Opinión / Noticias / Héctor Agüero

24.Feb.2017 / 08:14 am / Haga un comentario

Foto: Archivo

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En tiempos de supremacía blanca, el racismo aflora como verdolaga en la sabana. Entre las dos guerras mundiales, el dominio geopolítico del planeta lo marcaba el continente europeo y la naciente EE.UU. Para ellos, militantes de la derecha ultra fascista, el resto de la humanidad era una masa ignorante, violenta y salvaje. Los demás habitantes del planeta al igual que, los recién llegados estadounidenses, pertenecían al club de los capitalistas dominadores.

La esencia del revanchismo alemán se sustentaba en el racismo, había entonces que culpar de sus males a los judíos. Así, el origen del desmoronamiento del imperio otomano se debía a los armenios y en épocas más recientes, el origen del sida se relaciona con los africanos de piel negra. Durante la conquista española, en el continente americano todo abuso y violencia se justificaba, porque los indígenas eran considerados animales. A los asiáticos se los calificaba como una raza peligrosa, quienes un día podían dominar al mundo.

Estas ideas anacrónicas, son incomprensibles en una sociedad que se presume moderna y globalizada, pero, que recita y aplica cuando ve peligrar sus intereses. Se escucha la cartilla cada vez que invaden ellos un territorio y ordenan la agresión contra los pueblos, que le provocan esa elemental xenofobia. Las cifras hablan solas. Seis millones de judíos asesinados entre 1938 y 1945, medio millón de armenios ultimados a comienzos del siglo XX, millones de aborígenes americanos victimas del despotismo español, más de 20 millones de chinos exterminados por guerras imperiales, miles de palestinos masacrados y reducidos a la miseria, por el poderoso ejército israelí y los cientos de emigrantes desaparecidos en el mar Mediterráneo, huyendo de la violencia y de la hambruna.

La discriminación de los pueblos árabes, es un capítulo aparte. Con la Declaración Balfour, el imperio británico posibilita la implantación del pueblo judío en territorios de Palestina, creando un conflicto que dura hasta ahora y el cual, mantiene en zozobra e inestabilidad a los gobiernos del Medio Oriente.

A partir de 1860 llegaron al continente americano sirios, libaneses y palestinos, quienes venían huyendo de la intolerancia del imperio otomano. Viajaban con pasaportes turcos y por eso, la tradición los conoce como los turcos. Anclaron en nuestra tierra, se adaptaron a nuestras costumbres, han sido y son muy laboriosos, perseverantes y muchos de sus hijos son profesionales destacados en el ámbito social, son venezolanos como cualquiera de nosotros.

Es por ello que, rechazamos categóricamente la saña con que se les ataca, levantando contra estos compatriotas, acusaciones e infundios. Es la perversión en grado extremo. Quienes conocemos al Vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela, Tareck El Aissami, sabemos que este montaje en su contra, encaja a la perfección en el esquema manipulador y cargado de odio hacia las personas de origen árabe. Puro racismo.

 

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