Opinión

23.Jun.2019 / 10:39 am / Haga un comentario

bachelt

Por: Clodovaldo Hernández

Las reacciones ante la visita de la Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, son una excelente oportunidad para analizar varios de los principales problemas que sufre la oposición venezolana. Algunos de esos males son de larga data, mientras otros son relativamente recientes.

Pongamos de primero el más viejo y severo de esos problemas: no saben perder. Cuando la derrota les cae encima se ponen furiosos, buscan desesperadamente a quién echarle la culpa, entran en estado de negación, dicen que les jugaron sucio y se victimizan.

En el caso que nos ocupa se vio de todo esto un poco. La ultra de la ultra (algo así como “el este del este” del espectro político) reventó de rabia. Hicieron llover insultos sobre la expresidenta chilena, pero sobre todo, bañaron de estiércol a los dirigentes opositores que aceptaron participar en las reuniones de Bachelet.

Otros, un poquito menos ultra, le cayeron encima a su hasta no hace tanto talentosísimo líder. Sus opiniones pueden resumirse en cuatro palabras: Guaidó es otro inepto.

En el lado que también es ultra, pero que en este caso posa de moderado, es decir, en el bando del autoproclamado, apelaron a la negación de la derrota, a ver el vaso medio vacío aunque todo parece indicar que está completamente vacío. Cosas de óptica.

Por supuesto, no faltaron los que atribuyeron el fracaso a una conjura del comunismo internacional, al que Bachelet pertenece desde que era carajita.

Un segundo problema que se puso en evidencia en este episodio es que la derecha no solo está perdiendo en el escenario interno de Venezuela, sino que de un tiempo a esta parte, ha encajado varios reveses en un ámbito en el que antes reinaba a placer: la burocracia diplomática multilateral.

Contrario a lo que dicen quienes pretenden satanizar a Bachelet por sus supuestas simpatías con el chavismo, este no es el primer resultado frustrante que la oposición y sus jefes globales (decirles “aliados” no parece muy ajustado a la realidad) se llevan en lo que va de año. Tres intentos fallidos de condenar a Venezuela en el Consejo de Seguridad de la ONU (uno de ellos capitaneado en persona por el vicepresidente de EEUU, Mike Pence) no son conchas de ajo. Tampoco lo es el nulo balance de los histéricos empeños de Luis Almagro en la Organización de Estados Americanos ni tampoco lo ocurrido en la Conferencia del Desarme del Consejo de Derechos Humanos  de la misma ONU.

La derecha nacional y global se había acostumbrado a aplastar al gobierno venezolano en esos escenarios, pero ya no está resultando tan automático. Y la dirigencia, en lugar de preguntarse por qué les está pasando esto, reinciden en las conductas del mal perdedor, antes descritas.

Otra enfermedad opositora que muestra sus síntomas en el capítulo Bachelet es también de las muy antiguas: subestimar al contrincante. Cada vez que se avecina un momento como el referido, se muestran seguros de que le van a dar una verdadera pela al gobierno, basándose en su acendrada creencia de que los chavistas son todos imbéciles y que no saben nada de relaciones internacionales, protocolo, etiqueta y ese tipo de cosas. Pero resulta que las artes de la política y la diplomacia del adversario se despliegan y, en los resultados, se invierten los papeles. Siempre les pasa lo mismo y nunca corrigen. Soberbia le dicen a eso.

Otro problema de los líderes opositores es que se confían excesivamente en que su relato acerca de lo que ocurre en el país es aceptado como bueno por todos en todas partes. En ese sentido tal vez la culpa no sea tanto de los dirigentes, sino de la maquinaria mediática que se esfuerza día y noche por imponer eso que ahora llaman “la narrativa” de los dirigentes demócratas y pacíficos que luchan valientemente contra una dictadura. Esa historia hace aguas por todos lados: las evidencias indican que ni la dirigencia es tan democrática y pacífica como ella misma se pinta ni la dictadura es tan dura como se pretende. Los sucesos atroces de 2017, cuyo emblema es la quema de personas vivas y otras modalidades de linchamientos, se han visto complementados este año con el fallido golpe de Estado del 30 de abril para sembrar la duda entre los más convencidos y para alejar a los que estaban por ahí, en la periferia.

Cerremos esta somera revisión con una deficiencia muy grave que la oposición mostró durante esta visita de la Alta Comisionada: el respaldo popular de calle está en unos niveles realmente modestos, para decirlo de una forma que no desentone con el ambiente diplomático que dejó Bachelet. En palabras más directas, si la ilustre visitante hubiese sido recibida en Caracas por una de las supermarchas con las que tantas veces amenazan los dirigentes, tal vez se habría animado a respaldar el cuento de que la oposición tiene el respaldo de la inmensa mayoría del pueblo. Pero si todas las manifestaciones son por Twitter, ¿qué quieren que haga esa señora?

La IguanaTV

 

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