Opinión

28.Ago.2017 / 03:13 pm / Haga un comentario

Por: Ildegar Gil

El 23 de enero del año 2011 publiqué, en este mismo espacio, mi rechazo al malandreo que tres días antes había ejecutado Julio Borges hacia el presidente de la Asamblea Nacional, AN, Fernando Soto Rojas. Envalentonado por la recién adquirida condición de diputado, apuntó al rostro del insigne revolucionario quien, consciente de la inferioridad del bisoño curulista, prefirió dejar las cosas de ese tamaño. A esas alturas del juego, y no obstante los nueve años que para entonces ya habían transcurrido, sobre Borges ya pesaba (y pesará siempre) la rayota que lo marcará como uno de los impulsores del golpe de Estado contra el Comandante Hugo Chávez.

Seis años luego, retomo la figura de quien se autocalifica presidente de la AN. ¡Cómo se nota que ha pasado el tiempo! Ahora se cree un grandeliga y sus bravuconadas ya no son contra alguien en particular, sino contra todo un pueblo, incluyendo al sector que él dice defender y representar. Las sanciones anunciadas por Estados Unidos contra la Patria lo han hecho delirar de emoción, como se nota en los textos que colgó en el Twitter del Parlamento el viernes 25/08/17, día en que fueron anunciados por sus jefes en Washington.

Sin disimulo alguno y con absoluto desarraigo del gentilicio criollo, manipuló el contenido de las sanciones gringas, acusando de las mismas al presidente Nicolás Maduro. Obvió, como era lógico que lo hiciera, sus permanentes contactos con el Gobierno de Donald Trump, ante quien se arrodilló en reiteradas ocasiones rogando la aplicación de las medidas. De buenas a primeras, se le olvidó que en mayo él mismo admitió en su cuenta personal (@Julio Borges) haberse reunido con el vicepresidente de EEUU, Mike Pence. Esa vez, la Casa Blanca emitió un comunicado en el que se lee: “Concordaron en la necesidad de concluir la crisis de manera rápida y pacíficamente”.

Sobre este personaje recaerá –de forma aplastante–, la responsabilidad histórica de cuanto ocurra a nuestro pueblo a consecuencia de la arremetida imperial que él estimuló. Si historia quería, historia ganó. Lástima (para él) que le correspondió la que se escribe por la puerta de atrás.

¡Chávez vive…la lucha sigue!

 

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