Opinión / Carola Chávez

16.Sep.2015 / 11:53 am / Haga un comentario

74 años después y ni la sombra de tu gloria, mi amada Acción Democrática, ni la sombra de tus Romerías Blancas donde el pueblo se bañaba en cerveza mientras nosotros revolvíamos el whisky con agua de coco elegantemente con el dedo. Así cavilaba añorante un adeco, de esos que es adeco hasta que se muera, en la fiesta “a puertas abiertas” del partido blanco.

Dentro de la casa del partido, la misma que iban a botar por la ventana, Ramos Allup, en el centro de la tarima, con su boina blanca, entona el himno adeco. Frente a él un centenar de personas, la militancia en pleno, busca la sombra de dos toldo alquilados en alguna agencia de festejos, quizá con sobreprecio y comisión, porque hay tradiciones adecas que nunca mueren.

También en la tarima, pero más al ladito, más abajito, Isabel Carmona mira a Henry como diciéndole, “tú tampoco me apoyaste cuando exigimos la paridad de género”. Pero Ramos Allup ni se entera, y si se entera no le para porque él sabe que AD siempre le ha dado participación a la mujer, ahí está, por ejemplo, la Novia Blanca, con su corona de Miss y su banda con letras de escarcha, con su vestido blanco y rojo que mejor arrímate para atrás no vaya a ser que empiecen las habladurías. Y que no digan que él no peleó por la paridad, porque todos saben que hizo cuanto pudo para meter a su esposa en el lugar que dejó la inhabilitación de Maria Corina, pero Freddy Guevara, el lechuguino que sí juega chapita de Voluntad Popular, le serruchó las patas, y ahí está, robando cámara en la fiesta adeca, y nosotros, por andar con la pendejada de “a puertas abiertas” y en nombre de la unidad, no podemos echar a patadas a al guarimbero masca chicles ese y cerrarle la puerta en la cara.

Junto a ellos, las militantes que rinden tributo a Blanca Ibáñez con sus peinados abombados a punta de batido y laca; señores de look Carmelo Lauría con caras de diputados sin esperanza y sin curul; también unos muchachos con copetes Primero Justicia -¡AD juventud!- que, mientras se toman selfies en grupo, mueven los labios simulando conocer la letra del himno del partido de sus padres; y, por último, un señor despitado que fue a ver si Henry traía aquellas pruebas del fraude.

Finalmente, el esperado discurso: Ramos Allup, con ese timbre de voz agudo y tembloroso patentado por su partido, se despepita llamando al gobierno dictadura, cosa que siempre calienta el ambiente y arranca algunos aplausos; luego hace de vocero del gobierno colombiano repitiendo meticulosamente el discurso de la Casa de Nariño; y cierra asegurando que planificar y ejecutar un plan violento que pararía solo “cuando se vaya este gobierno”, y que dejó un reguero de muertos, con guayas, francotiradores, pirómanos paracos, es “expresarse constitucional y democráticamente”. Fue entonces cuando la militancia rompió en aplausos y vítores. Henry, sintiéndose grande, histórico, se daba congratulatorias palmaditas mentales en su espalda, pero la sonrisa auto complacida de Ramos Allup se frunció al ver que la gente no lo aplaudía a él sino a los mesoneros que habían sacado los tequeños.

El último que salga que apague la luz.

 

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