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20.Mar.2023 / 06:18 pm / Haga un comentario

Foto: Prensa PSUV

Por: Geraldina Colotti

Tras una larga y profunda investigación que duró meses, la Policía Nacional Anticorrupción (PNA) instó al Ministerio Público a detener a «algunos ciudadanos que cumplían funciones en el poder judicial, en la industria petrolera y en algunas alcaldías del país». Personas sospechosas de «graves hechos de corrupción administrativa y malversación de fondos», que han «violado el sagrado juramento de honestidad, moral y ética», lesionando así «los intereses y necesidades de la república y sus habitantes». Así se supo de un comunicado de la propia Pna, difundido por el ministro de Comunicaciones, Freddy Ñañez.

Entre especulaciones y consideraciones, la noticia está haciendo discutir al país, en este año de preparación para las elecciones presidenciales de 2024. La prensa de derecha publica una lista con los nombres de los detenidos. Interpreta los resultados de la investigación sobre la base de «luchas internas» entre sectores del chavismo. Se relanzan las encuestas habituales sobre la corrupción, elaboradas por las ONG habituales sobre la base de la «percepción» (obviamente, ningún corrupto o corruptor se lo va decir al periodista).

Estadísticas que carecen de comparación entre los «datos» de hoy y los existentes en la Cuarta República, cuando los niveles de corrupción eran estratosféricos e involucraban a las altas esferas del poder, como lo demuestra la destitución de algunos presidentes o su juicio político (Jaime Lusinchi o Carlos Andrés Pérez). Con la habitual falta de vergüenza, levantan cabeza hasta los ladrones de la oposición “guaidosista”, que han desangrado los recursos del Estado, robando el dinero del pueblo y pidiendo a sus padrinos que lo estrangulen.

La intención es clara: crear la idea de que el socialismo bolivariano es irreparablemente corrupto, por lo tanto no creíble en ninguna de sus autoridades e instituciones; respaldar la relevancia de las «sanciones» emitidas por EE. UU. a funcionarios venezolanos por corrupción, etc.; insinuar la duda y la desconfianza: si los líderes roban, ¿por qué no ha de hacerlo el militante?

Mientras tanto, el presidente Nicolás Maduro ordenó la reestructuración de Sunacrip, la Superintendencia Nacional de Criptoactivos y Actividades Conexas. Esta es la estructura que organiza el suministro de petro, la moneda digital venezolana, respaldada con el valor del petróleo y otros minerales. El Estado -dijo Maduro- está obligado a adoptar todas las medidas a su alcance “para proteger al pueblo venezolano de los efectos negativos de la agresión multifacética que se desarrolla contra el país”.

Como diciendo: al imponer medidas coercitivas unilaterales, el imperialismo crea una situación de crisis, multiplica la necesidad de triangular para procurarse lo necesario en los mercados internacionales, y extiende sus tentáculos hacia quienes han perdido la conciencia del bien común.

La corrupción es un pulpo que intenta socavar desde dentro la revolución bolivariana, que, sin embargo, aún con esta operación, demuestra que tiene dentro los anticuerpos necesarios para expulsar la parte podrida. El principal reactor es el Partido Socialista Unido de Venezuela que, al inicio de su declaración de apoyo al operativo anticorrupción, colocó las palabras del presidente, seguidas de las del vicepresidente del partido, Diosdado Cabello.

Tras una larga y profunda investigación que duró meses, la Policía Nacional Anticorrupción (PNA) instó al Ministerio Público a detener a «algunos ciudadanos que cumplían funciones en el poder judicial, en la industria petrolera y en algunas alcaldías del país». Personas sospechosas de «graves hechos de corrupción administrativa y malversación de fondos», que han «violado el sagrado juramento de honestidad, moral y ética», lesionando así «los intereses y necesidades de la república y sus habitantes». Así se supo de un comunicado de la propia Pna, difundido por el ministro de Comunicaciones, Freddy Ñañez.

Entre especulaciones y consideraciones, la noticia está haciendo discutir al país, en este año de preparación para las elecciones presidenciales de 2024. La prensa de derecha publica una lista con los nombres de los detenidos. Interpreta los resultados de la investigación sobre la base de «luchas internas» entre sectores del chavismo. Se relanzan las encuestas habituales sobre la corrupción, elaboradas por las ONG habituales sobre la base de la «percepción» (obviamente, ningún corrupto o corruptor se lo va decir al periodista).

Estadísticas que carecen de comparación entre los «datos» de hoy y los existentes en la Cuarta República, cuando los niveles de corrupción eran estratosféricos e involucraban a las altas esferas del poder, como lo demuestra la destitución de algunos presidentes o su juicio político (Jaime Lusinchi o Carlos Andrés Pérez). Con la habitual falta de vergüenza, levantan cabeza hasta los ladrones de la oposición “guaidosista”, que han desangrado los recursos del Estado, robando el dinero del pueblo y pidiendo a sus padrinos que lo estrangulen.

La intención es clara: crear la idea de que el socialismo bolivariano es irreparablemente corrupto, por lo tanto no creíble en ninguna de sus autoridades e instituciones; respaldar la relevancia de las «sanciones» emitidas por EE. UU. a funcionarios venezolanos por corrupción, etc.; insinuar la duda y la desconfianza: si los líderes roban, ¿por qué no ha de hacerlo el militante?

Mientras tanto, el presidente Nicolás Maduro ordenó la reestructuración de Sunacrip, la Superintendencia Nacional de Criptoactivos y Actividades Conexas. Esta es la estructura que organiza el suministro de petro, la moneda digital venezolana, respaldada con el valor del petróleo y otros minerales. El Estado -dijo Maduro- está obligado a adoptar todas las medidas a su alcance “para proteger al pueblo venezolano de los efectos negativos de la agresión multifacética que se desarrolla contra el país”.

Como diciendo: al imponer medidas coercitivas unilaterales, el imperialismo crea una situación de crisis, multiplica la necesidad de triangular para procurarse lo necesario en los mercados internacionales, y extiende sus tentáculos hacia quienes han perdido la conciencia del bien común.

La corrupción es un pulpo que intenta socavar desde dentro la revolución bolivariana, que, sin embargo, aún con esta operación, demuestra que tiene dentro los anticuerpos necesarios para expulsar la parte podrida. El principal reactor es el Partido Socialista Unido de Venezuela que, al inicio de su declaración de apoyo al operativo anticorrupción, colocó las palabras del presidente, seguidas de las del vicepresidente del partido, Diosdado Cabello.

“La ética y los valores revolucionarios frente a la corrupción y el burocratismo. Vamos a desenmascarar los antivalores del capitalismo y la indolencia. Cero tolerancia a la corrupción y la traición a la Patria… Que caigan todos los bandidos y bandidas que creen que con un carnet van a poner en duda la honestidad de la Revolución”, dice Maduro. Y de igual manera declara Diosdado: “Hay que luchar contra la corrupción, nosotros no podemos permitir eso, cuando se detecte, hay que denunciarlo y actuar. Un revolucionario tiene que poder ver a los ojos a quien sea porque no tiene rabo de paja, la militancia del Psuv son los principales ojos del partido en todo el país».

Decía el Che que uno de los mayores dramas del dirigente, es “que debe combinar un espíritu apasionado con una mente fría, y debe saber tomar las decisiones más dolorosas sin que se le contraiga un solo músculo».

El comunicado del Psuv pasa luego a recordar las enseñanzas de Bolívar y la acción de Chávez contra la corrupción. “La única manera de acabar con este desorden es dictar medidas fuertes y extraordinarias”, dijo entonces el Libertador. En el mismo espíritu, el Psuv expresa su “firme y total apoyo a las acciones del Estado venezolano para fortalecer la lucha contra la corrupción, flagelo que pretende atentar contra la moral, los principios y los valores de la República Bolivariana”.

El Psuv, al igual que su presidente, “no está pues dispuesto a indulgencia alguna con quienes han traicionado los principios fundamentales de nuestra condición venezolana, patriótica, los principios y valores que nos han permitido librar batallas victoriosas contra un imperio genocida”. Ninguna indulgencia «con quienes han traicionado la confianza de toda una nación en el ejercicio de una función pública y que deben asumir las consecuencias de sus actos ante la justicia».

Tal conducta delictiva -prosigue el Psuv- «no corresponde en modo alguno al comportamiento de los hombres y mujeres que forman parte del Proyecto Histórico Bolivariano»: militantes de sólida moral, entregados a la lucha revolucionaria, socialista, humanista y bolivariana, para construir “un futuro próspero, justo, de igualdad, libertad, democracia y plena independencia para las generaciones presentes y futuras”.

Pero, ¿dónde se origina la corrupción, por qué se infiltra también en las filas de los revolucionarios y qué se puede hacer para erradicarla, además de perseguirla con firmeza como exhortaba Bolívar?

Ciertamente se puede considerar la naturaleza compleja del ser humano o recordar las reflexiones de Aristóteles sobre el buen gobierno y el bien común, ya que la corrupción implica la primacía del interés individual sobre el colectivo. También podemos recordar la frase del keynesiano John Kenneth Galbraith: «La corrupción es inherente al sistema capitalista, porque la gente confunde la ética del mercado con la ética propiamente dicha».

Sin embargo, el análisis de Marx (Miseria de la Filosofía) sigue siendo insuperable: “Por último, llegó finalmente un tiempo en que todo lo que los hombres habían considerado como inalienable se convirtió en objeto de cambio, se traficaba y podía enajenarse; el tiempo en que esas mismas cosas que hasta entonces habían sido comunicadas pero nunca permutadas, donadas pero nunca vendidas, adquiridas pero nunca adquiridas -virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia, etc.- todo se convirtió en comercio. Es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal, o, hablando en términos de economía política, el tiempo en que toda realidad, físico, habiéndose convertido en un valor venal, es llevado al mercado para ser apreciado en su justo valor”.

Para que no vuelva la “vieja mierda”, dicen Marx y Engels, el comunismo debe surgir en condiciones que eviten la generalización de la miseria, a partir de la cual se reproduciría la necesidad y por ende el conflicto por lo necesario. Entonces, ¿cómo podemos construir el hombre nuevo y la mujer nueva en una sociedad asediada por las penurias económicas y por tanto por la reactivación en cierto sentido necesaria de las costumbres individualistas y competitivas propias del capitalismo?

Movilizando y transformando el pueblo. Movilizandonos y transformandonos junto al pueblo y aprendiendo del pueblo que, al final, se compone de mujeres y hombres concretos, hechos de experiencia, de sabiduría cotidiana, de un elemento superior de civilización depositado en las tradiciones de fraternidad generadas por la vida y el trabajo. Detrás tenemos a Lenin con su realismo, tenemos a Mao Tse-Tung con su revolución cultural (¡no lo olvidemos!), tenemos al Che y a Fidel con sus llamados al orgullo y a la abnegación. Tenemos a Chávez. Siempre y en todo caso encontramos la misma enseñanza: la ética más fuerte y robusta brota del comportamiento colectivo, y en particular de la lucha. El orgullo del proletariado es cambiar el mundo y, de esta manera, cambiarse a sí mismo.

¡Caiga quien caiga – dijo el Psuv-, la Revolución Bolivariana y la República Bolivariana de Venezuela, vencerán!

 

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