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26.Jun.2013 / 01:09 pm / Haga un comentario

Prensa PSUV.- Hoy se cumplen 105 años del nacimiento de Salvador Allende, médico, político, estadista y líder socialista chileno y una de las más importantes personalidades de la historia de Chile, presidente de esta nación desde 1970 hasta 1973, cuando el militar Augusto Pinochet, en complicidad con el gobierno de los Estados Unidos, da un golpe militar en contra de su gobierno, debido a sus ideas de cambios sociales y en favor de la población chilena.

Salvador Allende nació el 26 de junio de 1908 en Valparaíso, aunque sus primeros años transcurrieron en Tacna, ciudad en cuyo liceo aprendió las primeras letras. Los años de infancia coincidieron con la incubación de profundos problemas económico–sociales, marco bajo cuyas condiciones creció y estudió.

En 1918 su padre decidió enviarlo a Santiago, al Instituto Nacional. Años más tarde, cursando el 4to año de humanidades, el joven Salvador Allende escuchó hablar de un suceso destinado a transformar el mundo: la Revolución de Octubre. En el acto se abrieron profundas interrogantes y sería un maestro ebanista, perteneciente a la cultura de los anarquistas, llamado Juan Demarchi, quien lo introduciría en los problemas de la cuestión social.

Tras el servicio militar ingresó a la universidad, donde pronto se transformó en líder. Asumió la presidencia del Centro de Alumnos de Medicina y la vicepresidencia de la Federación de Estudiantes de Chile, situación que coincidió con un conflictivo cuadro histórico, caracterizado por el fin de una fase dorada, basada en los beneficios del excedente salitrero y por un agudo conflicto en todas las áreas de la sociedad, período tenso y convulso que culminó con la irrupción de los militares y la posterior dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931).

Sus inicios y carrera política

A principios de la década del treinta, tras sucesivas manifestaciones populares que estremecieron al país, cayó el régimen dictatorial de Carlos Ibáñez. Allende asumió a cabalidad sus responsabilidades como dirigente estudiantil y poco después apoyó activamente el episodio de la República Socialista (1932), actitud que le costó la comparencia ante tres cortes marciales. Bajo estas circunstancias y estando detenido, le comunicaron la noticia del inminente fallecimiento de su progenitor. Acto seguido, haciendo uso de un permiso de dos horas, llegaría ante el moribundo sólo para despedirse.

Durante esta fase, el pensamiento del novel dirigente adquirió definiciones conceptuales y teóricas. En su primera etapa de conciencia social se entrelazaron razonamientos provenientes de la teoría marxista del conocimiento, producto de las tertulias universitarias y de su adscripción al grupo Avance, y aspectos del ideario anarquista por la irradiación y embrujo del fascinante ebanista J. Demarchi.

En 1929, adoptando la tradición familiar, ingresó a la masonería.

En este período, el mérito radicaba en la lucha por la imposición del sistema democrático que logró perdurar entre 1933 y 1973, excepción hecha de los desbordes del gobierno de Arturo Alessandri Palma y de Gabriel González Videla. Es en esta etapa juvenil cuando despuntaron sus dotes de conductor y líder del ideario socialista.

La militancia política lo dotó de parámetros analíticos y paradigmas teóricos que le acompañaron durante toda la vida. El nexo entablado es tan sólido que sólo la muerte pudo romper la relación entre Allende – persona y Allende – militante. De militante pronto se trasformó en jefe del núcleo, para luego asumir la secretaría de estudios sociales y la dirección regional del Partido Socialista. Desde esa posición y vinculado familiarmente con Marmaduke Grove, apoyó la experiencia de la República Socialista (1932), febril actividad política que no pasó inadvertida porque pronto recayó sobre él la ira de los sectores dominantes, quienes lo calificaron como un peligroso agitador. Fue detenido y luego relegado a Caldera, en medio del desborde represivo desencadenado por Arturo Alessandri. Tenía entonces 27 años.

Su primera candidatura presidencial

En 1951, presentó su candidatura presidencial siendo apoyado por un sector democrático. Ante esta situación, Salvador Allende junto a comunistas, radicales doctrinarios y la izquierda socialista fundaron el Frente del Pueblo, alianza calificada como una conciencia en marcha.

Los 52 mil votos obtenidos por Allende en las elecciones presidenciales de 1952 inauguraron un período que 17 años más tarde culminó en la Unidad Popular. Pero lo central de estos acontecimientos radica en la aparición de un proyecto que contenía un programa y una concepción de sociedad. La participación en la justa electoral no fue un mero simbolismo, porque en el centro de la escena histórica comenzaban a tomar posición nuevas fuerzas sociales, que irrumpieron en el sistema político a través de un electorado de masas que se amplió (1958), marco en que se configuró la estrategia político-institucional.

Salvador Allende, en esta coyuntura, terminó por convertirse en el pericentro de cualquier alianza, proyectando su figura por sobre la izquierda. Era ya el líder natural de los desposeídos y un dirigente respetado cuando en 1953 fue reelegido senador por Tarapacá y Antofagasta.

Tres años después, el Frente del Acción Popular o Frente del Pueblo dio paso a una alianza más amplia, con la incorporación de nuevos grupos sociales y políticos al conglomerado. La aparición del Frente de Acción Popular coincidió con la unificación de la clase obrera en torno a la Central Unitara de Trabajadores (1953), el reingreso de la Federación de Estudiantes Chilenos y un nuevo nivel de desarrollo del campesinado organizado, mientras la sociedad civil experimentaba la ampliación del derecho a voto y la solidificación del sistema político, curso fortalecido además por la unificación del Partido Socialista (PS) (1957) y los desacuerdos del 10mo congreso del PS (1956). Todos estos acontecimientos se materializaron en la extraordinaria votación alcanzada por su candidatura presidencial en 1958, ocasión en que lo derrotó J. Alessandri por un escaso margen de votos.

En 1961 nuevamente fue elegido senador de la República, esta vez por su natal Valparaíso. Un par de años más tarde, la Asamblea Nacional del Pueblo lo proclamó abanderado de las aspiraciones populares, asumiendo por tercera vez la responsabilidad de la candidatura presidencial. En esta ocasión (1964), enfrentó a Eduardo Frei, líder histórico de la Democracia Cristiana. A poco andar la campaña fue ganando fuerza, hasta que en marzo de 1964, pocos meses antes de la elección presidencial, en una elección complementaria por Curicó, el Frente de Acción Popular, contra toda previsión logró un triunfo con la elección del doctor Oscar Naranjo. La derecha, profundamente alarmada, optó por entregar sus votos a Eduardo Frei, considerándolo como un mal menor.

A principios de la década del setenta despunta en América Latina un fenómeno de gravitantes consecuencias, como la profundización de la Revolución Cubana, de la que Allende fue un decidido partidario y defensor. Se abrió así un período particularmente convulso, caracterizado por la agudización de los conflictos internacionales, influjo ante el cual una gran parte de la izquierda latinoamericana y chilena rindió tributo, suscribiendo la tesis de la vía armada y de asalto directo al poder político del Estado.

Salvador Allende y Fidel Castro

Entre 1966 y 1969, Allende ocuparía el cargo de presidente del senado, siendo reelecto este último año por la circunscripción de Chiloé, Aysén y Magallanes.

Desempeñó un destacado lugar en el ámbito de la política internacional al participar en la Conferencia Tricontinental y, posteriormente, en la fundación de la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), episodio que sumado a su apoyo a la guerrilla de Ernesto Che Guevara lo pusieron en el centro de los ataques de la derecha.

La Unidad Popular para la victoria

Allende persistió en su postura analítica, teniendo presente las características históricas de Chile. El resultado sería la exigencia de vastos sectores para que Allende asumiera nuevamente la representación de la izquierda, de manera que en enero de 1970 fue proclamada su cuarta candidatura a la Presidencia de la República. A diferencia de las ocasiones anteriores, contaba con el apoyo del tronco radical y con el especial concurso de actores de raíz cristiana que dieron un peso particular a la alianza, esta vez denominada Unidad Popular. Acto seguido, el 4 de septiembre de 1970, se llevaron a cabo las elecciones presidenciales más disputadas de la historia nacional de Chile, bajo un clima tenso y febril. La madrugada del 5 de septiembre el triunfo de Salvador Allende era una realidad.

Desde la presidencia, reorganizó la administración pública e intentó ampliar las bases sociales de la Unidad Popular. A pesar del tono crispado que había tenido la campaña electoral, el gobierno socialista no encontró inicialmente una excesiva oposición merced a los buenos resultados económicos, fruto de la contención de la inflación.

Salvador Allende junto al movimiento obrero de Chile

Tras su nacionalización, el precio del cobre, una de las principales fuentes de ingresos del país, descendió en el mercado mundial, y Washington decretó el bloqueo comercial y financiero de Chile. A partir de 1972, Allende se enfrentó a una creciente conflictividad política y social. Una oleada de huelgas paralizó casi por completo el país, y sus efectos, sobre todo los de la convocada por la Confederación Nacional de Propietarios de Camiones, fueron irreparables.

El gobierno no pudo doblegar el movimiento huelguístico, por lo que la situación se hizo insostenible. Aun en estas condiciones, las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 dieron una mayoría relativa a la Unidad Popular.

El golpe de Estado y su muerte

Última foto de Salvador Allende en el Palacio La Moneda, el 11 de septiembre de 1973

Luego, por espacio de mil días, se desarrollaría la experiencia de la Unidad Popular.

Una vasta conspiración, en la que tomaron parte activa el capital nacional y transnacional, el imperialismo, las fuerzas políticas del centro y la derecha, y los gremios empresariales y profesionales, lograron desestabilizar al país, y sectores golpistas de las fuerzas armadas irrumpieron a sangre y fuego el 11 de septiembre de 1973, la democracia chilena.

En medio del golpe de Estado, mientras bombardeaban el palacio presidencial La Moneda, Salvador Allende en su último mensaje al pueblo, transmitido por Radio Magallanes, dijo:

«Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor ¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!»

Minutos después de pronunciar estas palabras, Salvador Allende murió dentro del Palacio La Moneda, y su caída abrió paso a una feroz dictadura que trajo persecuciones, torturas y la muerte de más de 50 mil chilenos.

Hoy la causa de Salvador Allende está más vigente que nunca, y los jóvenes chilenos levantan las banderas de cambio, en medio de un país sumergido en el libre mercado y con una exclusión social sin precedentes. Salvador Allende es inspiración para las revolucionarias y revolucionarios latinoamericanos, en esta época donde los pueblos despiertan y buscan rescatar la senda de amor y justicia de la humanidad.

Fuentes:

Luis Corvalan, El gobierno de Salvador Allende, Lom Ediciones, Santiago 2003

Enciclopedia Cubana de la Red (Ecured)

 

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