Opinión / Ildegar Gil

26.Oct.2021 / 12:20 pm / Haga un comentario

David Nieves está en la lista de quienes nunca se irán. El 25 de octubre de 2021 quedará como la fecha en que tomó el autobús y le dio por dar una vuelta. Recrear la vista desde una ventanilla así, en medio del tránsito pesado, el ruido y hasta el humo, tiene sus placeres. David lo sabe. Menos no se puedes esperar de quien creció en La Pastora «gozando una bola» como él mismo lo dijo a Teresa Ovalles, en entrevista concedida cuando el calendario de su vida marcaba 68 años de transcurrida su existencia.

Desde chamo, estuvo entre mis héroes. Enterarme, básicamente entre corrillos, de sus proezas políticas despertó la admiración de alguien quien como yo ya estaba inoculado con la fiebre de los cambios necesarios a favor de las mayorías maltratadas por el régimen de entonces. David, a quien nunca tuve el placer de conocer más allá de tales corrillos, y de la prensa, figuraba entre quienes encarnaba tal aspiración.

En 1.978 pude demostrar, en los hechos, la validez de mi juvenil postura. Diciembre de ese año marcó la llegada de las elecciones y mi primer voto parlamentario fue para él. ¡Mayor satisfacción, carajo! Saqué a David de la cárcel. La avalancha de sufragios por su liberación fue de tal magnitud, que el oprobio representativo de entonces se vio imposibilitado de escamotear la victoria popular de aquel día, como acostumbraba hacerlo en cada proceso electoral.

Cinco años después, tal vez vez un poco menos o un poco más, lo vi en la esquina Principal. Su voz retumbó en esa zona caraqueña cuando respondió al saludo de otro joven a quien indiscutiblemente conocía. ¡»Epa, camarada», le indicó con altivez, orgullo y aplomo militante.

En ese instante entendí perfecta y cabalmente que también yo podía decirlo en voz alta donde fuera, a la hora que fuera y delante de quien fuera. Que mi sentir político no era delito ni ofensa aunque ello, en su momento, significó el sacrificio de la libertad y la vida misma de mujeres y hombres que osaron incursionar en el mismo «pecado» liberador.

Desde aquel día, alimentado también por el tema Camarada de Alí Primera, el término se adhirió en mi verbo como la religión y la fe en el creyente.

Por ahora, David, mientras vas en el autobús, quiero que recibas mi agradecimiento por aquella mayúscula lección aprendida y aprehendida al fugaz pasar de valiosos segundos en mi vida. Acepta, de regalo, esta estrofa del panita falconiano en honor a aquel momento del que nunca tuviste conocimiento:

Hay que armarse con la luz
para vencer la oscurana
así lo enseñó Jesús
nuestro primer camarada.

¡Venceremos David. Venceremos!

 

 

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