Opinión / Elías Jaua

13.Nov.2016 / 01:55 pm / Haga un comentario

Foto: PSUV Miranda

Foto: PSUV Miranda

Entre 1768 y 1771, en las selvas de Barlovento, se estableció el Cumbe de Ocoyta liderado por el Cimarrón Guillermo Ribas. Este territorio liberto se convirtió en referencia de rebeldía y lucha contra el esclavismo. Desde allí se desarrolló una lucha de liberación en todas las haciendas de Barlovento, Valles del Tuy, de Guarenas y Guatire  a las cuales se sumaron pardos, mulatos e indios tacariguas y  quiriquires.

Esta fuerza popular enfrentó y derrotó con tácticas guerrilleras a las tropas coloniales durante 3 años, hasta el 10 de noviembre de 1771 cuando el Cumbe fue asaltado por fuerzas españolas superiores, cayendo en combate Guillermo y la mayoría de sus hombres y mujeres.

Allí, en Ocoyta, estuvimos el jueves pasado en un sentido encuentro popular con los afrodescendientes del Cumbe de Guillermo, allí sentimos la fuerza histórica con que representaron teatralmente a las mujeres, hombres,  jóvenes, niños y niñas de aquellos días de rebelión. En sus cantos, en sus bailes, en sus expresiones artísticas, en sus demandas y en la  conciencia de su raíz libertaria, encontramos, una vez más, la esencia de porque somos un pueblo rebelde.

Nosotros como pueblo, llevamos en el alma y en la conciencia una carga histórica de resistencia y de lucha indígena y africana; de libertadores y libertadoras criollos; de mártires estudiantes, obreros, militares patriotas y campesinos a lo largo de nuestra historia colonial y republicana. Esa larga lucha se convirtió en victoria popular, cuando liderada por el Comandante Chávez, el 6 de diciembre de 1998, está corriente histórica de resistencia paso a ser victoriosa y ganó democráticamente el poder político.

Esa lucha ha estado caracterizada por el derecho a ser reconocidos como sujetos políticos por las élites que desde el inicio desconocieron el propio carácter humano de nuestros indígenas y de los africanos esclavizados y que luego han desconocido al pueblo en su diversidad cultural,  en sus derechos, en su protagonismo. Allí radica el origen principal, desde mi punto de vista, del conflicto de clases en Venezuela. Nuestra historia es la lucha de las mayorías por el reconocimiento a existir, a vivir, a ser, frente a la negación de las élites oligárquicas.

A lo largo de ese conflicto hemos desarrollado una cultura de rechazo contra la prepotencia, los privilegios, el atropello, el abuso de poder, el racismo, el clasismo, el agavillamiento, la desigualdad y la exclusión.

De allí radica la fuerza de la Revolución Bolivariana, del chavismo como gran alianza popular, para emprender el mayor esfuerzo histórico de democratización política, económica y social; de reconocimiento a nuestra diversidad étnica y cultural; de construcción de una sociedad igualitaria y de restitución de poder al pueblo.

De ahora en adelante no podrá haber otra forma de gobernar democráticamente a Venezuela, que no sea sobre los principios de participación y protagonismo popular. Así debemos entenderlo quienes pretendemos ser dirigentes de nuestro pueblo insumiso, así deben entenderlo las elites de cualquier signo que pretendan restaurar un régimen de exclusión en nuestra Patria.

Sintámonos orgullosos de ser un pueblo que no baja la cabeza ante los poderosos, sintamos el orgullo de ser un pueblo sublevado, pueblo rebelde.

Pueblo de Miranda

 

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