniobra para elevar el nivel de asedio internacional hacia Venezuela, terminó demostrando en el terreno de la realidad que los objetivos rebasaban la superficie de lo diplomático y lo mediático. Desde Guyana y Colombia se planteaba (y todavía sigue estando esa carta en el tablero para cuando desee ser activada) una invasión controlada y silenciosa en territorio venezolano con el propósito de cercarla, imponerle condiciones desventajosas de negociación del conflicto y descolocarla como una fuerza importante antes y sobre todo después de la Cumbre de las Américas.

Desde Colombia, la penetración del paramilitarismo, el contrabando de extracción y el ataque a la moneda no sólo intentaban desestabilizar al país en su conjunto, sino que también se planteaba la creación de zonas de estados de excepción en el occidente del país donde el reino de la violencia irregular obtuviera un papel preponderante por encima del Estado venezolano y la seguridad nacional que este debe resguardar. Desde Guyana, un buque de una corporación de guerra como lo es Exxon Mobil hizo larga estadía en aguas territoriales venezolanas para realizar actividades de exploración (y futura explotación) de yacimiento de gas y petróleo. En ambas situaciones, Venezuela fue colocada en medios internacionales como un Estado agresor tanto de Guyana como de Colombia. La fiesta duró poco y en la arena diplomática la reducción de tensiones y la estabilización del conflicto mediante las maniobras de Maduro, frenaron la arremetida de la tenaza fronteriza. Otra vez, culpa de Maduro.

4. Lugar común escuálido sobre la «crisis»

Acá se podría lanzar, con fines didácticos únicamente, el lugar común escuálido que siempre trata de rivalizar opiniones cuando se tratan temas de una envergadura tal que superan la comprensión cotidiana del hecho político. ¿Qué importan Guyana y Colombia cuando el problema son las colas? Precisamente. La simultaneidad de esas coyunturas internacionales (que buscarán reabrirse en 2016 con total seguridad) planteaban originariamente que mientras el Gobierno movilizara recursos políticos, declaraciones, atención mediática, movilización política y gestiones para resolver el conflicto, la guerra económica arreciaría desde lo subterráneo. En su carácter de clásica estrategia de guerra, su objetivo era desarticular nuestra atención con respecto a temas nacionales para que nos dedicáramos con plenitud a la agenda geopolítica de sabotaje del enemigo.

Nicolás Maduro forzó la barra de la diplomacia convencional y logró vencer la agenda en tiempo récord. Ahora bien, con los precios del petróleo literalmente por los suelos y una guerra económica brutalmente agresiva, nuestra capacidad de respuesta se vio enormemente afectada. Sin embargo, afirmar igualmente que el Gobierno «no hizo nada» desdibuja del contexto las condiciones internas y externas que se conjugaron para debilitarnos. Hicimos lo que pudimos. Impedir de facto que los objetivos del enemigo de triturarnos el estómago se cumpliera, es un dato político que debemos resguardar. No estábamos luchando contra acaparadores o especuladores nada más, sino contra toda una maquinaria de guerra global que sobrepasó parcialmente nuestras capacidades de respuesta. Todo está relacionado en el contexto de la guerra.

5. El tiempo político y el (fallido) «Golpe Azul»

Ya a estas alturas parecería como si estas coyunturas hasta acá comentadas se hubieran dado en un lapso mayor al de un año. Pero no. Fueron 365 días de asedio permanente que preconizan una arremetida de mayor envergadura para los 365 días que han de venir. Como si fuera poco todas las grandes coyunturas acá comentadas, acompañadas con sus pequeñas batallas en medio y en simultáneo que exigen una mayor extensión de este artículo para describirlas con detalle, el enemigo no se conformó con estrategias mediáticas, diplomáticas, económicas, financieras y de invasión controlada para atacarnos. El «Golpe Azul», por el cual está preso Ledezma y la causa de por qué se le retiró la inmunidad parlamentaria a MariCori, planteaba bombardear Miraflores. Sí, no es ciencia ficción ni parte de un documental sobre Salvador Allende: el enemigo tenía todo listo y preparado para caerle a bombazos al palacio presidencial venezolano y para asesinar a Nicolás Maduro en el transcurrir del evento. El plan fue desactivado como todos los anteriores. Nuevamente, culpa de Maduro.

Como decíamos al principio. Dedicarle tiempo a la queja y la criticología y no a la planificación de nuestra ofensiva, refuerza el complejo momento por el cual estamos atravesando. Nos derrotaron el 6D, pero sin estas victorias políticas no habría habido elecciones, campañas y resultados electorales, sino la ejecución libérrima y sin contemplaciones del plan que hoy se aplica en Siria y que ya fue aplicado en Libia: la guerra civil global anclada con saña en países que desafían los planes de Estados Unidos.

Los preparativos no terminaron, pero que hoy el chavismo pueda discutirse, plantearse, preguntarse y planificarse no es de gratis, es producto de una batalla campal donde el directorio y el chavismo hicieron lo que tenían que ser en condiciones jodidamente adversas.

Ahora que estamos en la esquina agarrando aire esperando que suene nuevamente la campana, aprovechemos el tiempo para planificar un nocaut fulminante. No sería la primera vez.

Misión Verdad

 

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