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3.May.2016 / 01:49 pm / Haga un comentario

Foto: Archivo

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Lo interesante del documento -cual si fuera la declaración de intenciones de un proyecto histórico, o un texto que revelará claves a la arqueología por venir- es la redundancia de sus signos, lemas, colores y encuadres, datos que lo transforman de un simple retrato a un manifiesto ideológico.

La foto compartida 6.556 veces en la red social Instagram lleva una poderosa leyenda que la explica. La imagen, que muestra a la primera dama de la Asamblea Nacional junto a los estudiantes del Instituto Cumbres de Caracas tiene como corolario, en forma de hashtag monolítico, el siguiente lema: «Esto es Democracia, Arriba Venezuela».

El primer dato lo ofrece el encuadre utilizado. Un plano contrapicado, una decisión artística con una importante carga semántica. Dicho plano tiene como finalidad expresa acentuar el rol simbólico del protagonista del encuadre: la Primera Dama de ese edificio republicano, de esa -vieja- democracia guzmancista, acompañada del futuro -joven- de ese país que señala la leyenda. Arriba. Venezuela.

Pero la Venezuela de ellos.

Decía Rigoberto Lanz que el signo nunca es neutro. Y esta pieza de relojería ideológica colgada en las redes sociales por Diana D’Agostino no tiene desperdicio para cualquier ejercicio de psicoanálisis social.

No vamos a incurrir en la necedad de juzgar a los autores de la foto. Los autores, y protagonistas del retrato, cumplen con un gesto histórico que los ha definido como clase: concretar desde su yo social, un selecto club que ellos llaman Venezuela, construir con sus rostros, mensajes, y lemas la práctica política de lo que a su parecer debería ser la democracia. Obviamente. A su medida. Y encuadre.

Tampoco es extraño que la locación sean las escaleras de un edificio guzmancista. Fue Guzmán Blanco, que tras la Guerra Federal que exterminó a las viejas familias mantuanas y terratenientes, quien se encargó de empoderar a los grupos familiares extractivistas -y transformados en eternos proveedores del Estado- que ahora hacen vida en las bancadas de la Asamblea Nacional Restauradora. El cuadro de la red Instagram de la Primera Dama, más que una simple foto es un retrato familiar.

Es aquí donde otro axioma de la teoría de la comunicación se ejecuta de manera lapidaria. El medio es el mensaje. En su llaneza, pero en lo directo e ideológicamente perverso, el dispositivo Instagram nos revela su trampa seductora. Un raro demonio que nos dice con una sonrisa amarilla: «Sé como yo, habla como yo, sonríe como yo». ¿Qué bien les quedan estas cosas al capitalismo -así sea chambón y extractivista como el venezolano-, verdad?

La verdadera incógnita que revela la sonrisa congelada para la eternidad de la Primera Dama, y sus alumnos de Cumbres de Caracas, no es si ellos son la verdadera democracia, o la Venezuela de arriba. Lo aterrador de esta esfinge de redes sociales es la pregunta que se devuelve a los que se definen del lado del pueblo y su lucha contra este bloque nefasto y centenario, pero que copian los gestos estereotipados -e increíblemente eficaces- de estos mamotretos ideológicos.

¡Di whisky!

Misión Verdad

 

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