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26.Feb.2019 / 11:45 am / Haga un comentario

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José Ponte

Por estos días rueda por las redes un video en el cual entrevistan a un sujeto encapuchado que se expresa con el habla y la gestualidad propias de los delincuentes. El hombre forma parte del brazo armado de la oposición y según decía, apertrachado de bombas molotov,  él y su grupo enfrentarían los ataques de la Guardia Nacional Bolivariana.

El video está muy bien montada pues naturaliza una situación que no puede ser sino irregular:  un  grupo de delincuentes armando artefactos incendiarios en la calle y a plena luz del día,  contando además con la anuencia de los cuerpos de seguridad colombianos, como puede apreciarse en una de las tomas.

Para establecer la simpatía de la audiencia hacia los delincuentes, una joven y atractiva reportera de TV Cúcuta manifiesta su supuesta preocupación por el destino de estos muchachos y los presenta como  paladines de la libertad dispuestos a enfrentar, romántica y desinteresadamente, a ejércitos -en este caso a la GNB- con tal de conseguir la liberación de Venezuela.

La verdad es que se trata de delincuentes comunes sin más formación que la violencia callejera. Son los desechos humanos de la sociedad capitalista, reclutados en las barriadas pobres de nuestros centros urbanos. Los contratantes (Voluntad Popular, Vente Venezuela, Primero Justicia, AD, entre otros) se aseguran de proveerles suficientes drogas y alcohol, como único bastimento, y así potenciar  la belicocidad y el arrojo de estos combatientes a sueldo.

En esta primera parte de la pieza audiovisual, atacan la emocionalidad de las audiencias echando mano de conceptos como juventud, libertad, vulnerabilidad, lucha, valentía, idealismo y hasta romanticismo, predisponiendo positivamente al espectador hacia estos “buenos muchachos”. En oposición, asocian a la GNB con  violencia, maldad y crueldad,  construyendo una imagen siniestra de esta y por ello despreciable.

Se ha logrado entonces que los teleespectadores tengan sentimientos positivos hacia los guarimberos -a quienes eufemísticamente se les denomina manifestantes en el video-, y de repudio en contra del cuerpo castrense venezolano.

Una vez trabajada la emocionalidad, el corazón si así lo prefiere, la audiencia está preparada para la segunda fase del proceso de manipulación cuyo blanco es el plano intelectual. Es decir, lo que una persona piense respecto a alguien o algo. Para meterse la cabeza de la gente, la técnica más socorrida se conoce como implantación y consiste en repetir hasta hartazgo un mensaje. La constante reiteración pronto da frutos y los destinatarios acaban pensando lo que se ha planificado que piensen.

En la actualidad un ejemplo de la eficacia de esta técnica es la implantación de una embuste como “Maduro mandó a quemar la ayuda humanitaria”, que es repetida desde los más humildes medios de provincia hasta las grandes corporaciones mediáticas mundiales como CNN, Clarín,  BBC, o El País,  con más éxito del que nos gustaría reconocer. Ni que decir de esa portentosa caja de resonancia que son las redes sociales.

La tercera fase de la manipulación de las audiencias consiste en lograr que esa masa, a la que se ha violentado su derecho a sentir y pensar libremente, actúe de acuerdo a los intereses de un grupo de poder determinado. De ahí los destemplados insultos, los estallidos paroxísticos  y el accionar irracional que caracterizan a la militancia opositora de hoy.

Soy un delicuente… ¿y?

En la segunda parte de la pieza objeto de estos comentarios, entrevistan a un antisocial que lejos de cualquier intento de mitigación u ocultamiento de su condición de delincuente se solaza en ella.

Nada  aterra más a las clases medias y altas que un delincuente, no los conocen. Por el contrario, para las clases populares el malandraje forma parte de su paisaje cotidiano y una fauna con la que  se debe convivir a diario.

Queda claro que la entrevista tiene doble intencionalidad: por una parte, mostrar a las clases privilegiadas que la lucha cuenta con huestes resteadas, dueñas de una bravura de la que ellos mismos (blancos, pulcros, instruidos, sensibles… humanos pues) carecen, al tiempo que envía un metamensaje tipo “no estamos solos, las clases bajan también aborrecen al chavismo”. Por la otra, con el choro-guarimbero de marras se busca reclutar más gente (brutos, pobres, hediondos, violentos, condenados) casi animales desde la perspectiva racista/clasista opositora. De ahí la concesión de tan valioso tiempo mediático al exhorto mal aprendido que repite el personajillo.

Además del racismo/clasismo que transversaliza todo el accionar de la derecha local y foránea, lo mostrado en el video puede esconder la conformación de un ejército ultrapeligroso que, una vez consolidado, difícilmente reconocerá autoridad alguna. Los gringos, en la historia reciente, han demostrado ser muy dados a estos experimentos, los aplicaron en los balcanes, Irak, Afganistán, Libia y Siria, con los resultados que todos conocemos.

Los grupos de poder dominantes tienen acceso a las más modernas y sofisticados técnicas de manipulación y persuasión psicológica que aplican hasta en piezas tan aparentemente inocuas y anodinas como la que intentamos desmontar hoy.

 

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