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5.Oct.2014 / 02:39 pm / Haga un comentario

1889 fue el año en el que la capital de Francia, París, vio nacer a la destacada escritora, Ana Teresa Parra Sanojo, una de las más brillante representantes de la literatura moderna y quien se dedicó a mostrar lo más profundo de la vivencia venezolana.

Haber nacido en tierra europea se produjo luego de que sus padres, Isabel Sanojo Ezpelosín y Rafael Parra Hernáiz, se trasladaran a Francia por el nombramiento de este último como cónsul de Venezuela en Berlín.

Sus primeros escritos se publicaron bajo el seudónimo de “Fru Fru”, en el año 1915, desde una revista en la capital francesa, abriendo paso a un largo camino como artista de la literatura.

La muerte de su padre en 1900 fue motivo por el cual se trasladó con su madre y hermanos a España, Valencia, lugar donde en 1902 pudo iniciar sus estudios, dejando una profunda huella en su carrera como escritora.

En 1907 llegó a Venezuela donde dio muestra de su ingenio al obtener un premio literario a los 14 años. Luego regresó a Francia (1915), con una personalidad ligada entre la nobleza del campesino venezolano y el espíritu parisino.

Teresa de la Parra

‘Teresa de la Parra’ escribió dos novelas que la dieron a conocer en toda América: Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca. La primera, planteó en el país el drama de la mujer frente a una sociedad que no le permitía tener voz propia y cuya única opción de vida era el matrimonio legalmente constituido. Esto resaltó su gran personalidad de irreverencia.

Mientras que, Memorias de Mamá Blanca estuvo inspirada en los recuerdos personales y en las vicisitudes de su propia familia, vividos en los campos venezolanos antes de establecerse en la ciudad de Caracas.

Sus dos novelas tuvieron una amplia difusión en Francia, España e Hispanoamérica, luego de su publicación en los años veinte, lo que la hizo acreedora de los principales homenajes para la época “Miguel de Unamuno” y “Juan Ramón Jiménez”.

Si algo caracteriza la escritura de La Parra es su limpidez y transparencia. Su narrativa nació por su rechazo a la literatura de ese entonces, de hecho, ella misma admitía, que el arte de su época no le decía absolutamente nada.

Luego de dictar conferencias, sobre la formación de la mujer americana, en distintas partes del mundo como: Cuba, Colombia y Panamá le fue diagnosticada la enfermedad de tuberculosis.

Recibió tratamientos en Suiza (1935) y luego se fue a Madrid donde escribió su último diario y además estuvo acompañada por su amiga Lidia Cabrera quien la abrazó hasta su final suspiro el 23 de abril de 1936, a la edad de 46 años.

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