Opinión

24.Abr.2016 / 12:17 pm / Haga un comentario

          Por: Elías Jaua Milano

            La doctrina imperialista elaborada para las Fuerzas Armadas de América Latina,  que les asignó a estas el papel de fuerzas de ocupación y exterminio contra sus propios pueblos, tuvo en Rómulo Betancourt su más fiel exponente. La doctrina “betancouriana”, basada en un profundo desprecio por los compatriotas militares, intentó extrañarlos del seno del pueblo donde habían nacido a través de su uso represivo contra éste. Así fue hasta el 27 de febrero de 1989, cuando por última vez fue acatada, por nuestros soldados, la orden de “disparen primero y averigüen después”, instruida por la élite política y económica.

            El 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, cumpliendo el mandato bolivariano: “Los militares empleando su espada en defender las garantías sociales”, liderada por el Comandante Chávez insurgió la corriente militar bolivariana, popular y libertaria, heredera de la doctrina de nuestro primer Ejército Libertador. Los venezolanos y venezolanas de esta generación comenzamos a conocer a los soldados del pueblo, los soldados de Bolívar y Zamora, pero que ya antes se habían manifestado en las rebeliones militares populares de los años sesenta.

Tras la llegada al gobierno de la Revolución Bolivariana en 1999, una fuerza humana de hombres y mujeres en uniforme se volcó a construir la Patria Buena. Quienes somos de izquierda, nos quedamos gratamente sorprendidos del talante democrático, profesional y de la vocación de servicio al pueblo de nuestros compatriotas militares y de allí se ganaron nuestro profundo respeto y compañerismo.

            El 13 de Abril del 2002, tras el intento de restauración de la doctrina imperialista y betancouriana, la respuesta de los soldados de Bolívar se puede resumir en una frase “Nunca más subordinados a oligarquía alguna, subordinados para siempre al pueblo”. Y ese día se ganaron el nombre de Fuerza Armada Nacional Bolivariana, al servicio de los campesinos, indígenas, trabajadores, jóvenes, pescadores, de los comuneros, de sus padres y madres, de sus abuelos y abuelas y nunca más al servicio del explotador, del terrateniente, de los poderosos.

            Eso es precisamente lo que no les perdona la oligarquía a nuestros militares bolivarianos y aprovechándose de actos individuales de corrupción, de algunos efectivos, pretenden criminalizar a toda la institución armada con el fin de desprestigiarla frente a nuestro pueblo.

En el fondo está el viejo y venenoso rencor de la élite a una institución, que siempre ha llevado en su seno el espíritu popular conque fue creada por Bolívar. Ese veneno destila en las palabras de Ramos Allup, fiel seguidor de la doctrina Betancourt, cada vez que se refiere al tema militar; en los resentidos editoriales oligárquicos de El Nacional; en las insolentes y bien pagadas líneas del cagatintas de Ibsen Martínez, recientemente publicadas en un periódico español o en el empeño permanente de la bancada opositora de despojarla de su carácter bolivariano.

            Uds. soldados bolivarianos y soldadas bolivarianas están del lado justo de la historia, están del lado de donde los forjaron nuestros padres libertadores Miranda y Bolívar, del lado de donde los volvió a colocar el Comandante Chávez, del lado de la Independencia y de la justicia social. Uds. tienen la fuerza moral que los imperialistas y sus lacayos no tienen. Uds. tienen, tras de sí, la razón histórica de un pueblo. ¡Que viva Bolívar!

 

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