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10.Sep.2021 / 11:49 am / Haga un comentario

Foto: Archivo

Jimmy López Morillo

La decisión de participar en los comicios del 21 de noviembre anunciada por el ala fascista de la oposición, poco antes de vencer el plazo para  inscripción de postulaciones, no debería haber sorprendido a nadie en ese sector. De hecho, hasta una agencia con la cual tantas cercanías mantienen, como Bloomberg, lo había adelantado días atrás.

Tampoco deberían sorprender las plañideras reacciones de quienes desde hace tiempo han conformado un muy particular club, el precedido por el prefijo “auto”, encabezados, por supuesto, por el títere autoproclamado, a quien veremos votar en la citada fecha sin perder las esperanzas de presenciar  algún día el momento de su ingreso a una prisión,  para pagar todos sus crímenes contra nuestra Patria.

Para ser precisos, la moda de los “auto” no comenzó con el pelele que por órdenes del imperio estadounidense se autoproclamó como “presidente” de un país de fantasías. Desde el mismo momento en el cual el comandante Hugo Chávez tomó posesión como Presidente Constitucional de la República, comenzaron a pulular como ánimas en pena  los autoengañados, aquellas y aquellos que aun  siendo revolcadas y revolcados en prácticamente todas las elecciones a las que se presentaban, aseguraban ser mayoría. En eso han pasado dos décadas y no han cesado de estrellarse contra las mismas piedras; son quienes, por ejemplo, cuando por fin triunfaron en unos comicios, los parlamentarios del 2015, aullaron frenéticos en el instante en que el dinosaurio Henry Ramos Allup, tan pronto asumió la cabeza de la Asamblea Nacional, juró que en seis meses sacarían del Palacio de Miraflores al presidente legítimo y constitucional Nicolás Maduro Moros.

El autoengaño puede conducir al autosucidio –valga la remembranza a uno de sus principales referentes-, Carlos Andrés Pérez-, como ha venido ocurriendo  desde el 2019: autoconvencidos de que efectivamente cuentan con un supuesto “interino”, aunque está suficientemente demostrado que dicha condición, otorgada directamente desde la Casa Blanca, solo le dio licencia para asaltar los activos del Estado venezolano en el exterior, han delirado respaldando obcecadamente la forma como se autoenrriquecen con el mayor de los descaros tanto el autoproclamado como su la banda gansteril liderada por Leopoldo López, quien por cierto también se ha autodeclarado descendiente del Libertador, mientras promueven, claman y aplauden medidas que van en contra de todo el pueblo venezolano, sin distingo ideológico.

Por ello, ahora andan con la mente perdida, desorientadas y desorientados, luego de enterarse amargamente de que quienes les prometieron “¡para ya!” el derrocamiento del “rrréeegimen chavista-madurista”, con el odio como carnada, no solamente no les cumplieron tal fantasía sino que, para colmo, se sientan en una mesa de negociaciones en México y, lejos de dar una patada a la mesa como en otras oportunidades, siguiendo las órdenes de sus amos imperiales –sin las cuales no dan ni un paso-, hasta han aceptado participar en los ya mencionados comicios. Resulta ahora que el tantas veces anunciado apocalipsis del chavismo no llega, pero además, van a un proceso comicial en las mismas condiciones que tantas veces rechazaron.

No olvidemos tampoco en este club a los autoexiliados, aquellas y aquellos que se marcharon del país alegando supuestas percusiones, si bien ningún organismo amenazaba sus pasos, y desde hace meses han retornado con la intención de sacrificarse autopostulándose para alguno de los cargos a dirimirse  el 21-N.

En pocos días tuvimos un adelanto en las raciones de cotufas que el presidente Maduro se dispone degustar viendo sufragar al que te conté, al presenciar los lloriqueos de cultoras y cultores del autoengaño como la sufrida Carla Angola, más perturbada de los habitual en ella, tras el fatídico anuncio con el cual se echan por la borda todos sus sacrificios, por un puñado de dólares,  clamando invasiones y masacres en contra de nuestra Patria.

Por supuesto, uno no ha perdido la oportunidad de ver los intentos de justificar su cambio de postura, luego de haber proclamado tantas veces la extinción del “chavismo-madurismo”, al propio Ramos Allup, quien jura que acuden a la convocatoria, pero “sin legitimar” al “rrréeegimen” o del balbuceante autojuramentado, asegurando que bueno, sí van, pero no, tal vez, quién sabe, mientras voltea desesperadamente a ver qué le soplan desde Washington.

Sin embargo, todo ese panorama tragicómico de la oposición extremista venezolana, ni por un momento puede impedirnos captar en sus justas dimensiones las nuevas lecciones que nos está dando el presidente Nicolás Maduro Moros, quien continúa mostrando sus cualidades de estadista, muy a pesar de quienes insisten en subestimarlo. Asediado de manera inclemente por el imperialismo estadounidense y sus mandaderos al asumir la Presidencia tras el asesinato de nuestro comandante Hugo Chávez, con un hábil manejo de las situaciones, ha ido sacando al país de las brutales agresiones a las cuales ha sido sometido, especialmente en el último quinquenio.

Le tocó enfrentar el infame decreto de Obama, declarando a nuestra Patria “enemigo inusual y extraordinario”,  con el cual se abrieron las puertas a las genocidas e ilegales medidas coercitivas, eufemísticamente llamadas “sanciones” y casi de inmediato se instaló en la Casa Blanca el engendro Donald Trump, empeñado en aniquilar por cualquier vía la Revolución Bolivariana.

Jamás ha caído ante las provocaciones. Frente a la violencia desatada con las “salidas” del 2014 y 2017, con las cuales pretendían encender una guerra civil, apeló de manera irrevocable al respeto de los derechos humanos. Sacó la carta del llamado a Constituyente y consiguió la paz.

Cuando desde la Casa Blanca ordenaron a un monigote autojuramentarse  como supuesto “presidente”, buscando escenarios de división similares a los de Libia, nos llamó a mantener nervios de acero. Tomó siempre todas las enseñanzas de  su gran mentor, Hugo Chávez, y se manejó con paciencia monástica.

En todo momento insistió en los llamados al diálogo, lo entabló en principio con los sectores democráticos de la oposición, mientras paulatinamente iba minando al extremismo. Soportó un intento de invasión “humanitaria”, un brutal atentado al Sistema Eléctrico Nacional, varios magnicidios frustrados, un bestial bloqueo económico, comercial, financiero y territorial, que privó al país prácticamente de todas sus fuentes de ingresos y en esas condiciones le ha tocado lidiar además con la pandemia del coronavirus, en medio de un asedio a una nación como pocas veces se ha visto en la historia de la humanidad.

Como un tejedor en las sombras, fue hilando e hilando, a veces lo sabíamos, otras veces sin hacerlo público, porque “en silencio ha tenido que ser”, como dijo en varias ocasiones, citando a Martí. De esa manera, por ejemplo, pudo darse que un grupo de legisladores de la propia oposición se deslindaran del títere autoproclamado y su clan delictivo, desalojándolos de la directiva de la hasta entonces AN en desacato, como paso previo para la designación de nuevas autoridades del CNE, encargadas de convocar a los pasados comicios parlamentarios, de los cuales únicamente quedaron fuera quienes ahora sí retornan a los senderos constitucionales.

Esa AN despojada del oscurantismo desde enero pasado, designó a su vez a quienes ahora están al frente del Poder Electoral,  que han convocado a la trascendental cita del venidero noviembre.

Y así, sin derramar una gota de sangre desde hace tres, cuatro años, fue el Jefe de Estado dando los pasos necesarios no solamente para sentar al fascismo a conversar con él, como legítimo Presidente Constitucional de la República, sino que además, sin claudicar a principios, sin rendiciones –como siempre ha querido este sector-, lo ha llevado a participar en un proceso electoral. ¡Vaya lecciones!

 

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