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1.Jun.2015 / 02:21 pm / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Veamos la cuestión de fondo y seamos serios por un instante: la política es -dicho por un filósofo de la misma derecha socialdemócrata, Fernando Savater (quien a su vez refrita a Platón)- «el acto de organización de dos o más personas para vivir en sociedad». Dicho de otra forma: todo acto para construir el proceso de la vida en sociedad es un acto político. La vida en sociedad es la vida en la política. Una de las fallas de origen de la derecha venezolana radica precisamente en violentar tal enunciado: cuando no anda dando intentos de golpe, guarimbas, guerra económica y etcéteras, se dedica al oposicionismo y a la campaña electoral. En esencia son una expresión de la antipolítica. No hay una construcción allí que no se base en las agendas personales y en la conquista del poder por el poder.

La política como esfuerzo para lo resolutivo, para la conjugación de valores, ideas y subjetividades a favor de la vida en sociedad, es una cualidad perdida en muchos espacios de las sociedades gestadas a la sombra del modelo capitalista y neoliberal que desmembró la política como ejercicio, y la redujo a la conjunción de intereses particulares y al ejercicio de la autoridad del dinero y los adinerados. En la cualidad «ideológica» de aquellas formas de hacer «política» yace el comportamiento congénito de la derecha venezolana.

En el marco del proceso político bolivariano se han incorporado nuevas variables, nuevas ideas sustantivas al hecho de retomar las ideas fundamentales de hacer política, delegando el uso de las herramientas de la participación y el protagonismo a la base política de la sociedad; las personas comunes, para que superemos en conjunto la representatividad y la delegación de nuestras responsabilidades políticas a otros para que hablen y decidan por nosotros. Se trata precisamente del concepto primigenio de la política: hacer sociedad, organizarnos. Pese a los resabios persistentes y la inercia cultural venezolana, el chavismo se erige como propuesta vigente desde esta necesidad de practicar el ejercicio del poder de manera distinta a lo que heredamos en el legado puntofijista.

Pero más allá del chavismo, la subjetividad del venezolano está cambiando. Las formas del liderazgo adeco se agotaron hace tiempo; la gente espera otra cosa. Ante ese marco de realidades hay una sociedad venezolana que nos está exigiendo a todos(as), al chavismo y a la oposición, elevar los niveles de hacer política. Elevar la calidad en las metodologías de hacer la política.

En la derecha venezolana, que se regodea de tener entre ellos a «los mejores del país», no han dado el salto cualitativo de superar el show mediocre, pendenciero y telenovelero propio de la era Globovisión y la Sociedad Civil. El método «Venezuela 2002» de la conmoción pública, la victimización, la mediática desaforada hablando de dictadura, el uso del fatalismo y la desesperanza como movilizadores políticos, puede que se les haya agotado y no se han dado cuenta.

La reducción de «la política» a un show de culto a los protagonismos es más patética todavía cuando «el show» resulta mal. Luego de estas reflexiones sobre política, hablemos del show.

Quitémonos la camisa y quitémonos la tumusa

No se trata sólo de Richard Blanco «quitándose la camisa por la unidad» para mostrar una franela vinotinto y en lugar de eso tener la camiseta de «La Roja» española. En realidad Richard Blanco tuvo su colmo de pastelero cuando saltó de Acción Democrática a Alianza Bravo Pueblo, luego de haber colocado en un camión con el logo de AD a unas tipas en cacheteros blancos repartiendo volantes y contoneándose bailando al son del reguetón y haciendo «la batidora», promocionando a Blanco como candidato.

La seudopolítica escuálida es eso: escuálida, además de chabacana, siempre luce como un show que resulta mal, tal cual como el caso de Blanco haciendo el gesto heroico de quitarse la camiseta. Pero hay mucho más.

La decepción va para quienes en la derecha esperan un liderazgo inteligente, conductor, que por medio del argumento creativo logre superar el discurso del ataque eterno al chavismo y asuma la construcción de alternativas reales, concretas, atractivas y políticamente consistentes que permitan desplazar la idea del chavismo. Pero no. Nada. Chúo no conduce, Capriles no dirá nada inteligente y Henri Falcón se hace el güevón.

Habrá que hacer un verdadero estudio de opinión entre los opositores para ver si les parece políticamente consistente y creíble (entiéndase: honesto) haber visto durante años a Lilian Tintori con el pelo suelto y en licras, ahora con una camisita blanca y un peinado de «María Moñito me convidó a comer plátano con arroz», hablando como monjita con todo y mandibuleo. Intentar indagar si para los opositores es políticamente viable, que por el sólo hecho de ella ser la esposa de Leopoldo la faculta políticamente para dirigir el movimiento político y los intereses del gentilicio opositor detrás de él. En una derecha dividida, fragmentada y desmovilizada, donde el show toma lugares privilegiados relegando la posibilidad de construir ideas, la situación es más desoladora cuando irrumpen «liderazgos» como el de Tintori y «Pato» Ceballos.

Ante el hecho público, notorio y comunicacional de la disputa interna entre la derecha por el liderazgo del antichavismo en el país, más allá de los dirigentes que marchan o no marchan, más allá de las peleas por migajas de candidaturas, más allá del día a día de un grupito de partidos patrocinados por el empresariado que no logran ponerse de acuerdo entre sí, hay una masa opositora expectante, observando y evaluando.

Luego de las primarias de la MUD, Voluntad Popular, que terminó estrepitosamente fracasada en esa contienda interna y superada por Primero Justicia, saltó a la convocatoria de la calle para capitalizar el liderazgo opositor. Lo hicieron, además, con las esposas de Ceballos y Leopoldo a cuestas de una campaña para «que caiga el cabello». Dicho de otra forma: asumieron un momento crucial (para Voluntad Popular) a los fines de proyectar su liderazgo, empleando el show; el show y nada más.

El decir que el Gobierno «viola los derechos humanos» de Daniel Ceballos por raparle la cabeza y colocarle un mono y franela amarillos, envía un mensaje contradictorio: «todos los malandros y asesinos deben estar presos, uniformados, con la cabeza pelada y ordenaditos». ¿Qué hace a un jefe guarimbero diferente a un tipo que mata para robarse un carro? Un matón es un matón, así de simple.

Si toda esposa, madre, padre, hermano o amiga de algún preso venezolano se asumieran «en solidaridad» estilo «Pato» Ceballos con esa persona presa y decidieran pelarse la cabeza, la mitad del país lo haría. Eso pasaría si la gente común y pelabola (los familiares y amigos de los que están presos en este país) fueran gente verdaderamente pendeja, y eso no es así. Si le preguntamos a cualquier madre de un preso venezolano si le violan los derechos a su hijo por pelarle la cabeza en una cárcel de las nuevas, donde va a estar uniformado, en una cárcel donde está obligado a estudiar, donde le ofrecen aprender oficios, donde tiene una cama y no el piso para dormir, en un lugar donde él mismo pinta y arregla la infraestructura, donde la violencia ha disminuido mucho desde hace un par de años, esa madre respondería: «están mejor que antes y con tal de que no me maten al muchacho eso está bien. Ojalá se acomode». Pregúntenle a esa doña si se va a pelar la cabeza.

Aquello de los familiares alcahuetes y sinvergüenzas que victimizan a los «santicos» presos lo estamos viendo justamente entre la parranda de cómplices de Ceballos. La casta mediática, escuálida y balurda de la clase alta haciendo politiquería. Seguramente Ceballos estará con comodidades y privilegios que otros presos no tienen, cosa típica de los pranes. Eso no lo van a decir.

Quienes quieren convertir al país en una sociedad de cómplices que protege a criminales confesos nos montan ahora un show ridículo que sólo compran un grupito de verdaderos pendejos, los que creen que Ceballos es un «preso por pensar distinto», cuando a media San Cristóbal le consta que ese tipo metió a la ciudad a vivir entre matones, pirómanos y barricadas durante tres meses. ¡Sinvergüenzas!

La veneración al ego y el ridículo monumental

Quien quiera investigar sobre recursos para discapacitados cerebrales, puede buscar en Google: «palo para selfies», y se encontrará con un artefacto hecho para la veneración al ego y al faranduleo. Es así cómo la derecha venezolana usa a sus propios seguidores como un palo, para proyectarse sobre sí mismos, para cuajar en alta definición sus seudoliderazgos que no tienen nada de política pero sí de mucha politiquería, y de la más barata.

La seudopolítica al servicio del dinero y los privilegios arrastra gente con quienes dirigen esa comparsa. Pero es el derrotero político de la incertidumbre y el fracaso en donde siempre termina el desfile. Es ese, a su vez, el mismo punto de partida de siempre. Ir de un fracaso al otro y reducir la política al show deberían ser considerados políticamente inviables para la derecha, pero qué va. La derecha hace sus cosas muy bien, para el chavismo, y para el chavismo la vergüenza ajena implica no tener una contraparte con la cual confrontar la alta política.

En días recientes fue revelado un presunto audio de una supuesta conversación entre Daniel «Pato» Ceballos y Patricia «Pato» de Ceballos. Medios del chavismo lo divulgaron y aclararon que se trataba de un montaje. En tal circunstancia en la que Luis Chataing resulta ser gay y Patricia Ceballos intenta montarle los cuernos rascada a su esposo preso (según el audio), el show no se compara con el ridículo monumental y estrepitoso de una derecha que tiene los poderes económicos nacionales e internacionales más grandes a sus servicios, la parafernalia mediática más grande del continente a sus servicios, a su base de apoyo consolidada, etc., y que, pese a eso, no logran superar al chavismo como idea, como identidad política y como fuerza social.

Otra cosa fuera la derecha venezolana si no estuviera pendiente de tomarse los «selfies» en el ridículo acto de politiquear. Se están mirando la pelusa en el ombligo. Mientras no superen esa forma balurda de hacer política, la realidad se los va a cobrar.

Misión Verdad

 

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