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3.Ene.2023 / 09:32 am / Haga un comentario

Foto: carolyshelena.com

Por Carolys Helena Pérez González

Tengo años debatiéndome con el poder como palabra, como ejercicio, como respuesta… ¿Qué es el poder?, ¿para qué sirve?, ¿por qué lo buscamos, lo perseguimos, lo procuramos?

¿Significa lo mismo para hombres y mujeres?, de eso me gustaría hablar en estas líneas, pues históricamente las mujeres hemos pertenecido a culturas en las que las relaciones dicotómicas (dominante – dominada) han ejercido especial influencia sobre nosotras, con la excepción de las culturas matrilineales.

Partamos de esto: el poder ejercido desde el aspecto de lo doméstico, como de una u otra forma nos lo han enseñado, representa en la conciencia colectiva el mecanismo que garantiza la capacidad de formular redes de acompañamiento afectivo y social en el que nos desenvolvemos y garantizamos el buen vivir de nuestro entorno.

En la narrativa colectiva las mujeres hemos asumido el poder para alcanzar el bienestar social tangible, quizás sea esto lo que motiva la verdadera construcción de un socialismo feminista como modelo, como piedra angular, como bandera, pues esto se traduce en la transformación de la economía, de la política, de la cultura.

¿Empoderarnos para qué? Es la pregunta, empoderarnos para garantizar que el mundo de equidad y justicia que nos planteamos sea posible, para garantizar los futuros sin miedo para las y los que vendrán, empoderarnos para hacernos visibles y cotidianas.

El estudio del poder, dentro del contexto del que nos venimos ocupando, pasa por dos coordenadas que bien explica Michael Focault: la primera, por una analítica del mismo que investiga la emergencia de la tecnología disciplinaria surgida en la primera mitad del siglo XVIII en la forma de una «anatomopolítica» del cuerpo humano, cuyo objetivo consiste en educarlo para controlarlo, en aprovechar sus fuerzas para hacerlo más dócil mediante el procedimiento de las disciplinas. Tal tecnología se encabalga en la tecnología «biopolítica», formada en la segunda mitad del siglo XVIII, cuyo objetivo serán los nacimientos, la mortalidad, la salud y la duración de la vida de una población que se erige en blanco de intervención.

La segunda coordenada es el neoliberalismo y las tecnologías de gobierno que imprimen al problema del poder la complejidad y refinamiento que hasta hoy alcanza. En suma, Foucault (1986: 169) habla de una gran tecnología de doble faz: anatomopolítica (disciplinamiento de los cuerpos singulares) y biopolítica (regulación de poblaciones).

Por su parte el Comandante Chávez durante muchos años nos habló de la ‘vocación de poder’, preguntándonos infinitas veces: ¿El poder para qué? Trayendo a través de este planteamiento la premisa del poder para ejercerlo, de ejercer obedeciendo, o como algunos y algunas recordarán “mandar obedeciendo”.

¿De qué forma podríamos nosotras y nosotros aportar a la construcción de este ejercicio de poder que asume como prioridad el empoderamiento colectivo?

Es el momento de conversarlo.

 

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