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3.Jun.2015 / 02:09 pm / Haga un comentario

Foto: Archivo

Nada asombró de las «movilizaciones» del pasado 30 de mayo salvo la capacidad de convertir convocatorias a la movilización total y permanente («hasta que caiga el régimen») que se invocan solemnes, universales, elevadas, en una serie de actos de fin de curso de colegio de monjas.

Pero en realidad ni siquiera eso, acostumbrados al espectacularismo post-Rctv de la «alternativa democrática» y la recontraexcelsísima sociedad civil, logró algún estremecimiento simbólico. Que la tapa del frasco la haya encarnado Richard Blanco más que Freddy Guevara ya dice suficiente.

De nada significó el aplomo presunto con que la MUD se «plantó» ante Voluntad Popular (VP) y su convocatoria, en ese comunicado que parecía más un nudo celta que una suma de organizaciones políticas que fijan una posición.

Y no iba a funcionar cuando los otros promueven con una alegría nefanda el camino a Bosnia (o a Siria, para no sonar tan vintage), «por esas picas tan solas», como única «solución» a su problema, «así cueste la vida de miles de venezolanos», según doña Tintori. Porque en realidad esa gente no es esa gente, sino la pura mampara de un balbuceo superior.

(Y entonces, como pa no perderlo de vista, el actual cerco contra Venezuela viene de la mano de un par de medios que promueven una campaña que acusa a Diosdado Cabello de narco valiéndose de investigaciones que en realidad apuntan a personal (para)militar y (para)político vinculados al uribismo, información por lo demás suministrada por la agencia antidrogas que se manda parrandas en Colombia con prostitutas pagadas por los propios narcos (entre otras donaciones solidarias); a una página web que le sabe a mierda lo que ya sabemos poniendo el precio del dólar paralelo cuando no hay operación financiera alguna que la convalide, y un banco norteamericano que predice que el dólar ídem trepará el Everest para fin de año, pero que está sancionado precisamente por hacer eso: predecir de acuerdo a la tarifa que le paguen, y por eso, multado. A lo que se le agrega una marcha convocada por la huelga de hambre más organizadamente fitness de la historia. Una sombra sobre otra).

«Hay que distinguir entre sanciones a un país y sanciones a unas personas, por lo que hemos sido consistentes en rechazar las medidas generales contra una nación entera… Preferimos la acción preventiva que implica el acatamiento de los métodos, reglas e instituciones que la comunidad internacional dispone dentro del Derecho, que acciones sancionatorias unilaterales», decía la MUD, en marzo, en aquel comunicado donde criticaban al decreto Obama, como si le protestaran a un mesonero que habían pedido un jugo de lechoza y le trajeron un nestí.

Y en ese gesto, que viene con un comunicado no menos laberíntico que con el que se deslindan de la agenda salidista de VP y cía del pasado 30, se sintetiza en dibujito el no-lugar de la MUD, que es el mismo de la agenda ultra en todas sus variables (VP, la Vente Venezuela de la Machado, etc.) sólo que más descriptiva, porque la otra sencillamente es el mismo sin calcular los medios, las formas o el tamaño de su propia ilusión predestinada. Y en esa misma línea, la última ratio de esa no-agencia histórica que continúan padeciendo, y que sobrevive insuflado desde afuera, los unificará a la larga o a la corta, dependiendo de lo que conciban como «oportunidad», el único principio cardinal que tienen.

Aquí habría que remitirse a una instancia más honda que el mismo presente histórico para entender que detrás de la sonrisa guasona de María Machado está la política del dron, el cretinismo oportuno de Marco Rubio y la concepción de Venezuela como una alfombra de cuerpos perfectamente sacrificables.

Interrogar qué hace a esa clase «clase» pasa por entender que la MUD y sus alrededores sí son síntesis de un hecho social, de un lugar histórico y de un proyecto claramente delimitado: sí hacen política. De la sociedad civil a la MUD se traslada esa total ineptitud por definir y ver este momento desde donde sufre sus grandes transformaciones. Es un terror transferencia y por eso lo único que pueden hacer como «alternativa» es la guerra por delegación.

El azote permanente de los fantasmas del presente, productos de una ilusoria nostalgia manufacturada permanentemente para mantener en alto, siempre que sea posible, los aspectos fundamentales de una memoria selectiva y tutelada sobre una inmensa minoría, lo hemos dicho bastante, aterrorizada, anulada, lesionada, reducida y completamente secuestrada por ella misma y por el verso infeliz de Don Jorge Manrique: «Todo tiempo pasado fue mejor». Cuando no es cierto.

Y esto es una política. Tiene implícita una lógica de engranaje que le permite pervivir en el tiempo no importa cuánta atomización, no importe cuánta fuga real allá entre sus filas; cuánto aparataje formato riality necesite para operar por sobre tantos vacíos (de todas las -violentas- clases medias hacia arriba, la de Venezuela es la más vacía de todas); y no importa cuánta eficacia tenga sobre la calle, esa franja de la sociedad «para sí misma» enlaza, además, con la lobotomización general que hace que tú no veas qué es lo que pasa aquí y en el resto del planeta.

El rédito político se encuentra en que el fascismo siempre recurrirá a la estetización de la política, como dijo un musiú alemán, y que sobre eso se puede empotrar toda una lógica política que paulatinamente, siempre y cuando el calor de la candela y el olor de la sangre ande lejos, legitime todo, absolutamente todo lo que vaya contra lo que en su esencia se encuentra de amenazado, como si ya no lo hubieran perdido todo, antes de la constitución del 99. Y ahí está la clave: en seguir fabricando la noción de que la pertenencia es algo tan sencillo como un tiro, prolongar el vacío y ahuyentar la desnudez histórica en la que nos encontramos. Pero este es un imposible cuando todos los asedios son permanentes, y es la suma de todos los terrores (reales y ficticios los que acosan).

Que dos figuras políticas se peguen cachos en el país de la infidelidad, que acusen a un tercero de ser el sapo del salón, que Freddy Guevara se pase la cero junto a otros de sus sigüis, forofos, conmilitones no son más que procedimientos asiduos a la banalidad del bien. Detrás de ellos está la mecánica de la nada.

«Debemos lograr que los agredidos nos reciban con los brazos abiertos, pero estamos hablando de ciencia, de una ciencia para ganar en un nuevo escenario la mente de los hombres. Antes que los portaviones y los misiles, llegan los símbolos, los que venderemos como universales, glamurosos, modernos, heraldos de la eterna juventud y la felicidad ilimitada», decía Allen W. Dulles, uno de los fundadores de la CIA.

Y ahí están los carajitos que lo único que los estimula a coronar la batalla callejera es verse a sí mismos, selfiemente, con banda sonora y con barridos del plano en cámara lenta mientras alcanzan una victoria total que ni saben de qué se trata ni para dónde ir. Pero aquí, en cierto sentido, eso sería lo de menos.

La MUD, como entelequia fuera de lo estrictamente político, es una suma de deseos fallidos. Y fáciles. En eso consiste su «cohesión». Sus posiciones políticas más se deben a un estado de deriva.

Y detrás de toda esta pobreza simbólica está la otra nada que avanza, la del estado permanente de excepción, de irreversibilidad de la muerte en el cuerpo y en el alma, a distancia. Si convenimos que en esa división entre las dos grandes facciones partidistoides en las que se mueve la oposición es un relato que viene de antiguo y que tiene en la caída de Carlos Andrés Pérez, en el 93, su propia Batalla de Carabobo (cuando la derecha financiera se impuso a la partidocracia), la payasada comienza a dejar de dar risa.

Así hayan logrado el milagro de establecer alguna dialéctica a partir de elementos inmóviles, ahí lo logran cuando primero la viven como tragedia, después como farsa y finalmente como un capítulo de etapa culminante de culebrón de Leonardo Padrón.

Pero semejante antiaventura en la que reflota una franja de la sociedad que sobremuere todos los días no está exenta de peligro alguno. Sobre todo cuando se busca la irreversibilidad a la aceptación de la muerte, ajena. Sobre todo cuando detrás de todo esto medra una guerra manifiesta, y que en su sino trágico, y en sus protagonistas, existe el deseo oscuro de hacer a la guerra algo abierto. Cuando las guerras se vuelven civiles.

Misión Verdad

 

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