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7.Dic.2019 / 11:09 am / Haga un comentario

Por: Earle Herrera
Ni yo tengo el talento novelístico de Thomas Mann, ni Cúcuta el encanto de Venecia. Pero la colombiana también es una ciudad para morir, si no por amor, al menos por burundanga. Allí se libró la batalla de los puentes, documentada por Carlos Azpurua. Entonces se dijo que del lado enemigo de Venezuela no hubo bajas, aunque el vertedero de la historia alberga cuatro cadáveres políticos que testimonian lo contrario: Macri, Piñera, Duque y Abdo.
El primero –Macri- no estuvo en el campo de batalla, “comandó” de lejos. Los otros fungieron de mariscales de campo, para terminar como sargentos de rastrojos. No los derrotaron las tropas venezolanas, sino sus propios pueblos. El  de Ecuador, cabo II de trocha, reculó cuando su país se le plantó en las calles de Quito. Huyó a Guayaquil hasta que la embajada gringa le dijo que podía salir.
Las protestas  en Chile y Colombia no se fraguaron en la frontera colombo-venezolana, pero allí están algunas claves de lo que ocurre en América. Un ex presidente peruano, Kuczynski , había dicho que EEUU no se preocupaba por América Latina porque aquí no pasaba nada, pues sus países eran como perritos echados en una alfombra. A Trump le gustó la metáfora perruna.
En el vecindario, había un solo perro bravo  y debía ser sometido. A eso fueron a Cúcuta  los presidentes de Chile y Paraguay. Además de Bolton, Rubio, el autoproclamado y músicos internacionales, hoy mudos ante la represión contra el pueblo colombiano. Según la larga e inconsolable carta que Calderón Berti envió a su autoproclamado, allí iba a ocurrir “algo”, que finalmente fracasó. A partir de entonces, se incendió toda la pradera. Macri fue barrido en las elecciones por Alberto y Cristina y abandonó su tema favorito: Venezuela. Piñera está aterrado con el estallido popular en Chile y ya no sueña con Maduro. Y Duque, abrumado por los paros y el grito colectivo de “Uribe, paraco, el pueblo está verraco”, ofrece tres días al año sin IVA. Tres.
En el campo de batalla de Cúcuta no queda un solo mariscal. Ya ni la burundanga es un peligro porque volvió  la nieve nasal a poner orden en sus predios. La liberación de Venezuela fue pospuesta. Un cortejo atraviesa el puente con cuatro cadáveres políticos, rumbo al sumidero de la historia, seguido de ansiosos moscardones.
 

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