Opinión / Reinaldo Iturriza

29.Sep.2014 / 01:42 pm / Haga un comentario

Foto: Archivo

Yo lo que soy es un tipo que escribe. No tengo vocación de ministro. La revolución que estamos haciendo es una que me permite escribirlo sin que me cueste el cargo. Es que nunca se ha tratado de cargos ni de títulos. Se trata de responsabilidad. De hacernos responsables de nuestros actos, de nosotros mismos.

Uno de los pecados originales del antichavismo consiste en desconocer que el chavismo tiene su origen en un acto de responsabilidad. El antichavismo está hecho de esa materia que hace a los incapaces de comprender que alguien se haga responsable de un acto de rebelión.

Cuando asumí Comunas, en abril de 2013, no aspiraba ningún cargo. Lo hice porque juzgué que no tenía más alternativa que asumir la responsabilidad. ¿Cómo dejar solo a un hombre como Nicolás? ¿Cómo mantenerme al margen en un momento que exigía de nosotros dar un paso al frente?

En casa dejé no sólo a mi Ainhoa Michel de cinco meses y a mi Sandra Mikele de doce años. También dejé casi listo mi libro sobre «El chavismo salvaje». Había comenzado a trabajar en un libro sobre la militancia (apenas logré escribir un artículo en tres partes intitulado “Para pensar la militancia”) y estaba gestando otro para el que ya había decidido título: «Historia del pueblo venezolano». Había reunido algún material para un libro sobre deporte y política. Tenía proyectado otro libro a partir de los escritos donde menciono a mis hijas: un libro ilustrado, tipo cuento infantil.

Mi relación con Comunas fue desde el principio muy intensa. Una relación apasionada. Me reencontré, de muchas formas, con la calle. Puede decirse que me reconcilié con el pueblo organizado, al que, debo decir no obstante, nunca dejé de amar y admirar profundamente. Estar en Comunas me permitía, por supuesto, contribuir en algo, pero sobre todo aprender. Aprender y desaprender. Desaprender para contribuir más y mejor.

Creo que fue en una reunión con facilitadores y facilitadoras de la Escuela de Formación del Poder Popular que hablé por primera vez de un libro que, llegado el momento, y según lo acordado, escribiré junto a Carola Chávez: uno que cuente la historia de lo que el chavismo ha significado para nosotros.

El chavismo ha significado para mí desaprender los valores propios de la clase media: su pretendido «cosmopolitismo», su apego al individualismo, su vergonzoso arribismo, su desclasamiento; desaprender buena parte de la cultura política de izquierda: su autoritarismo en nombre de la «disciplina», su afición por las lecturas manualescas, la soberbia característica de las «vanguardias» que juran que van iluminando tanta masa inculta, ignorante, que yace en la oscuridad; y por último, desaprender los usos y costumbres del «intelectual», en el sentido más tradicional del término, que es lo que resulta de sumar la circunstancia de ser un universitario graduado con honores, proveniente de la clase media y con experiencia en la militancia en un partido de izquierda.

Intelectual, clase media y militante de izquierdas, prácticamente estaba condenado a repetir el manido libreto del idiota que se cree más que el resto porque aprendió a despreciar cualquier cosa que se identificara con lo popular. Intelectual de izquierdas, sin más ambición que terminar de columnista dominical de El Nacional.

En esa andaba hasta que se rebeló Chávez, como ya lo había hecho el pueblo tres años antes. En esa andaba hasta que me hice chavista. Y poco a poco fui dejando de ser lo que era, un ser humano formado en los prejuicios y valores de una sociedad en decadencia. De ser un hombre que se conformaba con casi nada, me fui convirtiendo en uno que, como la mayoría del pueblo venezolano, deseaba cambiarlo todo.

Hoy puedo decir que me siento un hombre mejor que ayer. No mejor que nadie, sino mejor de lo que fui. Un hombre con menos prejuicios, sin complejos.

Sin complejos hablo de lo que ignoro, porque es la manera más chavista que conozco de expresar mi férrea voluntad de aprender y seguir desaprendiendo. La manera más responsable, también. Para seguir aportando, ahora desde Cultura. Con la certeza de que ya habrá tiempo para dedicarme a lo que más me gusta.

Yo lo que soy es un tipo que escribe. Uno que hoy les escribe: allá ustedes con sus ínfulas de superioridad, con su odio sin remedio. Allá ustedes con sus complejos.

 

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