Opinión / Noticias / Stella Lugo

29.Ago.2017 / 08:24 am / Haga un comentario

Foto: Referencial

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Si algo distingue a la administración Trump es haber hablado claro respecto a la agresión sistemática que contra Venezuela ha desatado su gobierno. Durante los ocho años de la gestión Obama, salvo el Decreto Ejecutivo que nos declaró como una “amenaza inusual y extraordinaria”, todas las acciones del Gobierno estadounidense, sobre todo en el campo económico, fueron hechas de manera sinuosa, sin propaganda, sin formar parte de su discurso político; como por ejemplo, sí ha pasado con el bloqueo a Cuba.

La agresión económica contra nuestro país fue negada una y mil veces por los imperialistas y sus lacayos locales. Ironizaron y hasta se burlaron de las denuncias hechas por nuestro presidente Nicolás Maduro contra la Guerra Económica y, en general, la guerra no convencional a la que estamos sometidos.

Analistas de todos los tipos y colores poblaron las redes sociales, periódicos, programas radiales y televisivos para convencer al pueblo venezolano y, también, a los pueblos del mundo, de que el problema económico de nuestro país era producto del modelo “socialista desfasado”.

Gracias a la descomunal campaña mediática, buena parte del pueblo terminó votando por la MUD en el 2015, y una porción del chavismo se abstuvo, creyendo que el único y exclusivo responsable de la situación económica, de la escasez, las colas, la especulación y el acaparamiento, era Maduro.

Hoy, todo está descubierto. Queda develado que desde hace años se viene ejecutando un plan para destruir la economía venezolana y hacer crujir sus huesos, como sucedió con la chilena en la víspera de golpe contra Salvador Allende.

Estados Unidos aplica “sanciones” que evidencia la clara intención de bloquear ilegalmente la economía venezolana y cercenar el flujo de caja de la República, que sin duda, perjudicaría a toda la población, fortaleciendo abiertamente la tan burlada y menospreciada, por parte de la oposición, Guerra Económica, que ha denunciado el Gobierno Bolivariano, no sin antes dejar la clara amenaza que “si el Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, no acata los pedidos de la oposición se impondrían sanciones adicionales”.

El presidente Trump, según varios analistas, pierde la paciencia con Venezuela y arremete sin rubor contra nuestra Patria. Ya no importan las formas. Quedó atrás la decencia del imperialismo “demócrata” acostumbrado a lanzar la piedra y esconder la mano. Trump no solo la lanza, sino que, además, lo grita a los cuatro vientos y obliga a sus gobiernos lacayos a que hagan lo mismo.

Pero, es bueno analizar el porqué de las últimas actuaciones del Gobierno estadounidense. Pensar que es un acto de torpeza política de Trump, es simplista e incorrecto. El cambio de la estrategia de una  agresión sigilosa a un ataque económico altisonante e insolente tiene como principal objetivo sembrar el miedo en la región, teniendo excelentes resultados.

Tras la gira del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, por America Latina, calificada por el Imperio como “exitosa”, los gobiernos de derecha, como los de Brasil, Perú, Argentina y Colombia, se alinean con Trump. Los gobiernos de centro e, incluso, algunos de izquierda han optado por hacerse cómplices de la agresión. El caso más patético es Uruguay. Recientemente, su presidente Tabaré Vásquez admitió que su postura en torno a Venezuela obedece a su temor de sufrir represalias por parte de sus socios del Mercosur y de los Estados Unidos.

Sin embargo, y hasta ahora, toda agresión política y económica  se ha estrellado contra un escudo de dignidad, tanto interno como externo.

En el plano internacional, se evidencia la imposibilidad del imperio y sus presidentes serviles de aislarnos. Han fracasado en la OEA y en la ONU. En la más reciente agresión fraguada desde Lima, por 17 países asistentes, de los 34 que componen la OEA, solo 12 firmaron una declaración irrespetuosa e injerencista contra nuestro país.

El fracaso de la agresión contra nuestro país resulta más palpable dentro de nuestras fronteras. Los resultados históricos de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, con más de ocho millones de votos obtenidos, son claros: el fracaso del golpe continuado, las acciones terroristas y el desconocimiento de la institucionalidad, por parte de la MUD; así como la pérdida de espacios políticos para la derecha, la división del antichavismo y la participación de estos en las elecciones regionales por venir. La suma de estos elementos, debe haber sacado de quicio al empresario devenido en presidente.

El evidente fortalecimiento político del chavismo, la moralización de nuestras fuerzas y el reimpulso que ha tenido el liderazgo de Nicolás Maduro en las últimas semanas, le han dejado al enemigo solo dos opciones: la agresión militar directa y arreciar el bloqueo económico.

Según declaraciones del propio vicepresidente Pence, la primera está descartada a corto plazo y han optado por apretar, aún más, las tenazas del bloqueo y la Guerra Económica, bajo la complicidad de la MUD que las ha promovido, debido a su ineptitud e incapacidad de convertirse verdaderamente en una opción de poder.

Ya el enemigo tiene rostro. Aquellos incrédulos frente a la Guerra Económica, hoy, admiten que lo denunciado por el compañero presidente Maduro es una realidad que debemos enfrentar y vencer.

Trump pasó de agredirnos, a través de sanciones contra nuestros liderazgo político, a un ataque directo contra el pueblo venezolano, tal como lo denunció la presidenta de la ANC, Delcy Rodríguez; pues,  aún teniendo los barcos cargados con alimentos y medicamentos, Venezuela no tiene cómo hacer el pago de esos productos, porque hay un bloqueo financiero contra el país, tras el decreto del presidente norteamericano.

Por todo esto, el comunicado entreguista de la MUD, justificando lo injustificable, agrega páginas al expediente de Traición a la Patria del liderazgo opositor venezolano. Ante la agresión estadounidense, solo quedan dos opciones: o se está con la Patria o se está con el imperio. Y, estimo, que el pueblo venezolano está decididamente con la Patria Bolivariana.

Pero, no podemos quedarnos en la retórica. Tenemos que actuar con la corresponsabilidad debida. Desde nuestras trincheras de lucha, debemos dar lo mejor de nosotras y nosotros para vencer a quienes pretenden dominarnos por hambre. Nos corresponde enfocar nuestros esfuerzos en la producción, en la generación de riquezas, en el rescate de nuestras capacidades productivas. Hacer un esfuerzo por cambiar nuestra cultura de consumo y adecuarnos a las nuevas realidades. Esto es muy duro decirlo y mucho más difícil hacerlo.

Rendirnos sería una catástrofe mayor. Entregarnos a Trump y a sus esclavos significaría retroceder a la época de los Welser y la Compañía Guipuzcoana. Tenemos las herramientas, las riquezas naturales, la gente deseosa de construir un país con futuro propio y próspero.

Otras naciones han pasado por situaciones aún peores y han logrado convertir las agresiones en desafíos y oportunidades. Las venezolanas y venezolanos no podemos ser la excepción; más  bien debemos seguir siendo ejemplo para el mundo y darle una lección histórica a las fuerzas imperiales supremacistas que gobiernan a los Estados Unidos.

Unámonos en torno al liderazgo del presidente Nicolás Maduro, convoquemos a todas las fuerzas insurgentes del planeta y hagamos una verdadera Revolución de la conciencia en el mundo. La amenaza no es solo contra la Patria de Bolívar y Chávez, es contra la humanidad entera, y nos corresponde, como en otras etapas de nuestra historia, estar a la vanguardia de esta lucha por hacer más humana  a la humanidad.

¡Cuando el clarín de la Patria  llama, hasta el llanto de la madre calla!

 

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