Opinión / Noticias / Héctor Rodríguez Castro

9.Dic.2017 / 09:20 am / Haga un comentario

Héctor Rodríguez

Este domingo, nuevamente, y por tercera vez este año, los venezolanos acudimos a las mesas electorales para participar, no sólo en la fiesta democrática por excelencia, sino porque nuestra conciencia ciudadana nos indica que el único camino hacia un cambio real de la sociedad es la participación y la corresponsabilidad.

El presidente Chávez no se cansaba de decirnos que una democracia sin pueblo es como un mar seco, o un río sin cauce, y la única manera de mirar al futuro con honestidad es involucrarnos, todas y todos, en las tomas de decisiones.

Y así ha sido en  Miranda, donde de manera mayoritaria decidimos dar un paso hacia un futuro diferente, hacia un encuentro de todos en un ambiente de paz, de concordia, de cambio para mejor.

Cuando el puntero de la historia, con el dedo del pueblo, me seleccionó para encabezar los destinos de nuestro estado, simplemente fue una decisión del colectivo por un integrarse  de manera efectiva, militante, en un proceso de reconstrucción de nuestro mañana con las manos y los corazones unidos, convertidos en una sola fuerza imbatible.

Ahora, nuevamente, estamos frente a la decisión de seguir sumando, en cada uno de nuestros municipios, para hablar un mismo idioma, para estructurar un mismo plan,  con las mismas metas donde todos y cada uno de nosotros, sin distinción alguna, con una voluntad de hierro, podamos avanzar hacia ese estado Mirando de inclusión, libertad, paz, justicia y equidad.

No es suficiente que el gobernador y su equipo trabaje, codo a codo, con la comunidad, es necesario que los gobiernos locales se sincronicen para que el proceso de democratización participativa y protagónica se convierta en la única línea.

Justamente: Ése es el combustible más poderoso de toda la historia y de todos los lugares: el amor, la fe, la hermandad, tal como nos repetía sin cesar el Comandante Eterno.

Él fue capaz de dar hasta su último suspiro por ese sueño de una Venezuela donde el amor fuera el combustible que moviera todos los engranajes, porque sólo anteponiendo el bienestar colectivo a los intereses personales, podremos hacer los cambios irreversibles que nos hagan fuertes, inamovibles, sólidos antes los ataques foráneos que sólo quieren arrebatarnos  nuestros derechos inalienables.

Este domingo, otra vez frente al reto del mañana, saldremos desde temprano, con una sola voluntad: aportar nuestro granito de arena en la consolidación de un gobierno de todos, para todos y con todos.

 

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