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8.Jun.2017 / 03:43 pm / Haga un comentario

Mortero

Estas instrucciones de uso tienen por objeto salvarles la vida a alguno de los muchachos güevones que seguirán jugando a la guerra por órdenes y para beneficio de una casta de comemierdas que aspiran a ser presidentes, ministros o multimillonarios, mientras a ellos les darán algunas limosnas, les masajearán el ego llamándolos «guerreros de la libertad» y toda esa paja peliculera que quiere hacer parecer heroica esa danza peligrosa y ridícula.

Van en primer lugar unos datos técnicos para quienes no los manejan, y créanme que hay muchos que no los manejan, y muchos otros que sí pero andan haciéndose los güevones para seguir enfermándole el cerebro a quienes imploran que se lo enfermen. Al ignorante hay que otorgarle el beneficio de la duda; al hijo de puta que tiene información y la oculta o la deforma para seguir estimulando el odio y la violencia no debe dársele ni agua.

Los morteros son uno de los muchos artificios pirotécnicos inventados por los chinos como material bélico, y luego perfeccionados y «domesticados» para su uso en algunas fiestas populares. Así funcionan muchas culturas humanas: primero la muerte y después la diversión. Hay gente a quien le espanta la guerra pero goza un mundo con su simulacro; por una ridiculez tan ridícula como instalarse a hacer estallar pólvora se gastan millones de dólares en todo el mundo, y millones de personas han resultado muertas o mutiladas porque casi siempre lo que suena a guerra destruye y asesina, así sea jugando.

Los morteros constan de una pelota de cartón y papel (y parece que últimamente de plástico) que tienen una mecha en un extremo y dos cargas de pólvora adentro; están diseñados para estallar dos veces. La primera explosión hace salir disparado el mortero (la pelota con su segunda carga de pólvora) en una dirección, la misma dirección de la mecha. La segunda es la explosión mayor, la que escucha todo el mundo en las celebraciones y cohetazos. Cuando uno quiere lanzar un mortero debe meterlo en un tubo para que la primera explosión impulse la pelota en la dirección que uno desea (casi siempre hacia arriba); si prendes un mortero y lo sueltas por ahí donde caiga no se sabe para dónde va a agarrar y es muy probable que te mate. Y ya sabemos que tú no te quieres matar, por favor: tu objetivo es matar a otro muchacho como tú.

Cuando uno activa un mortero debe meterlo en un tubo tapado por un extremo y abierto por el otro, y debe poner ese tubo en el suelo, o agarrarlo de manera que no haya nadie atrás, porque la primera explosión va a liberar energía y fuego hacia allá. Lo que le pasó a Neomar fue que agarró el tubo, se lo puso en el pecho en la posición que asumen los que van a disparar un arma larga, y la primera explosión le destrozó el pecho. La segunda explosión ocurrió encima de los policías, como puede verse en el video que ya fue difundido.

Como se ha puesto de moda entre los enviados del fascismo, criminales e inocentes, eso de lanzarles morteros a los guardias, entonces al tubo lo llaman «bazuca». Las bazucas tampoco se apoyan en el pecho sino que, como puede verse en cualquier video, se ponen encima del hombro, por las mismas razones descritas arriba.

La furia

Así debe usarse un mortero. Ahora, ¿cómo se usa la energía humana cuando se acumula y va convirtiéndose poco a poco en furia, y más tarde (si no encuentra vías de escape) en odio y luego en impulsos destructivos o autodestructivos? Las cargas interiores estallan dos veces, como los morteros: la primera vez para movilizarte en busca de tu meta, y la segunda vez para concretar tu plan cuando estás ya frente a tu meta. Ese fuego interior es como la energía de los ríos atrapados en represas: si lo sabes usar puede trabajar para ti y en beneficio de mucha gente. La energía, las ganas, la necesidad del cuerpo de drenar las cargas interiores hay que liberarla, drenarla de alguna manera, no dejarla atrapada ahí dentro.

Hay manifestaciones edificantes y gratas de la furia, que muchos prefieren llamar pasión. El sexo es mucho mejor cuando uno tiene mucho tiempo con ganas de agarrar a aquella hembra y destrozarla. Como socialmente es muy desagradable y mal visto eso de decir que uno va a destrozar a una hembra entonces los deseos se acumulan todavía más, y entonces cuando por fin se da la oportunidad en efecto va y destroza a la tipa. Si ese momento no llega ya tú sabes que el cuerpo humano diseñó formas de autoliberación de esos anhelos.

De la misma manera y mediante el mismo proceso mental y de manejo de la energía, si a un trozo del país le recalientan la oreja permanentemente con el cuento de que hay que acabar con el gobierno, que los chavistas merecen la muerte, «los vamos a buscar hasta debajo de las piedras» y ese tipo de etcéteras que ya sabemos, llegará un punto en que el odio represado buscará estallar en cualquier dirección. Ha sido el «trabajo» más sucio del fascismo: desinformar y mentirle a una población que ya decidió drogarse con la mentira y las noticias trucadas. Cuando tienes a una población enferma, capaz de creer que el chavismo asesina con unas bombas lacrimógenas que estallan y producen incendios, ya puedes convertir el linchamiento de chavistas en expectativa y promesa. El fascismo estimula la acumulación de rabias y deseos de venganza en una parte de la población que no es o cree no ser capaz de perpetrar hechos criminales, hasta que la convencen de que matar chavistas no es malo y de paso le dan un chance para que lo haga.

Ya hay suficientes testimonios de vecinos que le juraron la muerte al chavista de al lado «cuando caiga este gobierno». No hay en el discurso antichavista ninguna media tinta ni referencia al futuro en la cual los chavistas tengamos derecho a nada que no sea una bonita tumba en cualquier charco. La fantasía de los Guevara, Capriles, López, Tintori, Smolanski, Pizarro y Machado es el orgasmo de la Venezuela encendida a golpes, candela y cuchillo para acabar con nosotros, a gran escala, cuadra por cuadra y casa por casa. Ese monstruo se está incubando y moldeando en la agenda sifrina, la que quiere entregarle el país a las hegemonías empresariales: el feto del conflicto generalizado de pueblo contra pueblo.

Esto no es el preludio de una guerra civil, es apenas uno de sus ingredientes. Tal vez el circo permanente del este de Caracas funcione como drenaje y masturbación para un sector de la sociedad, pero las ganas represadas están cogiendo impulso en muchas otras partes. Gente que cree que, cuando le digan que llegó la hora, puede venir a degollarnos y prendernos candela así tan fácil y tan sabroso. No es tiempo de cierres optimistas, así que cierro este artículo aquí.

 

Misión Verdad

 

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