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29.May.2019 / 02:20 pm / Haga un comentario

Foto: Cortesía

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Por: Richard Canan

En el año 2014, los agalludos halcones norteamericanos anunciaron con soberbia su majestuoso despliegue militar sobre la República Árabe Siria. Las variadas excusas para la agresión a un país independiente y soberano pasaron desde la “imperiosa” necesidad de ejercer la “contención” en contra del gobierno del presidente Bashar al-Ásad, hasta combatir militarmente contra la vertiginosa expansión territorial que estaban realizando los grupos extremistas del Estado Islámico de Irak y Siria (EIIL, denominado también ISIS o Dáesh), agrupados para la conformación de un Califato.

La maquinaria militar norteamericana dispuesta entorno al territorio sirio sonaba aplastante, fulminante y a todas luces contaban con una enorme superioridad numérica de aeronaves y gran capacidad letal. El mortífero despliegue contó con el portaviones USS George Bush, aviones F16, F18, Predator, Bombarderos B-1 y los letales misiles Tomahawk. Sin embargo, 4 años después, los gringos seguían atragantados con las arenas del desierto, repitiendo el mismo fallido guion del embarque norteamericano con los Talibanes en  Afganistán, que desde el año 2001 dejó sembrado en ese país más de 150.000 muertos y 1.000.000 de desplazados.

En Siria la guerra ha dejado más de 370.000 muertos y 10.000.000 de desplazados. El enajenado presidente Trump tuvo el descaro de anunciar en 2018, luego de sus mortíferos bombardeos en contra de posiciones del ejército Sirio, de la población civil y de la infraestructura del país, que “hemos ganado contra el Estado Islámico” y que las “2.000 tropas estadounidenses restantes en Siria serían retiradas”.

Que farsante. La verdad es que el gobierno y el ejército sirio han combatido a los grupos insurgentes con el apoyo contundente y decidido de Rusia. Han logrado reducir y confinar a los insurgentes. Pero las heridas sobre el pueblo sirio son apocalípticas. Siria mantiene la “escisión de un tercio de su territorio, el desplazamiento forzoso de la mitad de sus 22 millones de habitantes y arrasada por una devastación evaluada por la ONU en más de 300.000 millones de euros, que arroja a la mayoría de la población bajo el umbral de la pobreza”. Que los gringos no ayuden tanto por favor.

Entramos en el año 2019 y el inestable Trump repite el nefasto guion con absoluta precisión. Ahora el objetivo de sus achaques y malhumores es la República Islámica de Irán. Recordemos que al frente de la maquinaria militar y asesina de Estados Unidos está la desquiciada extrema derecha Republicana. Todas sus acciones están guiadas por un odio visceral e irracional en contra de la Revolución Islámica Iraní de 1979, la cual derrocó a su aliado incondicional el Sha Mohammad Reza Pahlaví y generó además toda la humillación y caos por la toma de los 52 rehenes en la embajada norteamericana. Por eso la agresividad de Trump y su desquiciada orden de retirar a Estados Unidos del pacto nuclear firmado en el año 2015 por el presidente Obama.

Trump y sus halcones actúan bajo la lógica de la “Intimidación Preventiva”. Según los expertos están “librando una guerra psicológica y están tratando de combinarla con las sanciones y las presiones económicas”. Toda esta ofensiva se está realizando en medio del Estrecho de Ormuz, paso prioritario de salida de los tanqueros petroleros de los mayores productores del Medio Oriente.

Como si de un videojuego se tratara, el desmemoriado Trump anuncia jubiloso el envío de sopotocientos barcos, aviones, bombas y tropas para enfrentar a su archienemigo Irán. Los juguetes del presidente Trump incluyen al portaviones nuclear USS Abraham Lincoln y toda su fuerza de ataque compuesta por media docena de barcos cruceros y destructores armados con misiles Tomahawk y Harpoon. Desde el portaviones pueden salir docenas de aviones F-18 y mortíferos bombarderos como el poderoso (y carísimo) F-35C.

Trump dice desde la comodidad de la Casa Blanca que con un chasquido de sus dedos borrará a Irán de la faz de la tierra. Sus palabras denotan, además de ignorancia e insensatez, el elevado temor, pánico y desasosiego que le genera el valeroso pueblo iraní.

Sabemos que en todos los lugares donde se meten los gringos siempre acaban mal. Ojalá esta bravuconada del Trump no pase del amague. En caso contrario encontrarán a un pueblo aguerrido, preparado para la lucha.

El deschavetado Trump no recuerda que cuando Saddam Hussein era socio privilegiado de Estados Unidos se enfrascaron en una guerra fratricida en contra de Irán. La Guerra Impuesta duró 8 largos años, llenando de combates y destrucción toda la línea fronteriza. La guerra causó en ambos bandos más de 1.000.000 de muertos, 2.000.000 de heridos, 4.000.000 millones de desplazados y trajo la destrucción de la infraestructura y todo el sistema económico y productivo de estos países.

Con la alta “moral” que los caracteriza, el aventajadísimo aliado de Estados Unidos en esta cruenta guerra, Saddam Hussein, no tuvo empacho alguno en usar armas químicas (gas mostaza y gas sarín) en contra de los iraníes y de su propia población iraquí de origen kurdo. Los componentes químicos y el equipamiento necesario para su fabricación fueron proporcionados diligentemente por Occidente, principalmente Alemania, Holanda, Francia, Italia y España. Pañuelo en la nariz con estos supuestos países “demócratas” que se rasgan las vestiduras frecuentemente según sea su conveniencia.

Estas heridas están abiertas. Pero la capacidad de resistencia y contraofensiva del pueblo iraní les permitirá plantar cara, una vez más, al imperio agresor.

 

 

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