Opinión / Ana Elisa Osorio

21.Dic.2011 / 08:57 am / Haga un comentario

Entre el 28 de noviembre y el 9 de diciembre se reunió en Durban, Sudáfrica, la XVII Convención de la ONU sobre Cambio Climático. En esta reunión se suponía que los países se “comprometerían” a asumir medidas que contribuyan a reducir las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI) tal y como lo establece el Protocolo de Kyoto que desde 1997 estableció un plan de reducciones obligantes sólo para los países industrializados, el cual entró en vigencia en el 2005 y que espera por una extensión para un próximo periodo después del 2012.

Los EEUU nunca adhirieron el Protocolo de Kyoto por lo que el país más contaminante del planeta actúa como un verdadero forajido al margen de los acuerdos internacionales importándole un pito los pronósticos del panel intergubernamental para el cambio climático, IPPCC, como es la probabilidad que para el año 2100 hayan desaparecido entre el 30 y 60% de las especies que habitan nuestra Tierra, así como la elevación del nivel del mar poniendo en riesgo las poblaciones insulares y costeras.

En Durban solo hubo retrocesos:

  1. Canadá se desafilia del Protocolo de Kyoto por sus intereses de explotación de las arenas bituminosas que posee en su territorio y la pretensión de construir un oleoducto de 3000 Km hasta Houston para refinarlas.
  2. Se pretende que países emergentes como China, India y Brasil tengan cuotas de reducción de emisiones de GEI de manera vinculante, desconociendo el principio fundamental de Naciones Unidas referido a las responsabilidades mutuas pero diferenciadas.
  3. La creación de un Fondo Verde para apoyar a los países en vías de desarrollo y a los más pobres, en medidas de adaptación ante el cambio climático, sin precisar la fuente de los fondos ni las obligaciones de los países industrializados pero si asignándole al Banco Mundial la administración del mismo.

En definitiva pareciera que de estas COPs no se puede esperar nada, necesario será examinar otros mecanismos que abran paso a una conciencia planetaria responsable y amorosa con la Madre Tierra, de lo contrario las futuras generaciones están seriamente amenazadas.

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