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4.Feb.2016 / 07:35 am / Haga un comentario

”La rebelión del 4 de Febrero era una necesidad histórica; Venezuela no tenía salida, había que sacudir a la patria, solo por la vía de la revolución podíamos salir del abismo en el que estábamos”, (Hugo Chávez 4 de febrero de 2005)

 

Foto: Archivo

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Prensa PSUV.- La madrugada del 4 de febrero de 1992, el país se levantó en medio de una rebelión de militares patriotas, liderizados por el teniente coronel, Hugo Chávez Frías, quien en su intento por dar un frenazo al colapso en el que las clases dominantes habían sumergido al país, revivió la esperanza maltratada de nuestro pueblo en su lucha por la emancipación y la construcción de una sociedad más justa.

En esta rebelión participaron cinco tenientes coroneles como cabezas visibles del movimiento, seguidos de 14 mayores, 54 capitanes, 67 subtenientes, 65 suboficiales, 101 sargentos de tropa y 2.056 soldados alistados, así como grupos civiles de izquierda. Los participantes, pertenecientes a 10 batallones que formaban parte de las guarniciones militares de los estados Aragua, Carabobo, Miranda, Zulia y el Distrito Federal, fueron dirigidos por los jóvenes oficiales encabezados por Hugo Chávez y Francisco Arias Cárdenas, así como también Yoel Acosta Chirinos, Jesús Urdaneta y Miguel Ortiz Contreras.

Estos militares patriotas se identificaron como El Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), movimiento político fundado a lo interno de las fuerzas armadas en 1983 bajo el pensamiento de Bolívar, Simón Rodríguez y Zamora. Este movimiento fue el pionero del 4-F; confirmando las reservas morales de nuestro ejército no subordinado a Imperio alguno, a la aristocracia Adeco-Copeyana, y leal e identificado con los intereses de nuestro pueblo.

Antecedentes:

A finales de los 70, en torno a tres líderes militares, Hugo Chávez Frías, Francisco Arias Cárdenas (Ejército) y William Izarra (Aviación), se forman grupos o “logias” militares separadas que empezarán a colaborar y encontrarse entre sí, progresivamente.

Un factor fundamental en la radicalización de estos militares, especialmente de Chávez e Izarra, es la influencia del PRV (Partido de la Revolución Venezolana), dividido del Partido Comunista y dirigido por el guerrillero Douglas Bravo, en el que militaba Adán Chávez, hermano del futuro comandante, quien se convierte en su enlace con esa organización, aunque otros militares y civiles también cumplían la misma función.

Para principios de los 80, la actividad organizativa y conspirativa dentro de las Fuerzas Armadas es extensa, abarcando a veces grupos de más de ochenta oficiales, altamente organizados en círculos, protegidos por seudónimos y otros mecanismos de seguridad. En ese contexto, William Izarra fundará, primero, el ER-83 y luego ARMA, mientras que Hugo Chávez organizará el Comité de Militares Bolivarianos, Patrióticos y Revolucionarios y el Ejército Bolivariano Revolucionario, movimientos que más adelante se convertirán en el MBR-200, cuyos miembros harán el legendario juramento en el Samán de Güere, en 1983.

A medida que avanzaba la década, estas tramas conspirativas se extendían dentro y fuera del mundo militar, ramificándose entre ciertas organizaciones de izquierda, consolidándose a medida que sus dirigentes avanzaban en la jerarquía militar. Pero no todos estaban de acuerdo con sus principios políticos, y algunos eran de carácter más bien reaccionario: todavía es objeto de especulaciones el tema de cuántas conspiraciones más existieron y si estas involucraban oficiales de alto nivel, especialmente generales como Ítalo del Valle Alliegro, ministro de la Defensa de Carlos Andrés Pérez, e importantes figuras políticas, como Arturo Sosa, quien fuera más adelante rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). En 1993-94 se hablaría incesantemente de un golpe de derecha, cuyos responsables estaban, al parecer, en el Alto Mando Militar.

Pero sea como sea, la insurgencia de febrero de 1992 fue protagonizada por los llamados COMACATES: Comandantes, Capitanes y Tenientes, es decir, oficiales de mediana graduación, y hegemonizada por un proyecto nacionalista y revolucionario, que sería el resultado de la colaboración de más de una década entre la izquierda civil y militar.

Durante el gobierno de Jaime Lusinchi (1984-1989) se experimentó por última vez con el modelo de capitalismo de Estado vigente en las décadas anteriores, pero la corrupción, la disminución del nivel de vida y la represión social y política se incrementaron.

Matanzas como la de El Amparo y Yumare demostraron el poder de fuerzas especiales y paramilitares como la Disip y el Cejap, mientras la corrupción llegaba a niveles nunca vistos.En las elecciones de 1988 se impuso Carlos Andrés Pérez. Apenas tomado el poder, éste decretó un paquete de medidas económicas de impacto fulminante sobre la población, sobre todo, el aumento de la gasolina, que hizo estallar la insurgencia popular del 27 de febrero de 1989.

El surgimiento de nuevas organizaciones populares de base, la elección directa de alcaldes y gobernadores, y el distanciamiento de grandes grupos mediáticos como el 1BC y El Nacional de los partidos tradicionales, marcó el inicio de una crisis hegemónica, como no se veía desde los años 60, con la gobernabilidad completamente destruida por las luchas populares. La represión a la insurgencia del 27 de febrero fue seguida por luchas sociales de base que se extendieron ininterrumpidamente hasta 1993.

El 4 de Febrero:

La llamada Operación Zamora se escenificó en la zona centro-occidental de Venezuela, en los estados Aragua, Carabobo, Miranda, Zulia y el Distrito Federal (actual Distrito Capital), desde las 3:00 pm del 3 de febrero de 1992, hasta aproximadamente las 3:30 pm del día siguiente. Alrededor de 2.300 efectivos militares –300 oficiales y un poco más de 2.000 soldados que portaban una banda tricolor en el brazo– fueron movilizados para deponer al entonces presidente Carlos Andrés Pérez, que regresaba del foro económico de Davos.

El eje del movimiento insurgente fue el entonces Distrito Federal (actual Distrito Capital), donde se concentran tradicionalmente los poderes públicos del país. Allí, desde las 11:00 pm del 3 de febrero, se escenificaron los enfrentamientos más intensos.

La base de operaciones del movimiento insurgente, comandados por el entonces Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, estaba en el Museo Militar, en el 23 de Enero (Actual Cuartel de la Montaña).

Los principales puntos estratégicos de la capital, que sirvieron de escenario para las operaciones, fueron: la Residencia Presidencial La Casona, el Palacio de Miraflores, el Fuerte Tiuna, las Comandancias Generales del Ejército y la Armada, el Comando Regional número 5, el Comando de Seguridad Urbana de la Guardia Nacional, la sede de la Disip en el Helicoide, la sede de la Comandancia de la Policía Metropolitana en Cotiza, la sede de Venezolana de Televisión en los Ruíces y la Base Aérea Francisco de Miranda.

Una combinación de suerte y la oportuna reacción de sus ministros salvaron a Carlos Andrés Pérez de la captura y el derrocamiento. A su regreso de Suiza, fue recibido en el aeropuerto por el Ministro de la Defensa, general Fernando Ochoa Antich, y el Ministro de Interiores, Virgilio Ávila Vivas. Ya en la residencia presidencial, Pérez decidió trasladarse al Palacio de Miraflores tras una llamada de Ochoa Antich, quien le informó de la insurgencia en el Zulia. Gracias a esa súbita decisión logró evadir a los insurgentes, quienes estuvieron a pocos minutos de capturarlo.

En consecuencia, a la medianoche, varios tanques y una unidad de paracaidistas intentaron tomar el Palacio de Miraflores. Pérez escapó nuevamente, esta vez hacia la sede de Venevisión, canal de televisión propiedad de su socio de décadas, Gustavo Cisneros. Desde allí condenó la rebelión, cerca de la 1:00 de la madrugada del 4 de Febrero.

 La Rebelión en el Zulia:

Francisco Arias Cárdenas, comandante del grupo de artillería misilística «José Tadeo Monagas», tomó a medianoche la casa del dirigente copeyano Oswaldo Álvarez Paz, gobernador del estado Zulia y se proclamó gobernador militar de la región, comunicando a través de la radio los motivos y razones de la insurgencia.

Entre los principales puntos tomados en la región estaban: el puente sobre el Lago de Maracaibo, el Cuartel Libertador, los Destacamentos 33 y 35 de la Guardia Nacional, el Cuartel de Patrulleros de la Policía del Estado, la sede de la Disip, instalaciones petroleras de la Costa Oriental del Lago, y el canal 2 de televisión.

 La rebelión en Aragua y Carabobo:

En Maracay, al mando del Teniente Coronel Jesús Urdaneta Hernández y del Teniente Coronel Jesús Ortiz Contreras, se sublevaron 3 batallones de la 41ª Brigada de Infantería Paracaidista, el Batallón “García de Sena” y el Batallón de Cazadores “General Vásquez”. Los combates de mayor intensidad ocurrieron en el Cuartel Páez, a dos cuadras del Palacio de Gobierno, en el Cuartel La Placera y en la base Libertador. Los rebeldes no lograron tomar la base ni apropiarse de los aviones.

En la guarnición de Valencia se movilizaron el Batallón Blindado “Pedro León Torres”, el grupo de Artillería de Campaña Lara, el batallón de apoyo “José G. Lugo”, la Compañía de Comunicaciones y una Compañía de Honor. Durante unas 15 horas, los «insurrectos» como fueron llamados, tomaron puntos estratégicos como el Comando Regional Nº 2 de la Guardia Nacional.

 Rendición y desmovilización:

La sangrienta retoma del Palacio de Miraflores por parte de tropas del gobierno, a las 4:00 am, y el escape de Pérez, determinaron el fracaso de la operación, cuyo eje era la toma del centro del poder político.

En la mayor parte del país, incluso en Caracas y sus alrededores, existía una gran confusión informativa y los rebeldes no tenían forma de comunicarse con la población en general; las únicas informaciones disponibles venían del gobierno y de las televisoras privadas.

Para evitar un desenlace sangriento, como los ocurridos décadas atrás en Barcelona y Carúpano, se entregó el líder de la operación, el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías. Pero la derrota militar se convirtió en una histórica victoria política de corto y largo plazo. El mismo 4F, y como parte de las condiciones de la rendición, se transmitió un mensaje de Hugo Chávez, cuyo propósito era reconocer el fracaso del movimiento insurgente y desmovilizar las fuerzas del Zulia, Aragua y Carabobo, a fin de evitar un mayor derramamiento de sangre. Pero al darle la libertad al líder de la insurgencia para expresarse sin que sus palabras fueran previamente grabadas y editadas, éste dio un mensaje de importantes consecuencias políticas. Saludó con calma a los venezolanos, se identificó como “el Comandante Chávez”, felicitó en los mejores términos a sus subordinados, reconoció la derrota «por ahora» del movimiento rebelde, asumió su responsabilidad en el alzamiento, se refirió a la posibilidad de “nuevas situaciones” para encaminar al país a un futuro mejor y entró en el imaginario colectivo presentando su insurgencia como bolivariana, es decir bajo los principios del Libertador Simón Bolívar.

«En primer lugar quiero dar los buenos días a todo el pueblo de Venezuela” (…) «Compañeros: lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital; es decir, nosotros aquí en Caracas no logramos controlar el poder” (…) «vendrán nuevas situaciones. El país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un camino mejor”.

De esta manera se convirtió, en pocos segundos, en el rostro y la voz más conocida de Venezuela en las dos décadas siguientes y quedó en evidencia que el «liderazgo» político y militar Puntofijista cometió uno de los errores políticos más importantes de la historia moderna de Venezuela.

 Por Ahora y para siempre:

Con su famoso “Por Ahora”, Venezuela y el mundo se enteraban de la existencia del comandante Chávez, de militares patriotas que revivían las esperanzas frustradas de nuestro pueblo y que planteaban una posibilidad real de salir del anacronismo en el que habían sumergido al país el bipartidismo apátrida y pro-imperialista.

Lo que al principio pareció ser un frustrado alzamiento militar contra un desgastado presidente entreguista, rápidamente se transformó en la ruptura del pueblo frente al corrupto y represivo bipartidismo burgués. Entonces, consumada la deslegitimación del viejo sistema, nunca más las organizaciones del Pacto de Punto Fijo (AD y Copei) pudieron monopolizar las ilusiones de las masas ni la estafa electoral de cada cinco años, en ese aberrado sistema, llamado “democracia representativa”.

Tras asumir su responsabilidad ante una clase política que siempre se ha lavado las manos, Chávez fue encarcelado por la misma legalidad burguesa que en 1989 había exculpado a los que ordenaron acribillar a miles de compatriotas indignados por las medidas económicas del Fondo Monetario Internacional. Aunque más tarde la aristocracia buscó su reacomodo mediante la promoción de un veterano dirigente y sus nuevos aliados (chiripero) nada pudo detener el contundente triunfo patriótico de las fuerzas Bolivarianas en 1998.

A partir del 04 de febrero de 1992, la construcción de la nueva sociedad venezolana dejó de ser una utopía para convertirse en una necesidad posible, con sujetos y un liderazgo claro capaz de motorizar este proceso, el 4 de febrero representa el chispazo que nos fortaleció como pueblo y que nos enrumbó en la lucha por el rescate de nuestra dignidad nacional.

Hoy seguimos construyendo la epopeya iniciada en aquellos días, junto a militares que se han hecho pueblo y junto a un pueblo que alzado en su rebeldía y en la irrenunciable determinación de ser libre, y bajo el liderazgo indiscutible de nuestro comandante Chávez, ejemplo de dignidad, constancia y patriotismo.

Rendimos homenaje a los héroes y mártires de aquel 4 de Febrero y ratificamos nuestro compromiso de que POR AHORA y para Siempre, seguimos con Chávez, firmes con su legado y en apoyo rotundo a su continuador, el Comandante Obrero Nicolás Maduro.

 
Texto: Silvestre Montilla

Fuentes:

  • Chávez Hugo, Senderos de la vía bolivariana, Ediciones de la presidencia de la República, Caracas 2007.
  • Izarra Wilian, Para comprender la Revolución Bolivariana, Ediciones de la presidencia de la República, Caracas 2004.
  • Artículo de Jesús Manuel Silva, vigésimo aniversario del 4-F publicado en Caracas en el 2012.
 

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