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17.Nov.2021 / 01:12 pm / Haga un comentario

Foto: Cortesía

Por Richard Canán

Después del teatro y la tragicomedia impuesta a la alicaída militancia opositora por parte de los tristes payasos Carlos Ocariz y David Uzcátegui, quedó un sinsabor amargo entre sus escépticos electores. El bajo nivel político de estas facciones en pugna fue toda una sorpresa digna de un documental o una telenovela. La malcriadez y agresividad desplegada por ambos candidatos hizo olvidar que por largos años estos miserables personajes fueron cercanísimos compañeros de partido. Uña y sucio de lo más rancio del sifrinaje mantuano, militantes todos del partido neofascista Primero Justicia.

Lo que hizo Ocariz no tiene nombre. Fregó a Uzcátegui con todas las de la ley. Renunció es verdad, pero como sifrino grosero y colérico, pateó la mesa coja con el límite de los tiempos legales encima. Inutilizando a la recién resucitada tarjeta de la MUD la cual no podrá utilizar su excompañerito de partido en la continuación de sus aspiraciones políticas. Sus acciones y omisiones desvanecieron la ilusoria oferta de la unidad perfecta, dilapidando cualquier remota posibilidad de figuración o triunfo.

Desunión parece la consigna única impuesta por Ocariz y Uzcátegui. Bajo sus respectivas conducciones políticas, las fórmulas electorales inscritas ante el CNE (las maquetas), parecen un monstruoso Frankenstein sin pies ni cabeza. Todas las tarjetas tienen candidatos mochos y disimiles en los cargos a gobernador y alcaldes. Peor aún es el caso de los candidatos a diputados regionales y concejales, donde la dispersión y fragmentación es aún mayor (inconmensurable, para ser exactos), lo que redundará en los pocos curules que lograrán obtener los partidos afines a la extrema derecha.

Esta torpeza política va más allá de la disociación psicótica y los errores a los que nos tienen acostumbrados desde la acera de la extrema derecha golpista. Estamos en presencia de un nuevo modo pragmático, mezquino y ruin de hacer política, donde se intenta extorsionar al “aliado” político, mediante el chantaje de la inclusión o exclusión en el acceso a las tarjetas electorales. Todo un dechado de alta hampapolítica digna de ser estudiada por las futuras generaciones de politólogos y expertos en temas electorales.

Queda claro que el supuesto liderazgo de Ocariz es una creación artificial de la MUD, con el paupérrimo respaldo de Primero Justicia, organización criminal cuyos dirigentes han protagonizado todos los intentos de golpe de Estado de las últimas dos décadas. Ocariz en esta última intentona, dilapidó todo el capital político que aún conservaba. En el imaginario colectivo de la gente se quedará por siempre la bomba que se dio para renunciar y luego ser el responsable directo de demoler la mal llamada unidad. Una estéril y fútil batalla fratricida solo para alimentar su ego.

En el caso de Uzcátegui el destino político parece peor. Su papel en la destrucción opositora es protagónico. Se salió con las suyas, es el candidato obligado. Pero ahora debe lidiar con la realidad: es un anodino candidato de laboratorio, sin liderazgo, sin carisma, sin pegada política. Solo va montado sobre el portaviones del segmento electoral donde se concentra el odio opositor, donde cuaja cómodamente su discurso vacuo e insustancial vendiendo la ilusoria esperanza del retorno de los privilegios de la burguesía criolla. De allí no pasará.

Uzcátegui navega directo hacia la derrota montado sobre una onerosa y mesiánica campaña cuyo millonario costo en dólares debe ser explicado ante las autoridades electorales. Ha sobresaturado con su imagen insulsa a un electorado que esperaba una campaña más ecuánime, con alto debate político, ajustada a las circunstancias económicas del país. Pronto sus generosos patrocinantes sabrán que fueron timados por Uzcátegui y su banda de malhechores.

 

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