Opinión

25.Ago.2014 / 06:18 pm / Haga un comentario

La más reciente ofensiva que deriva de la política económica del Gobierno del presidente Maduro, ataca contundentemente al contrabando de extracción como una de las tantas vejaciones a las que someten los corruptos apátridas al pueblo venezolano. Es atinado el Presidente cuando detecta de forma oportuna esta práctica que, sumada al acaparamiento y la desviación de los productos alimenticios al mercado informal, nos desangran descarnadamente nuestros hogares.

Muchos de los que se dedicaban o aún tienen el coraje de extraer alimentos, medicamentos o combustible, lo asumen como un trabajo, una forma de vivir y percibir ingresos, una rutina, una razón para levantarse temprano, hacer la cola, cruzar la frontera y percibir buenos dividendos en detrimento de los intereses de su propio país. Lo último puede estar convirtiéndose en una tradición, un oficio cotidiano para algunos, valga entonces pulverizar a tiempo ese oficio de una vez por todas para que no se convierta en otro vicio socio-cultural con el que lidiar.

En los últimos días se han desmantelado bandas que se dedicaban a la extracción del combustible, alimentos y medicinas. Cientos de miles de litros incautados, cientos de toneladas de comida y medicinas recuperadas. Pueden ser los mismos grupos que se oponían férreamente a la colocación del chip que regula el abastecimiento individual de la gasolina hace un poco más de un año frente a los medios que sirvieron de cómplices para tal flagelo.

El otro frente que debe atacarse de manera más contundente es específicamente el de la desviación de los alimentos de la cesta básica de su cadena natural de distribución a las manos despiadadas del comercio informal. El exceso de libertades para delinquir es impunidad y se convierte en anarquía.

Es intolerable que los productos que en el mercado formal están ausentes se consigan con un mil por ciento de inflación en los precios e inconcebible que buhonero alguno venda comida de la cesta básica, no hay ninguna justificación para tal manifestación de corrupción comercial evidente y violaciones flagrantes de nuestras leyes. Los alimentos son productos de primera necesidad y sobre ellos debe regir el más exhaustivo seguimiento del cumplimiento de la cadena de distribución privada para no permitir ninguna desviación que permita a tramposo alguno lucrarse con las necesidades del pueblo.

Valga decir que es en los sectores populares, o alrededor de éstos, como Petare, Catia y otros que se concentra la mayor cantidad de mercado informal, por lo que son los pobres los más afectados de dicha perversión. Vemos cómo se aplica la ley de costos y precios justos en el comercio formal mientras el informal se ríe de la autoridad del Estado, pero, los responsables primeros y últimos son los dueños de las cadenas de alimentos quienes deben rendir cuentas sobre cómo terminan los productos en los tarantines a esos precios mientras en los anaqueles de los supermercados brillan por su ausencia, pareciera evidente que es más rentable desviar los productos de su cadena y comercializarlos de forma incorrecta que venderlos bajo supervisión de la ley, pueden estar sirviendo entonces –los comerciantes informales que incurren en la venta indebida de alimentos- como los que le lavan la cara a las empresas que conspiran contra el pueblo por sus propios intereses económicos.

No basta con la superintendencia para ejercer control sobre este sector, hace falta de la voluntad de todas las instancias de gobierno y del poder comunal, porque no se trata sólo de los precios sino de la estabilidad económica y alimentaria del país.

La derecha no dice nada

Ni los grupos políticos de oposición ni los voceros sueltos de la contrarrevolución se han manifestado al reciente llamado hecho por el Presidente a sumarse a los esfuerzos contra el contrabando de extracción, mucho menos por la lucha contra la especulación y el acaparamiento. Parecía sospechoso cuando comenzó esta guerra económica continuada, ya no.

La omisión los hace cómplices, el silencio los delata en sus intenciones porque el país esté permanentemente desestabilizado para tener las mejores condiciones de apropiarse del poder nacional. Cada vez que se les convoca para atender problemas sociales huyen, lo hicieron recientemente al levantarse de la mesa de diálogo donde lo que había era una agenda pública de trabajo para hacerlo juntos, al cual huyeron despavoridos y los que se quisieron quedar con alguna intención de seguir el debate a ver si ayudaban fueron fuertemente atacados por la MUD; una razón de peso más para la situación de fractura que atraviesa dicha organización política por la lucha de los intereses de los factores que la componen.

Todos quieren salir del gobierno revolucionario, y acabar con cualquier viso de chavismo que exista en el país, pero algunos de los integrantes de las organizaciones derecha tienen alguna cultura de trabajo y aunque no coincidan con nuestros intereses y nuestra agenda para resolver los problemas sociales, tuvieron un interés en discutir sobre posibles soluciones al problema económico y hubo un gran avance cuando asumieron la tesis realista sobre que atravesamos una guerra que se libra entre los intereses de las grandes empresas contra los intereses del pueblo, allí parecía haber algo de honestidad de uno que otro dirigente mientras la mayoría actuaba como actúan: desconociendo la situación que atraviesa el país y atribuyéndosela al gobierno central. Pero, de propuestas, nada. Las empresas de alimentos, los corruptos de la gasolina, los especuladores, acaparadores y los actores de la MUD parecieran ser lo mismo. Persiguen la misma cosa, la silla presidencial y el enriquecimiento propio.

De todo esto queda la plena convicción que saldremos como estamos saliendo de esto, porque lo estamos enfrentando con trabajo y junto al pueblo que es trabajador como su Presidente, aquí nadie huye sino avanzamos hacia adelante. No le tenemos miedo al debate y por eso el debate está en la calle, en el seno del pueblo, donde sí importa que los recursos que se obtengan de un posible ajuste del precio del combustible vayan destinados a la inversión en la Patria. En cambio la derecha apuesta a que la gasolina siga siendo más barata que el agua, siempre y cuando no se invierta un bolívar más en el pueblo ni se construya una escuela, una autopista o se financien las misiones para la erradicación de la pobreza extrema.

Los voceros de la oposición saben que es absolutamente viable, justo, coherente y necesario un ajuste del precio del combustible pero sale con la excusa ante los medios que es intolerable para generar una matriz de rechazo a la propuesta del Presidente Maduro; oposición a todo no importa lo que sea. Esa conducta irracional los llevará al rincón del olvido, cada vez más desplazados, más evidentes y con menos fuerza política, cada vez más divididos, inmorales e insolentes, cada vez menos oposición mientras nosotros avanzamos irrefrenablemente.

 Por: Jhonathan Sánchez 

 

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