Noticias / Memorias

Foto: Archivo

El 26 de agosto de 1914 nació en Bruselas, Bélgica, el escritor revolucionario y creador de la utopía posible, Julio Cortázar, quien fue defensor de los procesos revolucionarios en Latinoamérica y del papel de los intelectuales en los mismos. Fue reconocido mundialmente por su novela Rayuela (1963) y por revolucionar la escritura argentina y del activismo de la izquierda.

Cortázar desarrolló su pasión por la literatura desde pequeño, y a pesar de que en su juventud no mostró interés por los procesos políticos que vivía el continente, terminó siendo un escritor revolucionario que ansiaba la dignidad de los pueblos en su lucha de liberación política y económica. En 1981, en el Encuentro de los Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra América, realizado en la Casa de la Américas, manifestó que los intelectuales revolucionarios tenían el deber de “pulir el uso de la expresión para combatir eficazmente contra los enemigos externos e internos de los pueblos”.

Consideraba que una de las tareas fundamentales de los procesos revolucionarios en curso debía ser la alfabetización del pueblo -tal y como se estaba realizando en Cuba y Nicaragua con la Revolución Cubana y la Revolución Sandinista respectivamente- y en 1974 fue galardonado con el premio Médicis étranger por el Libro de Manuel(1973); entregó el dinero del premio al Frente Unificado de la Resistencia Chilena y manifestó en varias oportunidades su apoyo a la gestión de Salvador Allende. En una oportunidad expresó: “La Revolución Cubaname mostró de una manera cruel -y que me dolió mucho- el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política. Por lo que poco a poco los temas políticos se fueron metiendo en mi literatura”.

“No te dejes comprar, pibe, pero tampoco vender”, escribió en su poema No te dejes, refiriéndose a que hay que resistir las extorsiones de editoriales multinacionales. A finales de 1970, Cortázar le hizo oposición a la dictadura argentina de José Rafael Videla, y, en 1983 publicó Nicaragua, tan violentamente dulce, afirmando que la utopía es posible, y que la política y la moral son indisolubles.

Con el mazo dando

 

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