Opinión / Noticias / Carolys Helena Pérez González

14.Mar.2023 / 04:22 pm / Haga un comentario

Foto: Cortesía

Por Carolys Helena Pérez | @CarolysHelena

“Si una mujer entra a la política, cambia la mujer. Si muchas mujeres entran a la política, cambia la política”
Florentina Gómez Miranda

Construir el Socialismo Feminista pasa por construir espacios de poder desde donde la voz de las mujeres sea escuchada con mayor fuerza y además nuestra opinión sea vinculante en el diseño y ejecución de las políticas públicas, de las políticas partidistas y de las acciones cotidianas que ejecutamos como poder popular. Si bien desde que la Revolución Bolivariana irrumpió en la historia de nuestro país hemos dado pasos agigantados en materia de derechos de las mujeres, pues la voluntad política manifiesta tanto en el Comandante Chávez como en el Presidente Nicolás Maduro para acompañar nuestras luchas se traduce en acciones concretas, aún hoy las mujeres no hacemos política en igualdad de condiciones que los hombres.

Históricamente se ha reservado para el ejercicio del poder femenino el ámbito privado, íntimo, circunscrito fundamentalmente al hogar mientras que al hombre se le otorga la esfera pública del ejercicio del poder. Hay quienes indican que esto es práctica milenaria fundamentalmente en Occidente, trayendo a colación el ejemplo literario de Telémaco, quien era consciente de que parte del “crecer” pasaba por aprender a tomar control del discurso público y silenciar a la parte femenina de la especie, en este caso a su madre, Penélope. Al revisar la literatura clásica nos damos cuenta que el único momento donde a las mujeres se les permite hablar sin reparos, es cuando están al borde la muerte, cuando son víctimas o mártires. Y si detallas un poco más notarás que allí hablan sólo por ellas mismas, nunca por la comunidad. Y esto tiene una explicación, en esa lógica, pues precisamente el discurso público era un atributo definitorio de la masculinidad y se asociaba a liderazgo fuerte la gravedad en el tono de voz, mientras que los tonos agudos se asociaban a lo femenino y a la cobardía.

Esta diferenciación de la esfera pública y la esfera privada para el ejercicio del poder masculino y femenino, respectivamente, trae consigo la intención deliberada de fortalecer mecanismos que silencian la voz de las mujeres, lo cual es propio del sistema neoliberal que promueve la perpetuación del patriarcado como forma de opresión del pueblo mujer. De allí que una de nuestras principales batallas sea distribuir de manera equitativa las tareas del hogar, los sistemas de cuidado para promover así nuevas y mejores condiciones para el ejercicio pleno de la participación de la mujer en ámbitos y niveles de dirección que superen la esfera comunal (donde somos amplia mayoría) y nos permitan acceder a niveles locales, regionales y nacionales con mayor facilidad y sin ser juzgadas por “abandonar el hogar”.

Avanzar en nuestros liderazgos más allá de los espacios íntimos, es romper con esa visión que durante siglos ha querido evitar que se nos tome en cuenta para el ejercicio de responsabilidades desde donde se puedan diseñar políticas públicas transformadoras de estas relaciones y promover la emancipación de la mujer, así como evidenciar otras formas de ejercer el poder, por eso es que hablar de feminismo es hablar de socialismo, es luchar por cambiar las condiciones en las cuales nos desenvolvemos cotidianamente y motivar que cada vez más mujeres se incorporen a la política y cada vez más hombres se sumen también a este debate y a esta lucha que es la estrategia más acertada para la liberación de la humanidad toda.

¡Seguiremos en la calle!
¡Venceremos!
¡Palabra de Mujer!

 

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