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26.Abr.2020 / 05:04 pm / Haga un comentario

Por: Elías Jaua Milano.
Imaginemos por un momento que la gestión de la pandemia en Venezuela quede en manos de las libres fuerzas del mercado, o simplemente veamos lo que está ocurriendo en países con Estados Mínimos. No hay cuarentena, las pruebas y los tratamientos se suministran a precios especulativos, cada quien aplica un protocolo distinto sin importar el otro o la otra, la consecuencia está a la vista: el número de contagios crece exponencialmente, los fallecidos se cuentan por decenas de miles y hasta el manejo de los cadáveres se caotiza.

Igual pasa en la economía. Es cierto que el mercado existe y que la iniciativa privada, en sus distintas modalidades, es importante para la producción y la distribución. Lo que no es cierto es que el mercado sea libre y se autorregule, éste siempre es regulado por los actores que en él concurren: el Estado, el Capital, los trabajadores-consumidores. Lograr un equilibrio entre esas fuerzas es lo que persigue una economía mixta como la establecida en nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Tesis ilusa, se dirá desde el marxismo ortodoxo, en toda caso es una apuesta dentro del contexto histórico que nos toca vivir, que demostró ser viable en la primera década de este siglo XXI, la primera de la Revolución Bolivariana.

En los últimos años, bajo las circunstancias de la caída de los precios del petróleo y de la producción de nuestra industria petrolera (PDVSA) por las diversas razones conocidas; de las sanciones, del robo de activos y el bloqueo de facto, el Estado venezolano permitió que las fuerzas del capital actuaran libremente, éstas de inmediato marcaron las tendencias cambiarias y de precios. Estos factores capitalistas, incapaces de autorregularse, porque esa no es su naturaleza, han desencadenado un espiral especulativo que ha pulverizado el poder adquisitivo del pueblo trabajador, caotizando aún más la economía y generando graves consecuencias sociales e indignación popular. De lo cual sacan redito político, en su afán de derrocar al gobierno constitucional, porque esa es su naturaleza. Recuerden el cuento de El sapito y el alacrán narrado muchas veces por el Comandante Chávez.

El Estado venezolano tiene que recuperar paulatinamente su competencia de gobierno económico en la estabilización de las variables macroeconómicas, en el combate a la usura, a la especulación, a la corrupción, a la par que desarrolla una política de apoyo y facilicitación de la producción y de recuperación del salario y con ello del consumo necesario y dinamizador.

En la economía como en la política, para implementar cualquier acción se requiere una correlación de fuerzas, si no se tiene hay que lograr acuerdos políticos y económicos que permitan la viabilidad de la sociedad. Así lo estamos viendo en algunos países europeos con modelos neoliberales, donde frente a la magnitud de la pandemia han logrado consensos para que el Estado actué en materia económica y social.

Venezuela un país con una economía sancionada y con instituciones estatales desconocidas ilegalmente por algunos gobiernos y en consecuencia por los factores económicos globales, para lograr hacer funcionar la economía en el marco del capitalismo requiere un acuerdo político. De lo contrario, precisa diseñar y construir un modelo económico en medio del bloqueo, que apunte hacia el post capitalismo liberal. ¿No es ese acaso hoy el debate en el mundo acerca de la economía mundial, una vez superada la pandemia?
En fin, no nos dejemos arrastrar por la desesperación y las fuerzas de opinión dominantes. Pensemos, en medio de la tormenta, nuestro modelo económico bajo la premisa básica de producir lo necesario para satisfacer las necesidades esenciales de los seres humanos, teniendo en cuenta el uso racional, eficiente y trasparente de los recursos naturales, tecnológicos y financieros.

Mientras tanto, en medio de esta guerra, el Estado está obligado y facultado constitucionalmente para regular al capital, ya ha tomado algunas medidas que respaldamos, y combatir la corrupción para que nuestro pueblo pueda comer y tener acceso a los insumos de higiene y salud.
Que se haga valer la primacía de la vida sobre la usura del capital.

 

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