Opinión

4.Oct.2021 / 04:09 pm / Haga un comentario

 

 

Por: Alfredo Carquez Saavedra

Las ratas abandonan el barco cuando perciben que se va a pique. El viejo proverbio chino tan usado en diálogos de novelas, obras de teatro, películas y series de televisión, ha sido puesto en práctica, una vez más, por la dirigencia de los partidos del fascismo criollo.

 

Y la demostración más clara de que el dicho arriba mencionado es cierto, podemos constatarla leyendo las declaraciones que, acerca de la desastrosa situación de Monómeros de Venezuela, han salido de la boca de los propios verdugos de esta filial

filial de Pequiven, ubicada en Barranquilla, Colombia.

 

Debe destacarse que la huida masiva de los roedores (con dos patas vestidos con corbatas y costosos trajes), ha ido acompañada de mordeduras y arañazos a diestra y siniestra, o mejor dicho, de una especie de guerra comunicacional fratricida llevada a cabo por un sector de los cómplices y promotores de la toma (robo al cuadrado) y posterior entrega de la citada empresa venezolana al gobierno colonial y narcoparaco de Iván Duque.

 

Así vemos como desde Primero Justicia se ataca a Voluntad Popular y viceversa. Julio Borges, disfrazado de cordero arremete en contra de Juan Guaidó y Leopoldo López, quienes vestidos de angelitos, acuden la estrategia de encender el ventilador para salpicar a quienes corresponda.

 

En tanto, otros roedores permanecen en silencio mientras intentan escapar de la nave opositora que hace aguas. Henry Ramos Allup,  dueño eterno de una parte de Acción Democrática, hace mutis; al igual que su excompañero de partido y jefe único de lo que queda de Un Nuevo Tiempo y conocido sabio, Manuel Rosales.

 

Caído el árbol, los monos se dispersan, advierte otro refrán, también chino. Esto es precisamente lo que sucede en las filas del G4. Los dimes y diretes relacionados con la entrega irresponsable de Monómeros a Colombia,  simplemente es un ejemplo de cómo puede llegar a comportarse  un grupo de “políticos” que, sometidos a los mandatos de potencias extranjeras, con un desmedido y enfermizo amor por los dólares, entran en pánico cuando entienden que ha cambiado la dirección del viento y tratan de salvar sus haberes y nombres antes de que se concrete el naufragio y tengan que rendir cuenta de sus acciones.

 

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