Opinión / Eduardo Piñate

21.Sep.2015 / 07:52 am / Haga un comentario

Hace varios años, exactamente en el 2011, en un acto realizado en la plaza El Venezolano con colombianos y colombianas residentes en Venezuela, el compañero Fernando Soto Rojas quien para ese momento era presidente de la Asamblea Nacional, expresó algo así: “Ríos de sangre nos separan de la oligarquía colombiana y ríos de sangre nos unen al pueblo colombiano”.

La raíz profunda de la situación en la frontera colombo venezolana, es decir, de la agresión económica y paramilitar que se ejecuta desde territorio colombiano con la anuencia de su gobierno, contra la República Bolivariana de Venezuela es la lucha de clases, es la contradicción entre las oligarquías (colombiana y venezolana) asociadas al imperialismo contra nuestros pueblos, es el antagonismo entre el capitalismo que existe en Colombia y el Socialismo Bolivariano que construimos en Venezuela.

La oligarquía colombiana es tan anti-bolivariana y tan proimperialista como la burguesía venezolana. Ambas son enemigas de los pueblos colombiano y venezolano. La oligarquía colombiana oprime y explota al pueblo de ese país desde que en 1830 derrotaron al proyecto de Simón Bolívar hasta el día de hoy, lo mismo hizo la burguesía venezolana con nuestro pueblo desde el mismo momento hasta que la Revolución Bolivariana se hizo gobierno con el Comandante Chávez en 1999.

Tanto la oligarquía colombiana como la burguesía venezolana (tan oligárquica como la de Colombia) defienden el capitalismo y los intereses imperialistas en esta región. Por eso trabajan arduamente para destruir la Revolución Bolivariana, desarrollando la guerra en todas sus dimensiones (económica, política, cultural, psicológica, mediática, ideológica, cultural y militar) con esa finalidad.

Los pueblos de Colombia y Venezuela somos pueblos hermanos, unidos por la historia y la cultura, somos hijos de la espada libertaria y el genio de Simón Bolívar. Tenemos los mismos enemigos, las oligarquías nos han oprimido y explotado siempre para enriquecerse con nuestro trabajo, ellas han entregado históricamente nuestros recursos naturales al imperialismo para seguirnos sojuzgando.

Cuando nuestro Padre Cantor Alí Primera nos dice que “el Orinoco y el Magdalena se abrazarán…”, se refiere al abrazo fraterno y solidario de nuestros pueblos en la lucha contra la explotación oligárquica capitalista e imperialista y para construir el mundo de justicia, paz y libertad en el socialismo.

En síntesis, las líneas de la batalla están definidas, de un lado las fuerzas de la oligarquía, la burguesía y el imperialismo y del otro lado, las fuerzas de la clase obrera y los pueblos. Esto es importante tenerlo claro para no caer en la trampa de las mentiras de la canalla mediática que busca confundir a nuestros pueblos para llevarnos a una guerra donde los pobres ponemos los muertos y los ricos oligarcas se enriquecen con nuestra sangre. La lucha del pueblo venezolano no es contra el pueblo colombiano y viceversa, la lucha de nuestros dos pueblos es contra el imperialismo y las oligarquías de Colombia y Venezuela y la derecha de ambos países que le sirven.

Decía que aquí se están confrontando ideológica y políticamente dos modelos: el capitalismo en su versión neoliberal más salvaje (aunque todo capitalismo es salvaje) que impera en Colombia y el Socialismo Bolivariano que estamos edificando en Venezuela. La agresión que desde territorio colombiano se lanza contra Venezuela está orientada a sumarle (igual que las provocaciones del gobierno de Guyana o el decreto de Barack Obama del 9 de marzo de este año) a los esfuerzos para destruir la Revolución Bolivariana.

La política neoliberal en Colombia ha sumido a ese pueblo en el hambre, la pobreza y la miseria. Pero no sólo eso, se trata de un país que vive una guerra de más de 60 años en la cual esa oligarquía y sus partidos se enfrentan al pueblo, una guerra que ha conllevado al exterminio físico de la disidencia que realiza actividad política legal (como sucedió con la Unión Patriótica y sucede hoy con sindicalistas y defensores de los derechos humanos, entre otros) y mantiene un conflicto armado con la insurgencia guerrillera. Una política que creó un ejército paramilitar para que junto a su ejército formal desarrollaran la política de exterminio de la oposición de izquierda y popular. Un país absolutamente entregado a los intereses yanquis, en el que, al lado de las Fuerzas Armadas Colombianas que son una fuerza de ocupación en su propio territorio, existen un conjunto de bases militares estadounidenses que sirven para la inteligencia de todo tipo contra los procesos liberadores en el continente y para lanzar agresiones contra países vecinos, como ya ocurrió contra Ecuador.

En ese marco, Venezuela es víctima de la agresión económica y paramilitar desde Colombia con el apoyo del gobierno de ese país. Por la frontera con Colombia nos desangran con el contrabando de extracción y nos lanzan la invasión paramilitar. Desde las poblaciones colombianas fronterizas con Venezuela, principalmente, pero no únicamente Cúcuta, se ataca nuestra moneda para desvalorizarla.

El contrabando de gasolina, medicamentos, alimentos y piezas de repuestos como cauchos por ejemplo, busca desabastecernos de esos bienes para que junto al bachaqueo y acaparamiento que se realiza internamente, generen alza de precios y descontento en la población. El mismo propósito tiene la manipulación del bolívar que tiene un punto de origen en las casas de cambio en Cúcuta y se triangulan con Dólar Today en Miami y las operaciones ilegales con el dólar en el llamado mercado paralelo dentro de Venezuela. En síntesis, es una operación coordinada desde los centros imperiales de poder, con el apoyo de las oligarquías de Colombia y Venezuela y el gobierno colombiano para reducir la base social de la revolución, derrocar el gobierno del presidente Nicolás Maduro y destruir la Revolución Bolivariana, con una estrategia de golpe continuado y guerra de IV generación.

Por ello son correctas las decisiones que viene tomando el gobierno revolucionario, al cerrar la frontera y decretar los estados de excepción en las siete zonas de Táchira, Zulia y Apure; allí comenzamos a derrotar la agresión enemiga por esa frontera. No se trata de una política simplemente defensiva; en una típica maniobra de política Chavista –es decir, haciendo lo que haría el Comandante Chávez en una situación como esta-, el gobierno revolucionario acepta el combate para derrotar al enemigo y obtener una victoria estratégica –tomar una nueva colina, diría el Comandante Supremo- que no es otra que tomar control de nuestra frontera y transformarla, como ha orientado el presidente Maduro, en la nueva frontera de paz, productiva y de solidaridad entre los pueblos de Colombia y Venezuela.

De allí que el cierre de la frontera con Colombia en esas siete zonas y las que pudieran incorporarse a futuro, tiene una orientación estratégica vital en el marco de garantizar la soberanía nacional, la integridad territorial, la paz interna y el desarrollo con justicia y equidad, elementos esenciales de la refundación de la República planteada en nuestro texto constitucional, bases fundamentales del Socialismo Bolivariano y Chavista.

Es fundamental la unidad del pueblo en torno al presidente Nicolás Maduro y la dirección político militar de la revolución, el respaldo a todas estas medidas que como hemos visto, son estratégicas.

Seguimos venciendo.

Caracas, 20 de septiembre de 2015

 

 

 

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