Opinión / Eduardo Piñate

28.Sep.2015 / 08:46 am / Haga un comentario

Por Eduardo Piñate R.

La semana que acaba de terminar fue rica en acontecimientos que hacen pensar que, parafraseando a John Lennon, hay chance para la paz.

El lunes 21 de septiembre, mientras nuestra Asamblea Nacional realizaba una sesión especial en el estado Trujillo celebrando el Día Internacional de la Paz, nuestro presidente Nicolás Maduro se reunía con el presidente de Colombia Juan Manuel Santos con el auspicio de los presidentes pro tempore de la CELAC y la UNASUR, Rafael Correa presidente de Ecuador y Tabaré Vásquez presidente de Uruguay respectivamente.

Como resultado de esta reunión se firmaron siete acuerdos que, si bien es cierto son bastantes generales, abren una puerta para la difícil situación fronteriza entre Colombia y Venezuela, cuyos principales responsables son los sectores oligárquicos y mafiosos que desde Colombia han lanzado una agresión económica y paramilitar contra nuestra patria con la complicidad de los órganos del gobierno colombiano y, al mismo tiempo son una derrota de los sectores guerreristas que en Colombia, con Álvaro Uribe Vélez a la cabeza y en los EEUU apostaban a una confrontación armada entre los dos países.

Es necesario recordar que a esa reunión se llegó producto del tesón y la perseverancia de nuestro gobierno y nuestro presidente, junto a las gestiones de otros gobiernos de nuestro continente miembros de la CELAC y la UNASUR que obligaron a Juan Manuel Santos a llegar a la reunión de Quito, pues durante semanas estuvo evadiendo ese encuentro. Es decir, la verdad verdadera es que los acuerdos de Quito son el resultado de haber tomado en el momento indicado las medidas que cerraron la hemorragia de nuestros recursos por la frontera con Colombia y de la diplomacia Bolivariana de paz que inauguró el Comandante Supremo Hugo Chávez y le da continuidad con pericia nuestro Presidente Obrero Nicolás Maduro.

La decisión política correcta del cierre de la frontera y el decreto de estado de excepción en los municipios fronterizos con Colombia que tomó el gobierno nacional y la activación de la UNASUR y la CELAC para propiciar los acercamientos, colocaban al gobierno de Santos en el riesgo de quedar aislado en el concierto latinoamericano y sufrir una derrota mayor a la que sufrió en el marco de la reunión de la OEA, en la que pese al tono melodramático y cargado de mentiras del discurso de su embajador permanente, salió derrotada su propuesta de convocar a una reunión de cancilleres de la OEA para tratar el asunto.

Apenas dos días después se encontraron en La Habana el jefe de la insurgencia guerrillera de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) Comandante Timoleón Jiménez (Timochenko), con el jefe político de la contrarrevolución colombiana y presidente de ese país Juan Manuel Santos, con el acompañamiento del presidente cubano Raúl Castro Ruz, para firmar el llamado “Acuerdo sobre Justicia Transicional”, que, al decir del presidente Santos, debe concretarse en un acuerdo definitivo de paz en un período de seis meses, luego del cual las FARC-EP deben transformarse en un movimiento político para luchar por el poder en el marco constitucional de ese país.

No es tema de este artículo analizar el futuro de ese movimiento político de la insurgencia, tomando en cuenta el hecho histórico incontrovertible que los movimientos que han insurgido contra la oligarquía colombiana han sido exterminados una vez que han entregado las armas producto de acuerdos de paz con los gobiernos de ese país. Así sucedió con los jefes y combatientes de las guerrillas liberales que se formaron como consecuencia del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en los años 40 y 50 del siglo pasado y así sucedió con las propias FARC en los años 80, cuando, por los acuerdos con el gobierno de Virgilio Barco formaron la Unión Patriótica y pagaron el costo de 3 mil dirigentes asesinados, incluyendo dos de sus candidatos presidenciales.

Importa en este análisis que este acuerdo también es una derrota de los sectores guerreristas y fascistas de Colombia, Venezuela y los Estados Unidos de Norteamérica. El representante más conspicuo de ese sector en Colombia exclamó: “El acuerdo con las FARC es un golpe de Estado a la democracia” (El Universal. “Para Uribe el pacto con las FARC atenta contra la democracia”. Domingo, 27 de septiembre de 2015. P.1-9). Manifestación similar hizo el jefe narcoparamilitar y asesino cuando se firmaron los acuerdos de Quito entre los presidentes Santos y Maduro.

La política de la Revolución Bolivariana, desde que el Comandante Supremo la lideraba físicamente hasta hoy, bajo el mando del presidente Nicolás Maduro, ha sido una apuesta a la paz de Colombia y en consecuencia hemos trabajado por ella sin interferir en la política interna de ese país, porque entendemos que esa paz contribuirá a la paz y estabilidad de la región y obviamente, de sus países vecinos, entre los cuales nos encontramos.

La reunión entre el presidente Nicolás Maduro con el presidente de Guyana David Granger, con la presencia del Secretario general de la ONU Ban Ki moon, también abrió los espacios para continuar tramitando la controversia en el marco bilateral y retomar las relaciones con el envío de los respectivos embajadores y el acuerdo de mantener los contactos permanentes a nivel de presidentes y de cancilleres, así como una comisión nombrada por el secretario General de la ONU que visitará nuestro país para conocer in situ las razones y aergumentos de nuestro país. Esto, a pesar de que, hasta poco antes de la reunión el presidente guyanes mantenía el tono provocador en sus declaraciones, tratando de presentarnos como un país agresor, buscando apoyo para sacar la controversia territorial por la Guayana Esequiba del Acuerdo de Ginebra y el mecanismo del Buen Oficiante defendida por Venezuela y llevarla a la Corte Internacional de Justicia, algo que el gobierno Bolivariano y nuestro pueblo hemos rechazado permanentemente..

Santos no es un santo. Creo que eso nadie lo duda, pero es un político pragmático y además expresa la opinión de un sector de la oligarquía colombiana que si bien quiere derrocar a Maduro y destruir la Revolución Bolivariana, trata de privilegiar los medios políticos, económicos y mediáticos, por encima de los militares. Santos tiene unas elecciones en este mes de octubre y en ellas pretende fortalecer su posición y la de su fracción golpeando al uribismo guerrerista. Con ese propósito, los acuerdos firmados con el gobierno de Venezuela y los que firmó con las FARC-EP, aunque son generales y necesitan nuevos desarrollos que los concreten, lo presentan ante el pueblo colombiano deslindando campos con el fascismo que lidera Uribe; eso va a tener expresión en las urnas electorales de Colombia y Juan Manuel Santos pretende que sea a su favor.

Ante este aparente retroceso de Juan Manuel Santos y su sector de la oligarquía colombiana, retoma el escenario el presidente de ultraderecha de Guyana David Granger, con declaraciones destempladas y provocadoras, para mantener el hostigamiento contra la Revolución Bolivariana y nuestro gobierno. Esa posición de “enfant terrible” que viene asumiendo el presidente de Guyana no es autónoma, es la que le ordena la transnacional petrolera Exxon Mobil y los Departamentos de Estado y de Defensa de los Estados Unidos de Norteamérica. Veremos si la mantiene luego de la reunión que se realizó con nuestro presidente y el Secretario general de la ONU.

Lo que venimos analizando en este artículo representan derrotas netas de las fuerzas guerreristas y fascistas de las oligarquías que encarna, entre otros, Álvaro Uribe Vélez, David Granger y el imperialismo yanqui y europeo. Al mismo tiempo, representan la victoria de las fuerzas de la paz, encarnada en los pueblos, la Revolución Bolivariana y la Diplomacia Bolivariana de Paz de Chávez desarrollada hoy por Nicolás Maduro.

Los acuerdos Santos-Maduro, lo hemos dicho, son todavía generales y hay que concretarlos, para eso trabajan comisiones de los gobiernos de Colombia y Venezuela. Algo parecido podemos decir de los acuerdos de Santos con las FARC-EP, todavía falta trabajo de las comisiones de ambos sectores que se reúnen hace varios años en La Habana. Así como los de la reunión de Nueva York entre el presidente Nicolás Maduro y David Granger. Pero es deber de nosotros los revolucionarios y las revolucionarias, de los bolivarianos y las Bolivarianas, de los y las socialistas, de los y las antiimperialistas, de los y las nacionalistas, de los y las progresistas; estar vigilantes para impedir el retroceso, para que avancen estos acuerdos que significan la paz y la estabilidad de la región.

¡Nuestra victoria es la paz!

Caracas, 27 de septiembre de 2015

 

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