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1.Oct.2015 / 11:00 am / Haga un comentario

Foto: Prensa AN

La muerte de un hijo debe ser una de las experiencias más devastadoras que una madre puede vivir y existen muy pocas posibilidades que logre salir adelante con mucha facilidad. Pareciera que entre madre e hijo jamás se cortara el cordón umbilical y la conexión fuera permanente, entonces al irse uno, se siente como si se desmembrara una parte de sí.

No existe manera alguna de describir la magnitud del dolor que se siente tras la muerte de un ser querido y más aún cuando éste es tu hijo. Se inicia así un período de mucha tristeza y que vive varias etapas que terminan por sanar el alma, pero no borrar la pena.

-¿Cómo era Robert como hijo?

-Yo digo que toda madre dice que sus hijos son buenos y son todos los mejores hijos, pero Robert Serra aparte de tener tiempo, de tener ese ímpetu como político, era aquel hijo que me escuchaba, que me entendía, que peleábamos a veces, a veces quería que lo dejaran ser hombre y yo como insistía que era mi niño porque así lo veía, pero sí era un buen hijo, un buen amigo, que yo podía contar con él, que podíamos hablar, podíamos pelear y podíamos resolver cualquier problema que dentro de la casa había, porque era hermano, era un hijo, era papá, era mi mejor amigo, aquella persona que tu dices, hay un problema, voy a buscar un amigo, y yo corría era para donde él y ahí discutíamos, discutíamos varias horas a veces y lo resolvíamos, lo resolvíamos los dos.

-¿Cómo era como hermano?

-Sabes que yo tuve después de tener a Robert, ocho años para poder tener al otro y el gran sueño de Robert era tener a un hermano, era su sueño, siempre, de ocho años ya tenía como la actitud de tener a un hermanito. Él desde que nació Oliver, se enamora de Oliver como aquel hermano que protege al otro y son unos hermanos hermosísimos, unos hermanos que Robert sobreprotegía, a Oliver de manera tan hermosa, eran unos hermanos bellísimos. Luego viene Bárbara y era como yo lo definía, eran tres amores distintos, pero era una familia muy linda. Como hermanos eran demasiado bellos; claro, como estos dos eran varones, eran los más fuertes, eran los más unidos, así pegaditos y la hembra siempre un poquito, pero de igual forma ellos la amaban  igualito.

¿Cómo fue la relación entre Hugo Chávez y Robert?

Hermosa. Hermosa y grande. Voy a contar una anécdota, yo creo que nadie lo sabe. Hay un libro que Robert tenía que sacar de la Universidad Católica. Ese libro no lo tenía nadie en el país, nadie, pero estaba en la Católica. Viene el Comandante y llama a Robert y le dice: “Yo quiero un libro que solo lo tiene la Católica”. Robert le dice: “¿Si Comandante?” y Chávez le dijo: Sí Robert, no sé, pero yo necesito el libro. Robert vino y pidió el libro para él y se lo llevó a los decanos para que se lo entregaran al Comandante. El Comandante Chávez nunca le regresó el libro, nunca, el Comandante se quedó con su libro. Cuando Robert se va a graduar, justo el día que le iban a entregar su título y su medalla, él tenía antes que firmar el acta de grado, lo llamaron de la biblioteca y le dijeron que él no se podía graduar porque debía regresar el libro que había sacado.

¿Cuándo y cómo fue su último encuentro familiar con Robert?

Un domingo. 15 días antes (de su asesinato), nosotros nos reunimos como familia. Hicimos una comida como todos los domingos en la casa de él. Robert siempre me pedía que le llevara comidas diferentes porque en una oportunidad le llevé tanta yuca y un poquito de pescado, que cada vez que íbamos a cocinar él me decía: “mamá no me traigas yuca”.

Ese día miércoles, cuando yo me despedí de él, había leído unos libros, entre ellos el libro de Bolívar “Bucaramanda”. Él leyó una cuestión que parece muy triste. Ese mismo día leyó un párrafo, que dejó subrayado, el cual hacía referencia a cómo traicionaron a Bolívar, cómo traicionaron a Sucre creo. Ese miércoles habló hermoso del Comandante, habló cosas muy lindas. Fue una relación política pero ahí entró todo: mamá, partido. Entró todo. Ellos (los presentes) dicen que en esa reunión se estaba como despidiendo.

En la noche cuando yo me fui, cuando me despido de él –porque el miércoles nos la pasamos juntos en actividades políticas, pero no dejamos de un lado el momento de mamá – yo sabía que él se quedaría para una segunda reunión que hizo con su equipo parlamentario. En la noche me llaman para darme la noticia. Cuando yo me retiro del comando él me dice: “Bendición mamá, te amo” y yo le respondí: “Dios te bendiga, yo también te amo, pero ahorita te amo menos que a Chávez”, fueron mis palabras. El me dijo: “Bueno entonces me amas full”. Esa fue la última bendición.

¿Qué ejemplo dejó Robert para la juventud venezolana?

La humildad, el trabajo la lucha, la perseverancia, el amor hacia lo que él quería, eran unas de las características más relevantes de Robert. Podemos tener muchas cosas, pero si no tenemos humildad para acercártele, hablar con alguien o dejar algo por allí para que otro lo tome, se pierde el trabajo.

Eso parte del mismo enamoramiento. Hay dos cosas que como revolucionaria he visto, he analizado, lo he sentido y lo he palpado. Dos hombres me enseñaron a mí esto: Hugo Chávez y Robert. Y no porque sea mi hijo sino como revolucionaria. Lo más cercano a la humildad: Hugo Chávez y Robert.

Un mensaje para los jóvenes venezolanos

Que sigan luchando porque Robert dejó mucho atrás, dejó su juventud, pero tenía algo bien, bien claro: su patria, sus principios y su batalla. Él era bien frontal. Que sigan luchando porque vale la pena seguir luchando por el país, por nuestro Comandante y por las cosas buenas que podemos tener. A veces luchamos por muchas cosas, una de ellas deben ser nuestros sueños.

Como jóvenes, como estudiantes, como profesionales siempre tenemos un sueño. Como estudiantes llegar a ser profesionales, como profesionales crecer poco a poco y como seres humanos seguir creciendo y tener valentía y humildad, para soñar, para vivir y para luchar.

Madres también les doy un mensaje. Abracemos a nuestros hijos y guiémoslos con errores o sin errores, pero estar ahí firmes, luchando con ellos y tomándolos de la mano. Yo le decía siempre a Robert: “yo tengo dos manos, con una mano me agarro de Dios y con la otra yo lo llevo a ustedes”. Así tenemos que hacer las madres pese a los errores que cometan.

Prensa AN

 

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