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4.Jun.2014 / 09:53 am / Haga un comentario

Ese gran mártir de América, de los más grandes, Antonio José de Sucre. Treinta y cinco años tenía el Mariscal Sucre cuando lo mataron.

Hugo Chávez ( Próceres, cuentos del arañero)

Prensa PSUV.- Hoy se cumplen 184 años de uno de los magnicidios más infames y desventurados de la historia de la independencia hispanoamericana; el asesinato del mariscal Antonio José de Sucre. Fue un gran político, estadista y militar venezolano, prócer de la independencia americana, así como presidente de Bolivia, Gobernador de Perú, General en Jefe del Ejército de la Gran Colombia y Comandante del Ejército del Sur.

Antonio José de Sucre nació en Cumaná, el 3 de febrero de 1795, hijo de una familia acomodada de tradición militar, su padre fue un coronel del Ejército realista. Sucre, fue un genial estratega que le dio Independencia a Ecuador, en Pichincha, en cuatro horas de valor inigualado el 24 de mayo de 1822; y a Perú, en Ayacucho -Rincón de los Muertos, en lenguaje indígena-, en tres horas de gloria el 9 de diciembre de 1824, respectivamente. El glorioso cumanés supo comandar con brillo y valor, tropas de venezolanos, argentinos, peruanos, ecuatorianos, bolivianos y chilenos.

A los 22 años era general de brigada, a los 24 General de división y a los 29 Gran Mariscal. Los suyos fueron 20 años de intensa vida patriótica y de dominio de los clásicos militares greco-latinos, Federico II de Prusia, Napoleón y Rousseau, el ideólogo. Participó en 37 encuentros de guerra, 12 batallas, 18 combates y 7 sitios, 22 en Venezuela, 6 en Ecuador, 5 en Colombia y 4 en Perú.

El 6 de agosto de 1825, creó Bolivia y en agosto de 1828 renunció a su Presidencia vitalicia. Los 28 mil pesos que le donó el Congreso de Bolivia, los repartió entre los pobres, los huérfanos y las viudas de la victoria de Ayacucho.

En los tres años y cuatro meses en la Presidencia de Bolivia, Sucre dejó en la tierra predilecta del Libertador, el glorioso testimonio de un gobernante brillante e innovador.

Después de que Sucre acudiera en ayuda de la Gran Colombia, invadida por el peruano nacido en Cuenca, Ecuador, José de la Mar, a quien derrotara en la Batalla del Portete de Tarqui y tras la firma del tratado de Piura, marchó a Bogotá en un momento en que la Gran Colombia se encontraba ya en proceso de desintegración, fundamentalmente por movimientos separatistas como el de la Cosiata impulsado por paez y la oligarquia de Venezuela.

En la reforma constitucional de 1830 en la Gran Colombia, sus enemigos logran poner la norma que para ser presidente o vicepresidente se debían tener 40 años (Sucre tenía 35). Y también, es muy probable que esto haya sido la causa de su asesinato. Con Sucre vivo, continuaría la visión política de Bolívar y la unidad de la Gran Colombia. Simón Bolívar, el cual describió la grandeza de Sucre con una biografía en la cual quedan plasmadas citas como ésta:

“El General Sucre es el Padre de Ayacucho: es el redentor de los hijos del Sol; es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco-Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”.

El 4 de junio de 1830, día viernes, muy temprano por la mañana, Antonio José de Sucre toma el camino de su cita final. En el sendero estrecho a Cabuyal, en las montañas de Berruecos, cuatro asesinos contactados por José María Obando lo esperaban. Ellos eran: Apolinar Morillo, venezolano, Andrés Rodríguez y Juan Cruz, peruanos, y Juan Gregorio Rodríguez, de Tolima, Colombia. Cuando pasa la comitiva, una voz grita: «¡General Sucre!». El joven General voltea y en el acto suenan los disparos. Sólo pudo oírsele decir: «¡Ay balazo!». Y cayó muerto el novel General cumanés, víctima de las intrigas y las ambiciones de las más rancias oligarquías del continente.

Al conocer la noticia, Bolívar, lleno de dolor, exclama: «Se ha derramado, Dios excelso, la sangre del inocente Abel… “La bala que mató a Sucre mató a Colombia y acabó con mi vida”.

Agregó el Libertador: “Como soldado fuiste la victoria, como magistrado la justicia, como vencedor la clemencia y como amigo la lealtad”, para inmortalizar su nombre y honrar su memoria en la posteridad.

Fue una macabra conspiración política de gran audacia y magnitud, todavía en vida de Bolívar, a quien asumían ya sin poder ni salud para vengar su muerte. Con el asesinato de Sucre, lograron sus detractores lo que no pudieron materializar ni culminar con éxito 20 meses antes, en el atentado contra Bolívar en Bogotá, en la fría noche del 25 de septiembre de 1828.

Tres días antes de su muerte, el periódico “El Demócrata” de Bogotá publicó el siguiente artículo:

“Acabamos de saber con asombro por cartas que hemos recibido por el correo del Sur, que el general Antonio José de Sucre ha salido de Bogotá… Las Cartas del Sur aseguran también que ya este general marchaba sobre la provincia de Pasto para atacarla; pero el valeroso general José María Obando, amigo y sostenedor firme del Gobierno y de la libertad, corría igualmente al encuentro de aquel caudillo y en auxilio de los invencibles pastusos. Puede que Obando haga con Sucre lo que no hicimos con Bolívar…”

El asesinato de Sucre fue como una “Crónica de una muerte anunciada”, ya que el mismo fue planificado y ejecutado en las Montañas de Berruecos- Arboleda (Nariño) cerca de Nariño el 4 de junio de 1830 con alevosía, ensañamiento, ventaja y premeditación, allí permaneció su cadáver por más de 24 horas hasta que los pobladores de las localidades cercanas le dieran cristiana sepultura. Si el mariscal se hubiese ido por Buenaventura, allí lo esperaba el general Pedro Murgueitio para darle muerte; si optaba por la vía de Panamá lo acechaba el general Tomás Herrera, y desde Neiva lo vigilaba el general José Hilario López.

Sucre, es uno de los venezolanos más transcendentales que entró en las páginas de nuestra historia por amor a la libertad, a la Patria y a su pueblo. También por su probidad, desprendimiento, ecuanimidad y justicia en el cumplimiento de sus deberes como hombre y como soldado de un ejército que se echó el miedo a las espaldas para romper las cadenas que oprimían a nuestra sociedad. Los que ayer asesinaron a Sucre y a Bolívar, son las mismas oligarquías aristocráticas que hoy conspiran contra nuestras revoluciones. Derrotar estas viejas oligarquías, hoy hechas mafias es una de las principales tareas de los Bolivarianos de quienes honramos la memoria de este Gran Mariscal de libertades con el compromiso de vencer en la lucha por la emancipación con la segunda y definitiva independencia.

Texto:

Silvestre Montilla.

Fuentes:

Rangel Domingo Alberto, Sucre, el revolucionario de la independencia, editorial Merida, Merida 2005.

 

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