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9.Nov.2015 / 01:30 pm / Haga un comentario

Foto: archivo

Aunque el discurso del «cambio» tiene consigo un discurso renovador, no en todos los casos concretos en la política tal aspiración se traduce en un hecho concreto. Dicho de otra manera, en los gobiernos de Europa y en muchos de América Latina, tal como ocurrió en Venezuela, muchos gobiernos de derecha se intercambiaron lugares en «el juego de la sillita» presidencial, desplazándose uno al otro siempre con campañas que hablaban de cambio. Llegaban a «cambiar todo» para que en realidad nada cambiara.

En el contexto de la realidad venezolana, le derecha local se autocalifica como respuesta, que se supone, debe cambiar la realidad venezolana. Aquí ese principio yace en la alternativa al chavismo en el Gobierno, que no es otra cosa que el retroceso, o la restauración de las formas y filosofía de Gobierno previas a Chávez.

Hacen referencia concreta a la crisis inducida por la guerra económica, la destrucción de los sistemas de abastecimiento y precios como gran realidad que ellos prometen «cambiar», por supuesto, generando desde el parlamento un cambio en el poder ejecutivo venezolano.

La campaña opositora se erige en el escenario en que ellos se asumen como esperanzadora tabla en el mar. Esta campaña, aguas abajo, entre sus seguidores, comenzó a tener sus efectos. Como suele pasar en la politiquería opositora, las reacciones reflejas y automáticas reaparecen, a veces sin sentido mínimo del análisis de la realidad nacional.

Razonamientos escuálidos

  • Decirle a sus líderes que su guerra funciona: Con comida acaparada decomisada a granel, con devaluación artificial DolarToday, con saboteo programado en el abastecimiento, con bachaqueo, con megacontrabando, con todo lo que a la vista está, hay todavía quienes no creen que estamos en una economía en guerra. Tal parece que hay opositores así de desaforados que quieren premiar a los autores de la guerra, votando por las caras opositoras en la politiquería.
  • Colas hasta el 2018: Todos en Venezuela sabemos que la continuidad y contundencia de las colas se traduce en insumos y beneficios políticos para la derecha venezolana. Votar mayoritariamente por la oposición el 6D es decirle a los líderes de la derecha no sólo que la estrategia funciona, sino que deben continuarla, quizás hasta el 2018 ó hasta que den un golpe.
  • El diputado va a acabar con la cola: El ejecutivo nacional no controla al sector privado distribuidor, entre los cuales se encuentran elementos distorsionadores de los sistemas de abastecimiento. Pese a eso, el Gobierno nacional regula, emite normas, hace seguimiento, por ser una instancia instituida con cuerpos de fiscalización e implementación de normas. ¿Esas competencias y capacidades efectivas las tiene un diputado? ¿O acaso un candidato opositor está siendo demagogo cuando promete «acabar con las colas»? ¿Será que los seguidores de la derecha no entienden esas sutiles diferencias?
  • «Denme los dólares y acabaré con el rentismo»: El insaciable hambre de divisas del empresariado que depende de dólares de papá Gobierno no se hace esperar como «solución» a la crisis. Y los seguidores de la derecha compran la labia sin pensarlo. Básicamente, muchos seguidores de la derecha creen que lo correcto es elegir a un Gobierno que trabaje para los empresarios, lo que en esencia no es nada nuevo, pues en realidad es la causa medular del rentismo como realidad económica en Venezuela. Entonces ¿cómo superar el rentismo colocando en el poder a quienes históricamente más se han beneficiado de la renta?
  • Diputados ministros de economía: No es nada nuevo. De demagogos está llena la política. A los seguidores de la derecha le encantan los candidatos que son «expertos» en todo tema de la política y hay quienes hasta siguen a Delsa Solórzano, hija política de Manuel Rosales, a quien no le bastó con decir que había que reciclar (ecológicamente, claro está) los barriles de petróleo que exportabaVenezuela.
  • «Yo sí arreglo este país, voten por mí»: A Venezuela no le bastaron 300 años de colonización, luego 200 años de oligarquía en el poder, con 40 años de la Cuarta República, para «arreglar al país». No les fueron suficientes, dicen. Lo cierto es que, por el contrario, lo despedazaron. En sólo 16 años de revolución mucho se ha logrado, pero los opositores no entienden ni ven la magnitud de eso. Lo «nuevo» afirman, es traer adecos y copeyanos al parlamento y colocar como figura visible la rozagante juventud de Henry Ramos Allup, entre muchos otros dinosaurios en candidaturas opositoras.
  • Gobiernan, pero nada cambia: Hay opositores que no entienden que el chavismo no es la única fuerza política que ha gobernado en Venezuela en tiempos recientes. La derecha tiene bajo su gestión gobernaciones y alcaldías. Entonces ¿por qué nunca vemos un cambio sustantivo e importante en esos municipios y estados? No hablemos de recursos, ellos los tienen. Si «el cambio» para ellos no es una farsa electorera, entonces tal cosa es realidad concreta en esos municipios y estados, donde, todo debe ser distinto. ¿O no?
  • «Arreglar las cosas» trancándole recursos a todo el país: En la derecha hablan ya contando los pollos antes de nacer, que la mayoría opositora en la Asamblea generará una «guerra de poderes», pues es sabido que casi toda aprobación de recursos en la AN ha tenido el rechazo de la bancada opositora. Hasta las pensiones para jubilados y pensionados del IVSS y recursos para mejoramiento de los servicios médicos para pacientes renales, han sido votadas en contra por la MUD. ¿En serio creen los opositores que paralizar al país puede contribuir en algo positivo? ¿Tan obsesionados están los opositores contra Maduro que prefieren un desbarajuste total que paralice todo el sistema de fondos públicos?
  • Unir al país, entre peleas: La MUD no está unida. Eso lo saben los mismos opositores. Son un cónclave de intereses particulares, partidistas y grupales, que se apuñalan por espacios y cuotas económicas y de poder. Cada victoria opositora en un espacio político no es ganancia para la oposición, es ganancia para el partido que tome ese espacio. ¿Es posible cambiar la realidad nacional de la mano de un grupo de partidos que no logran ponerse de acuerdo entre sí, teniendo los mismos intereses? Parece que los opositores en realidad no persiguen que la unidad sea una alternativa para cambiar el país, tal parece que sólo creen en ella como una fórmula para desplazar al chavismo.
  • Que gane la democracia destruyendo al chavismo: La tendencia peligrosa entre opositores, de que el problema es «el chavismo» (entiéndase no sólo el Gobierno, sino todos los chavistas), tiene un pie en el odio guarimbero y otro en las aspiraciones a un baño de sangre generalizado. Hay seguidores en la derecha que aspiran a la persecución generalizada, que relegue al chavismo a su «exterminación» u obstracismo total. Qué raro concepto de democracia. He ahí el legado ideológico de Globomojón, El Nazi-onal y Maduradas, entre otros. La aspiración «al cambio» con el odio desaforado como conductor implica amalgamar la supuesta «renovación» por medio de la opción opositora, con el empleo de los sentimientos de revancha inoculados entre la enardecida y casi sociópata cuota de opositores dispuestos a un Chile de Pinochet.

Misión Verdad

 

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