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10.Jun.2015 / 02:46 pm / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Desde que los comecachitos fueron sorprendidos con la boca atiborrada de jamón y queso filadelfia en aquel picnic nocturno frente a la sede del PNUD, las «huelgas de hambre» que promueven la oposición venezolana carecen de tanta seriedad como Smolansky de raíces venezolanas.

Pero antes de la «huelga de hambre» de López y Ceballos, existe una continuidad de factores que describen, por un lado, la miserable autoflagelación mediática de dichos personajes, y por otro, la incapacidad de Lilian y Patricia de mover el piso político de Venezuela aunque sea medio metro.

Imagínese, tan sólo por un momento, a Lilian y a Patricia antes del psicotrópico llamado a «La Salida».

Par de jevas absoluta y radicalmente dedicadas al rrrégimen de las peluquerías, a las compras nerviosas de ropa importadísima, a cenas, viajes, y cualquier otra exquisitez que lejanamente le pase por el cerebro.

Dos mujeres de tales características de clase (elitesca), lógicamente, sólo pueden convocar a sus iguales. Iguales que no son iguales a la mayoría de la población venezolana, que expresan una franja social acomodada, la misma que va a las marchas a mostrar su nuevo «look», a recomendar el nuevo restaurant que abrió hace poco en Las Mercedes, a maravillarse con la deprimente actuación de Richard Blanco, a llorar porque Freddy Guevara perdió su hermosa cabellera egresada de la Ucab.

Porque en el preciso instante en que decidieron meterse de lleno en la candela política, estos pequeños detalles adquieren una dimensión política, identitaria, de convocatoria. Forman parte del hecho político y de los puntos débiles que sobreexponen al enemigo, sea mujer u hombre, o las dos vainas juntas, como Walter Mercado.

La cuestión es más sencilla de lo que parece: dos mujeres forradas en billete (y los históricamente aspirantes a) no tienen capacidad para incitar el cambio político en un país que reconoció, hace más de dos décadas, que cualquier enunciado proveniente de la burguesía (y de sus operadores) lleva consigo el engaño y la mentira flagrante.

Igual sucede con Leopoldo López y Daniel Ceballos con respecto al diseño cursi (y exageradamente telenovelesco) de la publicidad política sobre la «huelga de hambre».

Lilian y Patricia (y los ideólogos sifrinos que están detrás) procuran mostrar a estos multimillonarios y poderosos delincuentes como personas que están dispuestos a dar la vida por Venezuela, que no tienen intereses políticos y económicos nefastos, individuos que llevan bajo el sobaco una carpetica que oficializa su pedigrí moral y ciudadano.

Pero la historia nos da claves totalmente diferentes y la realidad es consecuente con los signos que ella expresa. A Leopoldo López le encantaba picar cauchos por la autopista de Prados del Este a altas horas de la noche con sus amigos ricachones, confeso distribuidor (y consumidor) de cocaína y éxtasis en el este capitalino, integrante de la secta «Tradición, Familia y Propiedad» e hijo pródigo de uno de los sectores más poderosos de la oligarquía financiera venezolana.

Es lógico que el hambre, al igual que a Daniel Ceballos, nunca le rozara el estómago.

Por esta razón los abortos mediáticos, la cursilería exacerbada y el manejo arjoniano que expresan Lilian y Patricia, reafirman el carácter fraudulento de la supuesta huelga de hambre.

La estrategia mediática se resume en llevar al extremo su «peligrosa» condición médica, volverlos héroes de la indigencia política, transformarlos en «sacrificadas» personas de dinero que están «perdiendo sus vidas» por Venezuela, para luego mezclar esos accesorios con la peregrinación católica, con la psicotización religiosa que promueve el esquizocura Palmar.

Pero la política no es sólo mensajes y discursos, hay un componente que está muy presente y arraigado, que recorre el día a día, y que al final termina definiendo la realidad.

Está íntimamente relacionado con la identidad, con la historia, con el dónde vienes, qué has hecho, quién eres. No es una diferencia cosmética y superficial.

Si realmente Leopoldo López y Daniel Ceballos son como los venden: gente honesta, comprometida, trabajadora y que lucha por un futuro mejor para todos, ¿por qué sólo la gente del este capitalino se moviliza para exigir su liberación? ¿Por qué en ningún barrio se pegan pancartas, afiches o se organizan puntos de concentración para marchar? ¿Por qué a la gran mayoría de este país les da igual que un rico pase hambre?

La cuestión es más sencilla de lo que parece: la gran mayoría del pueblo venezolano no se reconoce ni se siente convocado por un ricachón con intenciones políticas abiertamente sangrientas, armado hasta los dientes con recetas del FMI.

¿O a qué otro elemento usted le atribuye el desespero de Lilian y Pato?

Misión Verdad

 

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