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19.Jun.2021 / 07:39 pm / Haga un comentario

Foto: Referencial

Porr Jesús Faría

Eran diversos los pronósticos en torno a la cumbre de Putin y Biden en Ginebra, pero la sola celebración de ese encuentro constituye un avance en dirección a la seguridad mundial. Se trata de los mandatarios de las principales potencias nucleares del planeta y de los principales poderes en la política mundial, que ratificaron la necesidad de estabilidad estratégica en materia de acuerdos de armas nucleares, de los que se había distanciado en el pasado reciente el gobierno de D. Trump. En ese reconocimiento se impuso la política de sensatez y de diálogo de Rusia.

Esa cumbre evidenció, una vez más, el cambio dramático que ha experimentado la correlación de fuerzas en el mundo durante las últimas dos décadas. Después de la desintegración de la URSS, se impuso para desgracia de los pueblos en el mundo un régimen de dominación unipolar dirigido por los intereses colonizadores y expoliadores de los EEUU. Eso ha venido cambiando progresivamente y en los actuales momentos nos encontramos con un sistema político y económico internacional multipolar con claras tendencias a su consolidación definitiva. Acá juega la nueva Rusia un rol estelar con su poder, sus propuestas y estrategias de cara al establecimiento de un nuevo orden mundial en lo político, económico y social.

En la revisión de las relaciones e intereses bilaterales, se manifestó nuevamente el tremendo cinismo del discurso estadounidense en torno a los derechos humanos y la democracia. El intento de dar lecciones a Rusia en esa materia, se le revirtió al mandatario yanqui cuando el presidente Putin recordó la existencia en los EEUU de un escandaloso sistema racista, las brutales prácticas de violaciones a los DDHH dentro y fuera de los EEUU por parte de las autoridades de esa nación, así como la terrible crisis política y social que sacude a la sociedad estadounidense.

Añadía el presidente Putin, que las “lecciones” estadounidenses de democracia y respeto a los DDHH tiene como único propósito desestabilizar y derrocar a gobiernos democráticamente electos. Eso lo intentan en Rusia con el manoseado caso Navalny y se repite en otras naciones, lo cual constituye un mecanismo inaceptable de intervención extranjera en los asuntos internos de las naciones. En el caso de Rusia, reiteró el mandatario ruso, no lo van a permitir. Entre tanto, en el resto del planeta, como hemos podido observar en Venezuela y otras naciones, el apoyo de Rusia a los países agredidos por el imperialismo yanqui es cada vez más determinante.

Finalmente, más allá de la agenda bilateral, se presentaron en la cumbre dos enfoques del mundo actual y de cara al futuro. Por una parte, están los EEUU y sus políticas imperialistas, en un escenario de decadencia y debilidad de su poderío, que le dificulta sostener su sistema de intereses en el planeta. Por otra parte, se observa el despliegue de Rusia, al frente de un importante grupo de naciones del mundo (que incluye a Venezuela, obviamente), defendiendo la cooperación internacional y la autodeterminación de los pueblos. Queda mucho por andar, pero ya están las bases para ese mundo del futuro.

 

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