Opinión / Noticias

20.Nov.2016 / 04:41 pm / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

Demasiadas noticias, demasiados frentes, suficientes análisis y excesivas ganas de creer que debemos y podemos estar pendientes de todo, todo el tiempo y siempre con la misma energía. La realidad concreta en clave global se torna tan múltiple que de tanto andar tras sus huellas, de tanto querer comprender eso tan opresivo y caudaloso llamado realidad, terminamos pecando de nefelibatas. No le dé pena: busque cualquiera de los diccionarios online, si le provoca. Total, «nefelibata» es un sustantivo que no le va a hacer falta para ir al mercado (todo lo contrario).

Los fines de año son buenos para ensayar algo como un reseteo, un agarrar las fichas y contarlas, un hacer la maqueta de las batallas y ubicarse dentro de ellas: aquí estas explosiones en Siria, aquí la calma, aquí el miedo a la era Trump, aquí el ajedrez de Nicolás y la MUD, aquí las elecciones que vienen, aquí mi comunidad, aquí mi casa. En otro plano, aquí está la historia universal y los gritos que me pega de vez en cuando para que entienda algunos procesos; más acá Nuestramérica, los países de al lado, la historia de Venezuela y las historias locales. Y en este punto íngrimo, aquí y ahora, mi pobre persona, intentando saberlo o aunque sea interpretarlo todo. Totalmente en serio: ese ejercicio hay que hacerlo cada tantos días o semanas. Pensar el para dónde vamos pero echando un ojo a los cuentos y procesos.

Esto es un ensayo y propuesta de mapa.

***
Nota 1: no llamar «la oposición» a la MUD.
La MUD es una fracción, tal vez importante pero microscópica, de lo que en realidad es la oposición al Gobierno. ¿Para qué nos sirve saber o entender eso? ¿Para ningunear a Chúo, Ramojallup y Capriles? ¿Para caernos a mentiras con la fábula de que los antichavistas no son nadie o que no representan ningún peligro para la institucionalidad? No, mi amor: es para recordar o terminar de entender que en el subsuelo de la oposición se mueven multitudes dispersas, disímiles y en permanente estado de desubicación, rabia y depresión, a causa de lo que hacen y dejan de hacer esos sujetos, los que han secuestrado para sí la denominación «líderes de la oposición».

La oposición es una importante cantidad de gente ansiosa de ser conducida a alguna parte, y la MUD hasta ahora sólo ha atinado a conducirla a la vergüenza y la autocompasión.

***
Nota 2: Lo que el Gobierno ha ganado con eso del diálogo y la mediación internacional.
Tiempo. Esa ha sido la conquista del Gobierno. El siguiente paso es escudriñar qué hará el Gobierno con ese tiempo, y qué haremos nosotros, los chavistas no partidizados.

***
Nota 3: alerta soberano no es lo mismo que xenofobia.
He oído y leído en estos días cosas como «¿y qué se han creído los panameños, que son tan gloriosos como los venezolanos?».

El nacionalismo o los nacionalismos son fenómenos sicológicos colectivos que el Estado burgués ha aprovechado muy bien durante siglos. Nada concita y remueve más exaltaciones de ánimo que los insultos a la madre y a la patria: mentar la madre es la antesala a los coñazos y «hollar el sagrado suelo de la patria» es lo mismo, pero no en individuos sino en colectividades. Así que imagínense la jugada maestra, el tremendo acierto propagandístico del maldito estratega comunicacional al servicio de aquel viejo imperio, que enseñó a sus súbditos a llamar «Madre Patria» a la metrópoli. Dos añoranzas gruesas en una; con razón todavía hay quien protesta para que lo dejen celebrar el «día de la raza».

Esa especie de fervor religioso capaz de llevar muchedumbres a la guerra, por «amor a la patria», nos ha empujado a los seres humanos a jugar en macro lo que antes, quizá naturalmente, sólo efectuábamos en ámbitos muy locales: la congregación en grupos, familias, clanes, mafias, grermios y ámbitos territoriales alcanzó éxtasis orgásmico con la creación de Estados nacionales y más tarde con los Estados burgueses modernos. Que unos muchachos sean llevados a matar y dejarse matar por un «país» que en realidad no conocen (porque no lo han recorrido) ya califica como desvarío severo. Pero que esa matanza tenga por objeto oculto la defensa de los intereses de unas minorías (de la boca para afuera, por las glorias de nuestros próceres, nuestro escudo, nuestro himno y nuestra flor nacional) ya nos ubica en el centro del drama; nadie defiende el honor de nada en Siria, Libia, Colombia, África o el medio oriente en pleno: el nacionalismo es el combustible que moviliza a pueblos enteros a defender los objetivos de unos buscadores de tesoros y de unos administradores de ese tesoro, mientras en su cabeza resuenan las gloriosas notas del himno nacional.

Sin necesidad de llegar a la guerra, o antes de llegar a ese estadio de estupidez, somos capaces de producir esa clase de engendros llamados por ejemplo chovinismo, que se expresa de muchas maneras. El rechazo pretendidamente organizado de los panameños a los venezolanos sólo puede comprenderse cuando uno se entera, allá mismo en el terreno, de que esas oleadas de xenofobia han llegado al extremo de dirigirse contra Colombia. Pues sí, los panameños tienen años diciendo que los colombianos son los responsables de la delincuencia y la suciedad en «su» país. No sé si será una falta de respeto explicar el chiste, pero hay que recordar que Panamá fue por muchos años un departamento colombiano. Cuando un panameño se repugna de las cosas colombianas estamos en presencia de uno de tus brazos protestando contra el resto del cuerpo. Así que:

A) No hay que sentirse mal ni extrañarse de lo que los panameños digan contra los venezolanos, que, por otra parte, y ya se dijo en un artículo ( http://misionverdad.com/columnistas/marcha-anti-inmigrantes-venezolanos-… ) de esta página, no es una protesta contra Venezuela sino contra la clase de comemierdas que se han ido de aquí para allá a vanagloriarse quién sabe de qué. Pero no es temporal ni poca cosa la promoción de las actitudes xenofóbicas dentro de Panamá. El caso Roberto «Mano’e Piedra Durán» es, dentro de su patetismo, esclarecedor: el boxeador ha gritado furiosamente que se expulse a los venezolanos con la misma energía con que aplaudió la invasión norteamericana a «su» país en 1989. Y no solo la aplaudió: él personalmente prestó su apartamento para que desde allí las fuerzas estadounidenses bombardearan sónicamente la sede eclesiástica donde fue a esconderse Manuel Antonio Noriega.

B) Cuando nos sintamos tentados de pensar o decir cosas como «Qué asco la xenofobia panameña, deberían aprender de nosotros», hagamos un poquito de memoria. Un poquito nada más: en los años 70, cuando para acá se venían oleadas de colombianos, ecuatorianos y peruanos que huían de la violencia, también se instaló aquí el fantasma de la xenofobia. No sé si es el momento de ponerse a recordar episodios y decires dolorosísimos, pero vayamos aterrizando: el uso o manipulación de las lógicas nacionalistas nos han empujado a los pueblos (ah verga: a TODOS los pueblos) a cometer injusticias contra hermanos de países vecinos.

Y mientras tanto, el verdadero agresor permanece intacto e impoluto allá en el norte, aprovechándose del fenómeno de nuestras divisiones. Llegar a este punto nos da la idea transversal, necesaria, la que no debemos perder de vista: la energía de nuestro nacionalismo nos ha alcanzado para mirar con recelo a nuestros vecinos, para enemistarnos con esos bichos tan extraños que son igualitos a nosotros, pero sigue siendo ineficaz a la hora de desterrar emblemas del enemigo que sí nos ha aplastado: el que nos impuso usos y costumbres y decidió que la prenda más usada entre nosotros es el bluyín (perdón: blue jean), el deporte «nacional» es el beisbol, la forma de nuestras urbes o caricaturas de urbes se parecen remotamente a las urbes gringas, lo mismo que nuestras comidas, modas musicales y anhelos personales.

Nuestro mapa personal y colectivo debería ocuparse de propagar este alerta soberano y no de entretenerse en chismes de sifrinos panameños gritones.

***
Nota 4: Los Trump venezolanos y de todas partes.

Ya alguien soltó, así como quien no quiere o no se cree mucho la cosa, el concepto «El Trump venezolano» ( http://www.publico.es/internacional/maniobras-del-trump-venezolano-madur… ), refiriéndose a Lorenzo Mendoza e insinuando que éste trae bríos y pertrechos en el equipaje, como para intentar una aventura presidencialista.

Y ¿quién dijo que ese no podría ser uno de los signos de la «Era Trump»? ¿La promoción y propagación artificial y concienzuda, en varios lugares, de empresarios y magnates como conductores ejecutivos de países? Jefes de Estado y dueños de corporaciones: intente hacerse una imagen mental de semejante figura y el resultado hará que se vea al pobre Leviatán como una piche lombriz de tierra al lado de una anaconda del Amazonas (o de Apure, que son más grandes).

Una movida fáctica de esa naturaleza haría abandonar la categoría «neoliberalismo» el aspecto o condición de juego filosófico sin vocación de anclaje en la realidad. ¿Estados conducidos por liberales?

Fin de la hora de la imaginación.

***
Nota 5: Poder Popular y construcción comunal.
Decíamos al principio que nos hemos habituado tanto a los grandes análisis,a la revisión de todo lo inmensamente grande y poderoso, que a ratos se nos olvidan los compromisos locales, los pequeñitos pero sustanciosos, los experimentos comunales; la esencia de lo que se supone (queremos suponer) que está por construir aquí y ahora, que es el Estado Comunal. El mapa de luchas y anhelos debería comenzar en cualquier lugar de la inmensidad de los conflictos internacionales, filosóficos y planetarios, y concluir o aterrizar aquí, donde el cobre no se sueña sino que se bate. El trazo grueso del mapa debería entonces recordarnos y comunicar que:

a) todavía estamos en Democracia Participativa y Protagónica,
b) todavía formamos parte de un Poder Popular, y que éste no se limita a los grupos organizados que invierten tiempo, energía y recursos a discutir y teorizar sobre qué es el Poder Popular,
c) la defensa más efectiva de la Revolución y la posibilidad más certera de su avance está en las conquistas territoriales, en la organización de gente alrededor de proyectos comunales específicos, observables y medibles,
d) la guerra económica persiste y lo peor que podemos hacer es fingir que sus efectos devastadores no están afectando a nuestra gente, a nosotros como pueblo,
d) las tareas electorales pendientes para los próximos dos años son: evitar que esa masa proempresarial llamada «oposición» se apodere de gobernaciones y otros espacios del poder establecido, e intentar recuperar para el chavismo las pautas centrales de la Revolución que Chávez no se cansó de proponernos.

Por: José Roberto Duque

Misión Verdad

 

Hacer un comentario.




Los comentarios expresados en esta página sólo representan la opinión de las personas que los emiten. Este sitio no se hace responsable por los mismos y se reserva el derecho de publicación. Aquellos comentarios que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto y/o que atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, este sitio se reservará el derecho de su publicación. Recuerde ser breve y conciso en sus planteamientos. Si quiere expresar alguna queja, denuncia, solicitud de ayuda u otro tema de índole general por favor envíe un correo a contacto@psuv.org.ve